Cada vez es más frecuente encontrarnos con oferta gastronómica internacional, el mundo cada vez es más pequeño y los bares y restaurantes proliferan trayendo una variedad de conceptos que algunos desconocemos, “antipasto”, “burrata”, “picada”, “tapas”, “tiradito”, en fin, una interminable lista de nuevas palabras, que poco a poco se suman a nuestro vocabulario.
En esta ocasión, hablaremos de las “tapas”, disponibles ahora en algunos lugares con aire español, la Real Academia Española las define como “cualquier porción de elemento solido destinada a acompañar alguna bebida”, es decir, en términos salvadoreños es una “boca”, en términos mejicanos una “botana”.
La historia dice que Alfonso XIII Rey de España, durante una visita a la ciudad portuaria de Cádiz, paró en un sitio en la playa llamado El Ventorillo del Chato (en la actualidad aun en operación), pidió vino y el mesonero al ver aproximarse una pequeña arenisca, tapó la boquilla de la copa con una trozo de jamón, el Rey preguntó por qué y el sirviente le explicó el motivo; el Rey se bebió el vino y se comió la tapa, ordenando de inmediato otra copa pero con la misma tapa y su sequito lo imitó.
La historia es colorida pero difícil de comprobar, lo que parece cierto, es que en algunas regiones de España acostumbraban tapar las botellas, copas y jarras con piezas pequeñas de jamón, queso o pan, para evitar que algún insecto volador cayera en su bebida, eso fue pasando de generación en generación, hasta que estos bocadillos adoptaron permanentemente el nombre de “tapa”.
Algunos lugares en El Salvador que hacen referencia a este concepto son “Tapas y Vinos” en la Colonia Escalón, “Tapas y Cañas” en la Torre Futura y el “Rincón de las Tapas” en el Paseo El Carmen en Santa Tecla.