Demócratas y republicanos perfilan pacto migratorio que desafía a Trump

0
1100

Washington.- Los congresistas estadounidenses alcanzaron el lunes por la noche un principio de acuerdo para evitar un nuevo cierre parcial del Gobierno, cuatro días antes de que expire el plazo de tres semanas dado por Donald Trump, al concluir el que fue el bloqueo administrativo más largo de la historia del país.

El compromiso sobre seguridad fronteriza, muy lejos de lo que exigía el presidente, entraña un desafío a Trump, que deberá optar entre aceptar una derrota o asumir la responsabilidad de un nuevo cierre. “No puedo decir que esté contento”, reconoció.

Los tuits de esta tarde sugieren que, presionado por su propio partido, el presidente se estaría inclinando hacia no utilizar su derecho de veto y sí apoyar el acuerdo que despejaría la posibilidad de un nuevo cierre administrativo, que nadie desea, aunque tenga que decorar su decisión con imprecisas promesas de fuentes de financiación adicionales.

“No creo que vayamos a ver un nuevo cierre administrativo”, dijo Trump, que no descartó una declaración de emergencia, controvertida fórmula que le permitiría conseguir los fondos para su muro sin pasar por el Capitolio. Un nuevo cierre podría ser muy perjudicial para los republicanos, a quienes la mayoría de los estadounidenses, según los sondeos, veía como responsables del anterior.

El presidente estudiaba a primera hora de la tarde de ayer todas sus posibilidades. Primero, firmar o no el acuerdo, y borrar del escenario, o no, el cierre administrativo. A continuación, adoptar o no una orden ejecutiva, o una declaración de emergencia, que le permita cumplir su promesa electoral, posibilidades ambas que desencadenarían muy probablemente una batalla en los tribunales.

Los demócratas, según los términos del preacuerdo difundidos, cederían en sus demandas sobre la limitación del número de camas en los centros de detención de la frontera. El principio de acuerdo autoriza la financiación de 40.000 camas o plazas en los centros de detención de Texas, Arizona y California. Se trataría de una reducción respecto al número actual de 49.000 y se acercaría a los niveles de la época anterior a Trump. Pero la letra pequeña del acuerdo, según The New York Times, permitiría financiar de facto hasta 58.000 camas, algo que los republicanos podrán vender como una victoria.

El presidente se enfrenta en cualquier caso a un baño de realidad, algo a lo que no ha estado acostumbrado durante la primera mitad de su mandato: la necesidad de compromiso, de flexibilidad, a la que obliga la nueva realidad de poder dividido que estrenó el país tras las elecciones legislativas de noviembre, que dieron el control de la Cámara de Representantes a los demócratas.

Los congresistas republicanos, temerosos de los efectos de un nuevo cierre gubernamental entre sus votantes, han hecho lo que Trump no quiso hacer: negociar con los demócratas, cuya perseverancia deja a los republicanos muy lejos de los deseos expresados por Trump.

Como en todo compromiso, los términos difundidos difícilmente satisfarán a los legisladores más beligerantes, a izquierda y derecha. El descontento no tardó en aflorar entre los comentaristas de derechas. “Cualquier republicano que apoye este compromiso basura deberá dar explicaciones”, advirtió Sean Hannity, forofo trumpista de Fox News. “Esto no representa ni una fracción de lo que el presidente ha prometido al pueblo estadounidense”, declaró el congresista republicano Mark Meadows, según The Washington Post.

Al tiempo que los negociadores anunciaban su principio de acuerdo, el presidente se encontraba en la ciudad fronteriza de El Paso, Texas, donde dio su mitin más importante desde la campaña de las elecciones legislativas de noviembre, que entregaron la Cámara de Representantes a los demócratas. Los gritos de “¡Construye el muro!” con los que las miles de personas congregadas le interrumpían a cada rato sugieren que Trump tendrá difícil vender a sus votantes el principio de acuerdo alcanzado en el Congreso como algo parecido al gran muro en la frontera que les vendió.

El principio de acuerdo alcanzado este lunes, según fuentes del Congreso citadas por Associated Press, contempla la construcción de 88 kilómetros de nuevo vallado en la frontera con México (frente a los 345 kilómetros que la Casa Blanca pedía en diciembre), y el dinero destinado sería apenas una cuarta parte de la cantidad que reclama el presidente para el muro: una cifra de algo menos de 1.400 millones, frente a los 5.700 millones que reclama Trump. Se trataría, además, según las mismas fuentes, de una valla construida con alguno de los diseños existentes, como barras de metal, y no de un muro de hormigón como el que prometía Trump al principio.

“No puedo decir que esté contento [con el principio de acuerdo]”, reconoció ayer el presidente, sin aclarar si utilizará su derecho de veto. Pero anunció, sin mayor detalle, que realizará “añadidos” e insistió en que construirá “un muro bello, grande y fuerte”. La gestación del preacuerdo apunta a una situación insólita: se trataría de la primera vez que los legisladores republicanos actúan de espaldas al presidente, en un tema central de su agenda política.