Exagente de la KGB acusa a Putin de derribar el avión en el Sinaí para entrar en la guerra siria

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El 31 de octubre de 2015, un avión de la compañía Metrojet, que cubría la ruta desde Sharm el-Sheikh a San Petesburgo, fue derribado lo que provocó la muerte de los 217 pasajeros que viajaban a bordo, casi todos de nacionalidad rusa. Dos horas después, el grupo islamista Wilayat Sina reivindicó la autoría del atentado, pese a que los expertos dudan de la capacidad armamentística del grupo para llevar a cabo un ataque de tal magnitud. Semanas después, a través de una de las revistas oficiales de Estado Islámico, aseguraron que el ataque lo realizaron con una bomba en un lata de refresco. ¿es creíble esta teoría?

Un hombre cree que no. Se trata de Boris Karpichkov, un exagente de la KGB, que desde una localización secreta en Reino Unido, asegura que fue el Kremlin y no Estado Islámico quién derribo el avión. Así lo recoge hoy el diario británico Daily Mail, que destaca que “Putin autorizó la operación para ganarse la simpatía mundial en un momento en el que el conjunto de la comunidad internacional estaba en su contra debido a su injerencia en Ucrania, entre otros asuntos”.

Tal y como señala este rotativo, Boris Karpichkov tiene motivos para verter esta acusación ya que se peleó con miembros de los servicios de inteligencias rusos y tuvo que huir a Reino Unido para evitar la cárcel. Sin embargo, la leyenda negra que acompaña a Putin y sus aliados en el poder merecen dar voz a una de los muchas teorías en torno a los enigmas del avión abatido en la Península del Sinaí.

La fuente de información que baraja Karpichkov proviene de un general de la GRU (una de las numerosas agencias de inteligencia militar rusas). Al parecer, días antes del supuesto atentado, Putin habría trasladado a sus principales colaboradores su preocupación por la pérdida de influencia de Rusia en Oriente Medio así como el desgaste de sus amigo y aliado, Basahr al Assad en Siria.

El plan, supuestamente, fue trazado por unos d ellos funcionarios de la GRU, con el objetivo de “matar dos pájaros de un tiro”, dice Karpichkov. Por un lado, conseguir la aprobación de la comunidad internacional para las operaciones masivas contra los enemigos de Al Assad y por reforzar el negocio armamentístico de Rusia. Siria se ha convertido en el mayor campo de pruebas de las armas rusas.