Vulnerables de nacimiento

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Del Blog de Juan Marco Álvarez G. – jmagreen –

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Cuando visualizamos los límites fronterizos de El Salvador claramente nos encontramos en desventaja en comparación a los países vecinos. Y la razón de esto es fácil de dimensionar, ya que la superficie fuera de El Salvador de las tres cuencas que compartimos con Guatemala y Honduras, representa un 62% de nuestro territorio. Me refiero a las cuencas del río Paz, Lempa y Goascorán.

Además de compartir las cuencas hidrográficas mencionadas, también compartimos el lago de Guija, así como tres acuíferos transfronterizos que son aprovechados a través de pozos para satisfacer las necesidades poblacionales, agrícolas e industriales y donde no existe ningún tipo de control o monitoreo de los mismos. Me refiero al acuífero Ostúa-Metapán, al acuífero del río Paz, y al acuífero Esquipulas-Ocotepeque-Citalá. En síntesis, todas las actividades que ocurren en este 62% de territorio guatemalteco y hondureño nos afectan a todos los salvadoreños enormemente.

La verdad es que el estar ubicados en la parte baja de un sistema hidrológico regional nos coloca en una posición de alta vulnerabilidad. Además, el hecho de que nuestros recursos naturales, o nuestro capital natural, incluyendo nuestras propias cuencas, se encuentren en extremo deterioro, nos hacen todavía más vulnerables debido a las inclemencias del clima. No debe sorprender entonces que un informe del 2012 divulgado por la ONG alemana Germanwatch, indicó que El Salvador se encontraba en el cuarto lugar de los países más afectados por el cambio climático, después de Tailandia, Camboya y Pakistán.

Interesantemente, la Estrategia Nacional de Recursos Hídricos presentada por el MARN en 2013, puntualiza sobre la necesidad de lograr la seguridad hídrica. La Estrategia afirma que: “esto implica la provisión de agua potable de calidad y para el uso doméstico, agua para el mantenimiento de los ecosistemas y la biodiversidad, agua para la agricultura y la seguridad alimentaria, agua para generar energía, agua para la industria y agroindustria y para la recreación. La seguridad hídrica también implica la reducción de riesgos a desastres por sequias, inundaciones y deslaves, ahora agravados por los cambios de uso de suelo y alteración de cauces y por los efectos del cambio climático. Implica reconocer que el agua no respeta fronteras entre países, lo que conlleva a la necesidad de esquemas de gestión transfronteriza.”

Al respecto, es de extrema urgencia buscar algún tipo de acuerdo binacional con Guatemala y Honduras, pero es más importante aún que nuestro País aterrice ya en un plan de fortalecimiento de su propio capital natural que hoy por hoy se encuentra seriamente degradado. Y es que fortalecer el capital natural de El Salvador equivale a promover inversiones y acciones de restauración, regeneración y protección de nuestros recursos naturales. Al final, estas inversiones se traducirán en una reducción de la vulnerabilidad ambiental. Apostarle a acciones e inversiones que garanticen una provisión robusta y continua de servicios ambientales, como la producción de oxígeno, captación de carbono, generación de agua, depuración, regulación y almacenamiento de agua lluvia, mitigación de riesgos, y polinización, entre otros, equivale a garantizar menor riesgo a la población y una disminución de la vulnerabilidad en general.

Para esto debemos de ser creativos con fondos propios, pero primero debemos ordenar nuestras finanzas internas como País e identificar algunas fuentes de dinero alternativas. Y esto requiere de convicción política a nivel de Casa Presidencial. También existen fondos internacionales para financiar estas acciones, como el Fondo de Adaptación al Cambio Climático, el cual ha beneficiado recientemente con $10 millones a un grupo de 400 agricultores de Costa Rica. También el Fondo Verde del Clima, que está en proceso de consolidarse, contará con fuertes cantidades de dinero provenientes de los países desarrollados y comenzará a operar a finales del año. Estos fondos son brazos financieros de la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas, y El Salvador debe irse preparando con propuestas de proyectos de alto impacto.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer con Guatemala y Honduras para que sus actividades dentro de estas cuencas y otros recursos hídricos compartidos sean amigables y no aumenten nuestra vulnerabilidad? Hay varias opciones, incluyendo buscar la cooperación para generar beneficios ambientales, económicos y políticos. Acá, la meta última es la gestión integrada de los recursos hídricos. Pero primero, es importante conocer algunas de estas actividades en los países vecinos, y sí quiero mencionar las que considero de mayor impacto ambiental para El Salvador.

En el lado de Guatemala, en los departamentos de Jutiapa y Chiquimula, la actividad minera es muy fuerte. Solo en Chiquimula se cuenta con 13 permisos de explotación y 3 de exploración de minerales como el óxido de hierro, bentonita, oro, plata, cobre, plomo y zinc. En Jutiapa se han emitido varios permisos de explotación de arena, grava, oro y plata. Y es que las actividades de explotación de oro y plata en la Mina de Cerro Blanco, de no gestionarse de manera adecuada y con tecnología de punta, podrían comprometer el agua del lago de Guija, así como el agua que se distribuye a San Salvador desde la bocatoma de la planta potabilizadora Las Pavas, en el río Lempa.

En el lado de Honduras, en la cuenca del río Goascorán, un ejemplo concreto de una actividad que nos impactará pronto es un proyecto financiado por el Banco Mundial. El proyecto tiene como objetivo mejorar la seguridad alimentaria de la población hondureña y se implementará en 25 municipios de los cuales dos forman parte de la cuenca del río. Uno de los componentes del proyecto es la implementación de microsistemas de riego, el cual requiere un seguimiento por parte de El Salvador, en términos de monitorear actividades y efectos, incluyendo la disponibilidad o el caudal del agua que drenará hacia territorio de El Salvador.

Aunque representa un enorme desafío, El Salvador tiene que fortalecer relaciones ribereñas, identificando una agenda de cooperación beneficiosa de recursos hídricos compartidos y desarrollando sinergias entre los diferentes usuarios de agua en todos los niveles. Con Guatemala, se trató de formar una comisión binacional para aterrizar asuntos de medio ambiente, agua y minería, y aunque se firmó una Declaración Conjunta en septiembre 2012, la iniciativa no prosperó por el retiro de los representantes guatemaltecos. La Declaración debe ser retomada cuanto antes pues cuenta con varias oportunidades y necesidades para nuestro País. Un ejemplo es el artículo 13 de la Declaración que dice: “Iniciar la negociación de uno o varios tratados de curso de agua internacional entre El Salvador y Guatemala, con el objeto de regular los derechos y obligaciones de ambos países respecto a la conservación, el uso y el aprovechamiento del recurso hídrico.”

Una recomendación para la Comisión de Medio Ambiente y Cambio Climático y en especial para la Comisión de Relaciones Exteriores de nuestra Asamblea Legislativa es impulsar la ratificación de la “Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho de los Usos de los Cursos de Agua Internacionales para Fines Distintos de la Navegación”, pues codifica deberes y derechos fundamentales de los estados ribereños y promueve un marco de cooperación entre ellos. Aunque este tratado fue adoptado por la mayoría de los países miembros de la ONU, no se encuentra en vigor y por lo tanto no es obligatorio. Pero al ratificarse por nuestra Asamblea puede proveer la categorización de una serie de principios y normas que pueden fungir como directrices hacia los tres países en términos de establecer un esquema para el manejo de los recursos hídricos compartidos.

El reto obvio para El Salvador es impulsar que Guatemala y Honduras ratifiquen esta Convención también. Acá tendrán que involucrarse directamente el Ministro de Relaciones Exteriores, junto a los Diputados relevantes de nuestra Asamblea Legislativa. En ese sentido, será muy prudente la conformación de una Comisión negociadora de alto nivel cuanto antes, ya que este es claramente un tema prioritario en nuestra agenda de Nación.

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