Masacre en Egipto; no eran jihadistas, eran turistas

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Las fuerzas de seguridad egipcias dicen que fue por un error que mataron este domingo a 12 personas entre las que se encontraban varios mexicanos.

El ataque ocurrió en un lugar todavía no precisado cuando el grupo de turistas recorría la zona del Oasis Bahariya 350 kilómetros al sureste del Cairo. Las autoridades egipcias afirman que los turistas se encontraban en una zona restringida a los turistas.

El desierto del oeste egipcio es uno de los bastiones de grupos jihadistas, que cometen a menudo numerosos atentados contra las fuerzas del orden en todo el país. La cancillería mexicana, al confirmar el incidente ocurrido en circunstancias todavía no aclaradas, señaló que se encuentra en proceso de identificar y confirmar los nombres de los fallecidos. Según medios de comunicación mexicanos, uno de los fallecidos sería Rafael José Bejarano Rángel, un músico de 40 años cuya madre resultó herida en el ataque. “México condena estos hechos en contra de nuestros ciudadanos y ha exigido al gobierno de Egipto una exhaustiva investigación de lo ocurrido”, escribió Peña Nieto, a modo de condena, en su cuenta de la red social Twitter.

Estados Unidos, por su parte, indicó que su embajador en El Cairo está en contacto con las autoridades egipcias respecto de informaciones sobre la posible presencia de un ciudadano de su país en el convoy. Según dijo un alto responsable del Ministerio de Turismo, que pidió el anonimato, los turistas y sus acompañantes abandonaron la ruta para adentrarse en el desierto, en una zona no autorizada. Durante la tarde, el grupo Estado Islámico en Egipto había afirmado en un comunicado que había resistido el domingo una operación del ejército en el desierto occidental y obligado a huir a miembros del grupo jihadista, sin dar más detalles.

Tanto las filiales egipcias del EI –el Estado Islámico en Egipto y Provincia del Sinaí– como el resto de grupos jihadistas reivindican a menudo ataques contra las fuerzas del orden, especialmente en la península desértica del Sinaí, donde tienen su principal feudo.

Tras derrocar al presidente islamista Mohamed Mursi en julio de 2013, su sucesor al frente del país, el presidente Abdel Fatah al Sisi, lanzó una sangrienta represión contra sus partidarios. Centenares de policías y soldados murieron ya en los atentados de los jihadistas, que comenzaron hace más de dos años, quienes aseguraban en un primer momento actuar en represalia a la implacable represión.

Desde julio de 2013, las fuerzas de seguridad mataron a más de 1400 manifestantes pro Mursi, entre ellos miembros de su cofradía de los Hermanos Musulmanes, y detuvieron a otros 15.000. Cientos de detenidos, entre ellos el propio Mursi, han sido condenados a muerte en procesos judiciales express, que Naciones Unidas calificó como juicios “sin precedentes en la Historia reciente” del mundo. Aunque agentes de la policía y el ejército suelen ser sus objetivos principales, algunos grupos vinculados al EI empezaron a atacar a ciudadanos occidentales con la intención, según el análisis de los expertos, de perjudicar los ingresos del Estado, al hacer huir a los turistas y a los inversores extranjeros del país de los faraones.

Al menos 10 millones de turistas visitaron el año pasado Egipto, frente a los casi 15 millones que lo hicieron en 2010. Los jihadistas perpetraron el 11 de julio un atentado con coche bomba contra el consulado de Italia en El Cairo, matando a su paso a un transeúnte. Y, en una zona del desierto occidental próxima a la capital egipcia, una filial del EI decapitó el 13 de agosto a un joven croata, que trabajaba para una compañía francesa, un año después de matar a un estadounidense en esta zona.