Salvando a las tortugas marinas

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Por César Tomé

Un 16 de junio de 1909, nacía en Mobile (Alabama) Archi Fairly Carr quien años más tarde se convertiría en uno de los grandes defensores de la naturaleza y en particular de las tortugas marinas. Es por ello que en esa fecha se conmemora cada año el día Mundial de estos animales cuya existencia está amenazada.

Como se lee en la web de WWF, “Las primeras tortugas marinas evolucionaron hace aproximadamente 110 millones de años. Es un grupo de animales sumamente exitoso, que sobrevivió a la extinción de los dinosaurios y se ha distribuido en todos los océanos del planeta. Los científicos las consideran especies indicadoras; el tamaño y la salud de las poblaciones de tortugas marinas proporcionan una indicación de la salud general del mar y la costa”.

Pertenecen a la superfamilia de las Chelonioidea y actualmente se dividen principalmente en dos familias (la Cheloniidae y la Dermochelyidae) dentro de las que se encuentran siete especies conocidas: la tortuga verde (Chelonia mydas), la tortuga de carey (Eretmochelys imbricata), la tortuga boba (Caretta caretta), la tortuga laúd (Dermochelys coriacea), la tortuga olivácea o golfina (Lepidochelys olivacea) o la tortuga Lora o bastarda (Lepidochelys kempii) y la tortuga plana (Natator depressus).

A rasgos generales, las tortugas marinas pueden vivir de 150 a 200 años según su especie y pueden alcanzar entre 27 y 35 km/h nadando en el mar. No tienen dientes porque los han reemplazado por picos cortantes en la parte superior de su boca, además no poseen oídos externos, sino un oído interno muy eficiente.

Dado que se trata de reptiles y por lo tanto son animales ectotermos, su temperatura corporal se ve afectada por las condiciones del medio en el que se encuentran. De ahí que para regular su temperatura deban alterar su comportamiento, realizando inmersiones a gran profundidad para enfriar su cuerpo o nadando más rápido para que el calor de la actividad muscular aumente su temperatura. Mismo motivo por el que escogen las corrientes de agua fría o caliente.

El hecho de que vivan sumergidas la mayor parte del tiempo (los machos nunca salen a tierra y las hembras solo lo hacen para poner huevos) hace muy complicado conocer cuántos especímenes existen pero se estima que, en todo el planeta, habrá poco más de 40.000 tortugas marinas.

Y es que a pesar de que no están en contacto directo con los humanos, una vez más somos la principal amenaza para otra especie. Los pescadores y sus redes (sin quererlo) han llevado a la muerte de muchas de ellas al quedar atrapadas sin posibilidad de escapatoria; otras sí son cazadas de manera consciente con el fin de vender su carne, sus caparazones o fabricar aceites y otros elementos a partir de sus restos; los huevos de tortuga marina son considerados un manjar por lo que hay quienes se dedican a recolectarlos e impiden que su ciclo reproductivo llegue a completarse; y por supuesto la contaminación oceánica (plásticos, residuos sólidos, etc.) y la alteración de su hábitat están afectando de manera negativa a su supervivencia. No en vano, también algunos fenómenos naturales, como huracanes por ejemplo, causan muchas muertes de tortugas marinas cada año.

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Volviendo a la web de la ONG, se apunta que “aunque las poblaciones de tortugas marinas en las Américas se mantenían saludables hasta hace 500 años, ahora las seis especies están amenazadas. De acuerdo a la clasificación de la UICN tres de ellas se encuentran en peligro de extinción y tres en peligro crítico de desaparecer (UICN, 2002). Se estima que especies como la tortuga verde ha declinado en 37% a 61% desde 1860 y la tortuga de carey, por ejemplo, ha declinado en más de un 80% en los últimos 105 años”.

Por otro lado, indica: “El ciclo de vida complejo de las tortugas marinas con varios hábitats de desarrollo y migraciones de cientos o miles de kilómetros entre zonas de alimentación y las playas de desove, hace difícil su gestión y expone a las tortugas a impactos diversos sobre una escala geográfica muy amplia”.

Y añade que “las tortugas marinas representan recursos compartidos entre las naciones del continente americano pues estas especies utilizan las aguas de más de un país durante su ciclo de vida. Los esfuerzos de conservación sobre la población de tortugas en un país pueden perjudicarse o beneficiarse por las actividades en otro país. La cooperación internacional es imprescindible para lograr un manejo eficiente que asegure la sobrevivencia de estos antiguos reptiles y la sostenibilidad de los beneficios económicos que proveen a los pueblos del continente”.

En este momento son numerosos los programas de protección que existen en torno a la conservación de las tortugas marinas. Muchos gobiernos, asociaciones, ONG’s y otras mucha instituciones se han volcado con estos animales que a pesar de encontrarse sobre la faz de la Tierra desde mucho antes que el hombre y habiendo superado periodos de gran dificultad ahora se enfrenta a su mayor reto y encuentra en las personas, al mismo tiempo, a su mayor enemigo y a un gran aliado.