La oposición venezolana, agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), aceptó el pasado viernes participar en las rondas, hasta ahora “de aproximación”, que con el propósito de ponerla a dialogar con el Gobierno de Nicolás Maduro vienen impulsando una terna de expresidentes iberoamericanos y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Jesús Torrealba, secretario Ejecutivo de la alianza opositora, leyó una declaración “mesurada y estudiada” en la que la MUD se dijo dispuesta a participar en la mesa de negociaciones a partir del próximo martes, 12 de julio, siempre y cuando, puntualizó, “le sea útil al país”. “Y subrayo esta última idea, que le sea útil al país, porque si lo que quiere Maduro es ganar tiempo, debemos entender que tiempo que gana Maduro es tiempo que perdemos los venezolanos”, añadió.
Cualquiera que fueran las salvedades, el anuncio representó de todas maneras un giro inesperado en la posición oficial de la MUD. Hasta el momento, figuras notorias de la oposición, en especial su dos veces excandidato presidencial, Henrique Capriles Radonski –en consonancia con otros voceros normalmente tenidos por “radicales”, como la exdiputada María Corina Machado y el prisionero político Leopoldo López- rechazaban las conversaciones facilitadas por los expresidentes Martín Torrijos (Panamá), Leonel Fernández (República Dominicana) y José Luis Rodríguez Zapatero (España), al considerarlas como un elemento de distracción frente a la campaña para organizar este mismo año un referendo evocatorio contra Maduro.
Las reservas expresadas públicamente por Capriles y Machado han sido tan contundentes –ambos han tachado a Zapatero como un representante de las posiciones del Gobierno, por ejemplo-, que durante la semana trascendió la posibilidad de un veto que el expresidente de Gobierno español habría impuesto para la participación de esos dirigentes en las conversaciones, extremo que refutó Henry Ramos Allup, presidente opositor de la Asamblea Nacional. “No es verdad que Zapatero haya vetado a nadie”, dijo Ramos durante una visita al estado insular de Nueva Esparta, al nororiente del país, para subrayar que “habrá diálogo cuando se cumplan las exigencias y las propuestas que ha puesto la oposición”.
Ramos Allup, secretario General del partido Acción Democrática (AD), forma parte del ala socialdemócrata de la MUD, que completa el partido Un Nuevo Tiempo (UNT). Ambas agrupaciones se han mostrado, por afinidades ideológicas y relaciones ya añejas con la Internacional Socialista, más receptivas a los buenos oficios de Zapatero.
Pero, más que las tensiones que se generan en el seno de la MUD por sus posiciones encontradas frente al diálogo con el Gobierno, el factor decisivo en el cambio de postura de la alianza opositora fueron las presiones de Estados Unidos, que dejó en claro su apoyo a las gestiones de los expresidentes.
“Continuamos apoyando los esfuerzos del expremier español Zapatero, del expresidente panameño Torrijos y el expresidente dominicano Fernández para avanzar en tal diálogo”, ratificaba el viernes una declaración del Departamento de Estado, que también insistía en que se permita al elector venezolano decidir y que el Gobierno de Maduro respete las decisiones de la Asamblea Nacional, dominada desde enero por la oposición,
La opción estadounidense deja de momento en el aire la baza de la Carta Democrática Interamericana, una vía punitiva cuya activación viene impulsando desde la Organización de Estados Americanos (OEA) su Secretario General, el uruguayo Luis Almagro. El jueves, Almagro criticaba la facilitación de los expresidentes en la crisis venezolana, pues a su juicio “no ha funcionado, tiene que haber un camino claro que permita destrabar la integración de la mediación, que le dé determinadas garantías a la oposición de que ha participado en esa integración”.
Al anunciar su disposición a participar en la mesa de diálogo, el Secretario Ejecutivo de la MUD, Jusús Torrealba, quizás para salvar la cara, aclaró que se aviene a ello a fin de posibilitar un “puente humanitario” de suministro de alimentos y medicinas para la población, y definió algunas condiciones para el inicio de las conversaciones: entre ellas, que el lugar de las reuniones ya no sea República Dominicana, que se libere a los presos políticos detenidos desde el 19 de marzo –cuando empezó la mediación de los expresidentes-, que no haya ningún “ardid” para convertir las negociaciones en un obstáculo para la realización del referendo revocatorio, y que se amplíe el grupo de facilitación con representantes de la Santa Sede y la OEA.
Desde Caracas, durante un evento, el Nuncio Apostólico en Venezuela, Aldo Giordano, se apresuró el mismo viernes a asegurar que la Iglesia “está dispuesta para servir al diálogo en Venezuela”.
El poderoso Alcalde del Municipio Libertador (centro-oeste de Caracas), Jorge Rodríguez –también exvicepresidente de la República y expresidente del organismo electoral-, miembro de la delegación gubernamental ante la mesa de diálogo, rechazó cualquier “condicionamiento” que la oposición plantee para asistir a las conversaciones. Su hermana, la canciller Delcy Rodríguez, también integrante del grupo de negociadores oficialistas, criticó el tono del comunicado del Departamento de Estado norteamericano, que, consideró, “hiere la sensibilidad patriótica e independentista del pueblo venezolano”.
El viernes en la noche llegó a Caracas el expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien aseguró que ya existen condiciones para el diálogo y que “tenemos que fijar una fecha ya ara la reunión de todos”. Se supo que el sábado llegarían a la capital venezolana los expresidentes Torrijos y Fernández para sostener reuniones por separado con el Gobierno y la MUD, con miras a sentar a ambos factores en una misma mesa la semana entrante.