El papa Francisco, jefe de la Iglesia católica, y el patriarca Kirill, primado de la Iglesia ortodoxa rusa, se encontrarán el 12 de febrero en Cuba. Se trata de un evento histórico. La primera reunión de los líderes de ambas iglesias, cuyas diferencias comenzaron en el siglo IV y cristalizaron en un cisma en 1054. Jorge Mario Bergoglio, que ese día tiene previsto iniciar su viaje a México, adelantará la salida de Roma para desviar su ruta y mantener un encuentro con Kirill en el aeropuerto José Martí de La Habana y firmar después una declaración conjunta. El patriarca Kirill hará escala en la isla caribeña antes de proseguir con una visita a Brasil y Paraguay.
El presidente cubano, Raúl Castro, recibirá al Papa y lo acompañará hasta su encuentro con Kirill. Desde hace años se venía especulando con la posibilidad de un encuentro histórico de los líderes de las dos iglesias hermanas, y de que este tuviera lugar en un tercer país.
El principal motivo que les ha llevado a superar sus diferencias es la preocupación común por la persecución -“genocidio”, en palabras de la Iglesia ortodoxa- de los cristianos de Oriente Próximo y el norte de África, según ha explicado el jefe del departamento de Exteriores de la Iglesia ortodoxa, el metropolita Ilariom, al anunciar el encuentro. El patriarca ortodoxo no quería que la reunión fuera en Europa porque considera a este continente fuente de conflictos.
Las relaciones siempre fueron delicadas, pero se acrecentaron tras la caída de la Unión Soviética hasta el punto de que el patriarca Alejo II, antecesor de Kirill, siempre se opuso al deseo de Juan Pablo II de visitar Rusia. Antes de una hipotética visita, sostenía Alejo II, había que solventar las diferencias entre las dos iglesias, que empezaron a distanciarse en el 330 d.C. y condujeron a un pequeño cisma en el 863, que se convirtió en definitivo en 1054, cuando Miguel I Cerulario, patriarca de Constantinopla, se opuso a cualquier intento de acercamiento a Roma. Entre las muchas entre las dos Iglesias, una de las más importantes es que los ortodoxos no reconocen la jurisdicción del Papa sobre todos los cristianos.
El pasado mes de febrero Kirill agradeció al Vaticano su postura en relación con la crisis entre Rusia y Ucrania. Según publicó entonces la agencia AsiaNews, el patriarca de Moscú y de todas las Rusias declaró que, mientras la Iglesia greco-católica había mantenido una actitud “extremadamente politizada” e incluso “rusofóbica”, la Santa Sede «siempre ha tenido una postura equilibrada en relación con la situación en Ucrania, y siempre ha evitado valoraciones de parte, llamando a las negociaciones de paz y al cese de los enfrentamientos armados».
El patriarca ruso aprovechó la ocasión para destacar la buena sintonía con la Iglesia de Roma, acentuada por el interés de Jorge Mario Bergoglio en promover la unión entre los cristianos y favorecer el diálogo con otras religiones. “La dinámica es positiva”, explicó Kirill, “sobre todo por la clara comprensión de la necesidad de los fieles ortodoxos y católicos de actuar de manera conjunta para proteger los valores cristianos y afrontar los desafíos modernos, como el secularismo, la discriminación de los cristianos, la crisis de la familia y la debilitación de los principios morales en la vida privada y social”.
Durante las últimas semanas habían circulado algunas informaciones, desmentidas enseguida por la Iglesia ortodoxa rusa, en las que se había especulado con la posibilidad de que el papa Francisco y el patriarca Kirill se encontraran en Latinoamérica durante el mes de febrero dado que ambos coincidirán en el continente, el primero en México –del 12 al 18—y el segundo, en Brasil y Paraguay. Un portavoz de la Iglesia ortodoxa dijo, no obstante, que “la posibilidad del encuentro está, inevitablemente, en la agenda de las relaciones bilaterales, pero el calendario y el lugar de la reunión aún no se ha establecido”.
El 28 de enero de 2009, el papa Benedicto XVI envió un mensaje de felicitación a Kirill por su entronización como patriarca de Moscú en la que ya entonces le agradecía los esfuerzos de acercamiento mientras desempeñó el cargo de responsable de las relaciones exteriores de la Iglesia ortodoxa rusa. “Tengo la sincera esperanza”, escribía Joseph Ratzinger, “de que vamos a seguir colaborando en la búsqueda de formas para fomentar y fortalecer la comunión”.