La caída del general Maximiliano Hernández Martínez

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Luego de 13 años de gobierno autoritario, presionado por una huelga general, el general Maximiliano Hernández Martínez renunció al poder hace 73 años.

El movimiento revolucionario cívico militar del 2 de abril de 1944, fracasó en su intento de derrocar al dictador, Gral. Maximiliano Hernández Martínez, y los dirigentes y ejecutores principales de dicho movimiento insurreccional, fueron fusilados, encarcelados o exiliados.

Ya que la rebelión no se logra con los fusiles y metralletas, se busca el arma poderosa de la huelga general.

La huelga se planificó detalladamente y los primeros en declararla fueron los estudiantes universitarios, el día 28 de abril. Luego se llevó a cabo, en forma escalonada, la paralización de las actividades: el 1 de mayo, huelga de empleados en varias oficinas privadas, luego se suman los empleados de gobierno. El día 2, desfile de maestros, estudiantes, mujeres vestidas de luto, médicos y tecnólogos médicos, quienes también se suman a la huelga.

Los médicos del Hospital Rosales acuerdan enviar un pliego de demandas al Presidente de la República. Cesan en sus labores los empleados de fábricas y de los ferrocarriles. El día 3, empleados de los cines dejan sus puestos. Cierran los centros de segunda enseñanza y algunas oficinas públicas.

El comercio paralizó por completo sus actividades y también los empleados bancarios. El día 4, las vendedoras de los mercados se agregan a la huelga.

La represión contra el levantamiento comunista de 1932.

Las hojas sueltas contrarias a la dictadura, sacadas en máquinas de escribir o en mimeógrafos, se multiplican por miles y se entregan de mano en mano, haciéndolas circular masivamente a fin de que todos se enteren de los propósitos de la huelga. Las plazas públicas sirvieron de lugares de concentración a los ciudadanos que escuchaban la palabra encendida de los oradores, quienes valientemente pedían que el presidente abandonara el poder.

El Gral. Hernández Martínez permanecía impasible, hasta que en ese mismo día 4, dispuso dirigirse a las clases económicamente débiles, prometiéndoles en su discurso, profundas reformas sociales con el objeto de halagarlas y romper su cohesión oposicionista, pero no logró su cometido. “O se va Martínez del poder o nadie volverá al trabajo”, fue la decisión nacional.

Al no encontrar en el pueblo la más leve indicación de que estuviera dispuesto a retractarse, un alto jefe militar se presentó ante el dictador, le pidió autorización para disolver la huelga con la fuerza de las armas, pero el presidente, en un gesto que ennoblece su memoria, le replicó: “No general, el pueblo desarmado no es un objetivo militar”.

En verdad, esta frase dicha por quien ya había triunfado militarmente y dominado la rebelión (en esa ocasión armada), al negarse a masacrar al pueblo, da un ejemplo muy edificante a sus compañeros de armas.

El día 5, el cuerpo médico, por conducto de los doctores Luis V. Velasco, Raúl Argüello y Ricardo Posada h., en vista de que su exposición presentada el 2 de mayo al Ejecutivo, no había obtenido respuesta, puso en manos del Embajador de los Estados Unidos de América, para su conocimiento, el memorándum, que en lo pertinente dice: “Los infrascritos médicos y cirujanos reunidos en sesión en el Hospital Rosales, acuerdan ir a la Huelga Total en los cargos que desempeñan en los distintos centros de Caridad Pública, así como también el cierre total de sus clínicas y oficinas particulares y empleos públicos que desempeñan.

Tal decisión tendrá límites hasta el cambio del sistema gubernativo del país; y los firmantes empeñan su palabra de honor que, por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia, romperán dicha actitud hasta no obtener una Patria libre y digna. Pedimos el inmediato depósito presidencial en cualquier designado para que éste convoque a elecciones libres. Este es el único medio de llevar paz a la sociedad. De lo contrario, un alto deber moral y patriótico nos obliga a no ceder un ápice de nuestras legítimas pretensiones”.

Sesenta firmas de médicos residentes en San Salvador aparecen al pie de este histórico documento, a cuyos conceptos fueron adhiriéndose varias asociaciones, tales como las de farmacéuticos, abogados e ingenieros.

El día 7, a las 16 horas, un policía nacional de apellido Baires, mató de un disparo de fusil al joven ciudadano norteamericano José Wright Alcaine cuando éste salía de su casa. La ola de indignación invadió todo el país y la presencia del pueblo en los actos fúnebres fue imponente, así como emocionante su consternación por aquella víctima inocente. En la noche de ese mismo día, el Embajador norteamericano visitó al Presidente de la República. La policía se retiró de las calles de San Salvador y la Panamerican Airways, decidió suspender sus aterrizajes en la capital.

A la media noche, miembros del Gabinete de Gobierno y altos jefes militares se reunieron urgentemente y acordaron presentar su renuncia. El día 8, el presidente anunció por la radio que renunciaría a su cargo y entregaría el poder. El pueblo jubiloso no abandonó las plazas y se mantuvo vigilante para exigir el cumplimiento de la promesa hecha por el Gral. Hernández Martínez.

Fue el júbilo de un pueblo que derrocó al dictador después de 40 días de iniciada la rebelión y que por fin ejerció su soberanía y se enteró y tomó conciencia en quién verdaderamente radica. El día 9, a las 10 horas, la Asamblea Nacional, por Decreto Legislativo No. 34, aceptó la renuncia del Gral. Martínez y en su lugar fue nombrado el general Andrés Ignacio Menéndez. Por la noche de ese mismo día 9 de mayo, en su mensaje de despedida al pueblo salvadoreño, el ex – presidente Hernández Martínez dijo: “Doloroso fue para mí firmar las sentencias de muerte, pues se trataba de alumnos míos, discípulos y amigos que, por desgracia, se lanzaron por un camino vedado”.

Al término de su mensaje, el Gral. Hernández Martínez expresó: “No creo en la historia porque ésta la escriben los hombre y cada uno de ellos tiene su pasión favorable o desfavorable”.

Al día siguiente el dictador salió del país rumbo a Guatemala. La euforia del pueblo salvadoreño era indescriptible. Había terminado de escribir una de las páginas más hermosas y brillantes de la historia patria: el movimiento de unidad nacional más grande que ha existido en El Salvador.

El Gral. Hernández Martínez permaneció un tiempo en Guatemala y luego continuó su viaje a Nueva Orleans, para posteriormente radicarse en Honduras, donde compró algunas propiedades, para trabajarlas agrícolamente. El día domingo 15 de mayo de 1966, fue asesinado por su motorista José Cipriano Morales, de 32 años de edad y originario de Santa Rosa de Lima, quien le asestó 15 puñaladas, según el médico forense hondureño que lo reconoció, en el comedor de su casa de habitación en el rancho Jamastrán, Departamento de Paraíso a 39 kms. de la población de Danlí, al este de Tegucigalpa, Honduras.