¿Por qué la prensa no revela la verdadera cara de Hillary Clinton?

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Por: Diego Cediel*

La prensa progresista americana prefiere mostrar el perfil de una abnegada esposa y consagrada luchadora de los valores yanquis que revelar la verdadera cara de Hillary Clinton, señalada por los republicanos de comprometer la seguridad nacional y de evadir impuestos.

Las recientes y desatinadas declaraciones de Donald Trump hacia los migrantes mexicanos han encauzado a la opinión progresista entorno a una cruzada para deslegitimar su campaña hacia la Casa Blanca. Claro, con razón. No es accesorio para un precandidato presidencial usar como chivo expiatorio a la ingente población mexicana. Cabe recordar uno de los principios de la comunicación política es la polémica. Una estrategia que sirve para entrar con fuerza en el sonajero y que se aprovecha de la coyuntura política estadounidense.

La mayoría de los editoriales de la prensa progresista europea sataniza, con razón, la propuesta política republicana enfocándose en los garabatos que traza Trump y sus seguidores sobre los que soportan la fuerza económica de su país. Y, con ello, se decantan por una propuesta, según ellos, más digna y pertinente para los desafíos que afronta el Coloso del Norte: Hillary Clinton.

Portales periodísticos como la alemana Deutsche Welle; la francesa Radio Francia Internacional; el diario español El País y sus similares en Italia; han enrumbado a la figura de Clinton como la futura, no candidata demócrata, sino presidenta de Estados Unidos. El tono de los perfiles que se hacen de su paso por la Secretaría de Estado parecen más un inventario de buenas intenciones que un ejercicio de control político sobre los liderazgos internacionales.

Pero, claro, es mejor mostrar el perfil de una abnegada esposa y consagrada luchadora de los valores estadounidenses que darle impulso a las tesis de un ‘Redneck millonario’ xenófobo y racista. No obstante, la casta Clinton debe rendir cuentas si quiere seguir ostentando esa imagen de pareja redentora y sacrificada que tantos réditos le han conseguido.

El primero y el más grave es la actuación personal y política de Hillary Clinton durante su paso por la Secretaría de Estado. Y, en concreto, sobre el desenlace sangriento del ataque al consulado estadounidense en Bengasi, Libia. La fecha, la menos afortunada para el pueblo del norte: 11 de septiembre de 2012.

En ese aciago día, fueron asesinados nada menos y nada más que el embajador, otro alto funcionario diplomático y dos soldados. Todo se inició con una protesta por la emisión de la película La inocencia de los musulmanes, que a juicio de la intolerante perspectiva de un grupo de manifestantes, se mofaba de la figura de Mahoma. Como siempre los pretextos para las degollinas le vienen bien a los violentos.

Clinton resolvió no responder con el dispositivo militar pertinente ante el ataque de una facción de Al Qaeda camuflado en los manifestantes, lo que desembocó en el posterior asesinato del embajador. Clinton subestimó la magnitud de la protesta y no activó los dispositivos de seguridad interna de la embajada. Y, por si fuera poco, intentó disminuir el impacto político y mediático del funesto desenlace con unas declaraciones altisonantes, días después del ataque, eso sí, sin la posibilidad de contrapreguntas en la conferencia de prensa.

Incluso, en el ambiente quedó la impresión de que se escudó en la falta de previsión del embajador asesinado, Christopher Stevens, al no advertir la magnitud de la asonada y la infiltración de los terroristas de Al Qaeda.

Las cuentas no solo las deberá rendir en función de su impotencia y miopía en asunto de Bengasi. Según los republicanos, también debe comparecer este 22 de octubre sobre el uso que le dio al correo oficial de la Secretaría de Estado durante su administración. Para los opositores al régimen de Obama y de Clinton, fue una grave irresponsabilidad y una suprema falla de seguridad para la nación estadounidense que ella usara como propio y a título personal la bandeja de correo electrónico de la Secretaría. Es decir, que recurriera con todo el peso gubernamental y político que tiene la cuenta de correo de dicha entidad como si fuera una cuenta de correo personal y privada.

Todo ello dando la impresión de que sus correos personales tenían, siempre y sin excepción, la rúbrica de su cargo. Que los asuntos personales se trataran como asuntos de Estado ponía en riesgo la confidencialidad de los actos diplomáticos estratégicos y sensibles de la Unión Americana. Los republicanos objetan dicha actuación porque con ello se podían tramitar con mayor celeridad asuntos personales que nada correspondían al beneficio de la nación. Y, porque además quedaba difusa la línea de cuándo la secretaria Clinton pedía un favor o daba una orden. Con ello, se escapaba del control político, que le llegará a finales de octubre.

Pero los asuntos personales como dudas en la actuación política de la casa Clinton no paran en un supuesto uso abusivo de un correo oficial. También, Hillary, ha optado por hacer como el avestruz en un escándalo político y económico que involucra a la Fundación Clinton. Peter Schweizer, en su libro ‘Clinton Clash’ demuestra cómo la pareja demócrata recibió ingentes cantidades de dólares provenientes de gobiernos y de fundaciones de países como Arabia Saudita, Kuwait, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Países Bajos, Noruega, Australia, República Dominicana, entre otros. Recibir plata no es delito, lo que denuncia Schweizer es que los montos declarados fueron más bajos de los recibidos con el ánimo de eludir a las autoridades bancarias y tributarias. Y, además de no hacer público el recibo de plata de parte de Frank Guistra, quien era dueño de la mina más grande de uranio del mundo y, que Hillary mientras era secretaria de Estado; le aprobó la venta de dicha mina a la agencia atómica rusa.

Ante esto, la Casa Clinton ha optado por evadir su responsabilidad política y económica en estos asuntos de alta sensibilidad para los estadounidenses. Parece que no son la pareja inmaculada y benévola que los medios demócratas y sus semejantes europeos quieren mostrar. Porque claro, la sombra de un Bush pende como una espada de Damocles sobre la figura bienintencionada (pero cuestionable) de Hillary. Si las cuentas no se aclaran el 22 de octubre, la campaña presidencial estará para alquilar balcón.

* Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, Colombia.