Durante este acalorado tiempo de campaña, no han faltado propuestas sobre cómo responder al reto de la inmigración en nuestra frontera sur. Construir muros. Deportar a personas de manera masiva. Y todo esto acompañado por un constante caudal de retórica inflamatoria contra los inmigrantes. Estas respuestas empañan nuestros más firmes valores e ignora nuestra preciada historia como una nación de inmigrantes donde los pobres y los vulnerables cuentan con una oportunidad justa para lograr el sueño americano.
Nuestro gobierno ha asumido una estrategia fundamentalmente distinta en respuesta al doloroso reto de miles de menores no acompañados que llegan a nuestra frontera sur provenientes de Centroamérica. Conozco esto mejor que cualquier otra persona, porque cuando esta migración llegó a su auge de casi 50,000 menores durante el verano antepasado, el presidente Obama me pidió que dirigiera nuestra respuesta.
Como vicepresidente, he viajado a Costa Rica y Honduras, y tres veces a Guatemala. Tan solo este año me he reunido tres veces con los presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica –El Salvador, Honduras y Guatemala–. Y hoy me reuniré de nuevo con el presidente Solís de Costa Rica, para discutir nuestras próximas medidas, en cooperación con Naciones Unidas, para ayudar a familias e individuos vulnerables en la región.
La migración desde Centroamérica es un problema complejo sin soluciones fáciles. Abordar los factores que motivan a familias y niños a huir –incluyendo la pobreza demoledora, la violencia endémica y un profundo deseo de reunificar a las familias– requiere severas compensaciones.
Por eso es que el gobierno Obama-Biden ha emprendido un acercamiento de doble vía que ofrece asistencia a personas en peligro inmediato y a la vez busca soluciones de largo plazo para abordar los motivos subyacentes de la migración.
A fin de cuentas, queremos que los pueblos de Centroamérica tengan un futuro de esperanza y prosperidad en sus países. Pero quienes sufren hoy bajo la terrible violencia no pueden esperar hasta que llegue un cambio fundamental. Por eso es que hemos logrado que sea más fácil tomar en consideración, bajo nuestros programas de reasentamiento, a individuos vulnerables en Centroamérica
Y hoy, el presidente Solís y yo discutiremos otra medida importante: Costa Rica ha acordado albergar de manera temporal a refugiados provenientes del Triángulo Norte mientras pasan por un proceso de escrutinio para poder reasentarse en los Estados Unidos o en algún otro lugar.
También estamos colaborando con otros asociados de la región, tales como México, para estar seguros de que todos los migrantes estén recibiendo trato humano y que cualesquier medidas para limitar la migración por parte de personas indocumentadas respeten la dignidad humana de los migrantes y tomen en plena consideración sus reclamos como refugiados bajo la ley.
Estas medidas de corto plazo van de la mano con nuestra estrategia de más largo plazo. Durante los últimos dos años, Estados Unidos ha incrementado en forma dramática su asistencia exterior hacia Centroamérica, y más que duplicado nuestro presupuesto para la región, desde los $317 millones del 2014 hasta los $750 millones de hoy. Hemos dado instrucciones para que departamentos y agencias de toda nuestra Administración produzcan resultados concretos y hemos colaborado con el Congreso para asegurar que nuestros esfuerzos reciban su debido financiamiento.
Al mismo tiempo, hemos sido muy claros en decir que este dinero no es una dádiva. Está supeditado a que cada país cumpla con hitos específicos para fortalecer la seguridad e implementar reformas políticas y económicas. Yo, personalmente, he desafiado a los presidentes de El Salvador, Honduras y Guatemala a que cumplan sus compromisos con nosotros y, aún más importante, con sus propios pueblos. Hay que darles crédito por haber creado la Alianza para la Prosperidad, dirigida a coordinar todos sus propios esfuerzos, y han aportado hasta $2,600 millones de su propio dinero para complementar de manera pareja nuestro compromiso financiero hacia la región.
Juntos, hemos desarrollado un plan comprensivo que se arraiga en nuestro compromiso para mejorar la seguridad: el fundamento indispensable para todos los demás aspectos del progreso. Vamos a seguir colaborando para erradicar las redes delictivas internacionales que promueven el contrabando de drogas, el tráfico de personas y la criminalidad financiera.
En el frente económico, hemos implementado programas para expandir la prosperidad de manera más amplia. Pero también reconocemos que el mejoramiento de la gobernanza es la clave para atraer las inversiones internacionales que necesita Centroamérica, de modo que hemos instituido iniciativas anticorrupción para reformar los cuerpos de policía, los sistemas judiciales, los procedimientos aduaneros y la recaudación de impuestos.
A Centroamérica aún le queda un largo trecho por delante. Pero el progreso sí es posible con la ayuda continua de todos los participantes. A principios de este año asistí a la posesión del presidente Morales en Guatemala. Después que el anterior presidente y su vicepresidente fueran destituidos bajo cargos de corrupción, el presidente Morales fue elegido con la intención de realizar una limpieza del gobierno. De modo que durante su discurso de investidura él le pidió a los presentes que se pusieran de pie, que colocaran la mano sobre el corazón y que se unieran a él para prestar juramento en la lucha contra la corrupción, para poner a Guatemala en primer lugar. Fue un momento potente con un mensaje potente: todos tienen que ser parte de la solución.
Los pueblos de Centroamérica están deseosos de aprovechar este momento oportuno para lograr un cambio duradero. Y Estados Unidos seguirá colaborando con todos nuestros aliados de la región, apoyándolos en su progreso para que Centroamérica represente la próxima gran historia exitosa en el hemisferio occidental.