La historia del Rey Pirro

0
1292

Pirro vivió entre el 318 o 319 y el 272 a.C. y fue Rey del territorio de Epiro. Su historia se empieza a fraguar a la muerte de Alejandro Magno. Cuando en el 323 a.C. a sus 32 años, como resultado del efecto de alguna enfermedad exótica o, más probablemente a causa de un envenenamiento intencionado, Alejandro Magno, soberano del mundo, agoniza en su cama de Babilonia. Rodeado por sus fieles generales, el quebrantado rey intenta articular unas últimas palabras para nombrar un sucesor y evitar así la descomposición del imperio pero, afectado ya incluso en el habla, solo parece distinguirse un débil “Krat´eroi” (“Al más fuerte”) balbuceado en sus últimas palabras, lo que se traduciría en decenas de años de cruentas guerras entre los legítimos herederos del joven emperador.

Pocos años después, en mitad de este caos bélico, nacerá el príncipe Pirro, hijo de Eácidas, rey de Epiro, un territorio independiente ubicado en el noroeste de Grecia. Pirro, emparentado con Alejando por parte de madre y descendiente del legendario Aquiles, se establecerá en el trono a los 23 años de edad. Desde allí aprovecharía inteligentemente la inestabilidad de los reinos vecinos para llevar a cabo intervenciones que aumentaran el territorio del reino. Grecia ya había cumplido su ciclo histórico y estas guerras intestinas daban buena muestra de ello.

La atomización de Grecia, que ya nunca volvería a ser lo que había sido, contrastaba con el auge de Roma, que aún no era más que un reflejo de lo que habría de ser. Roma había pasado el último siglo expandiéndose en todos los frentes a costa de Samnitas, Galos, Umbros, Etruscos y Sabinos y, con ello, dominando a todo el territorio continental de la bota italiana a excepción de las ricas ciudades griegas de la costa meridional, que dominaban el comercio del Adriático desde su privilegiada posición. Tarento era la ciudad más importante de todas las colonias griegas de la Magna Grecia, por lo que no tardaría en ser víctima de la ambición de la aristocracia romana.

En 281 a.C., Roma enviará una flota de guerra a las proximidades de Tarento, un acto que supondrá la transgresión de los tratados pacíficos firmados con la colonia helénica, lo que será respondido militarmente por las autoridades tarentinas, encontrando Roma un pretexto para la guerra. Desesperados, los italotas tarentinos llamarán al prestigioso Pirro para librar su guerra.

En 280 a.n.e, el célebre rey desembarcará a la cabeza de un monstruoso ejército, que reforzará con jóvenes de la Magna Grecia, y que lo llevará a obtener las costosas victorias de Heraclea (280 a.C.) y Ásculo (279 a.C.) por la utilización de los onerosos elefantes contra los romanos, bestias jamás vistas en Italia hasta la fecha.

“Otra victoria como ésta y estamos perdidos” Pirro, tras la batalla de Ásculo

El Senado Romano rechazará entonces firmar la paz con Pirro por considerar una humillación claudicar ante un caudillo armado, por lo que éste, en cuanto se lo permitieron las circunstancias, reactivó la guerra contra los romanos. Sin embargo, la vuelta a las hostilidades no habría de ser tan triunfal como esperaba pues, aprovechando la experiencia de las batallas pasadas, los romanos habían pasado los dos últimos años investigando formas para contrarrestar en el campo de batalla a los elefantes, verdaderos artífices de las victorias de Pirro.

Y así, por última vez, el ejército de Pirro se encontraría con los romanos, y lo haría en los campos de Benevento (275 a.C.), donde los imponentes elefantes de Pirro, habrían de darse la media vuelta y, como poseídos, aplastar inmisericordemente a las fuerzas del rey epirota, cuando los romanos prendieron fuego a unos cerdos chillones y los lanzaron contra el bloque de elefantes, que engendraron un caos en el campo de batalla.

Pirro, uno de los mayores enemigos de Roma y uno de los pocos enemigos que llegó a contemplar las murallas de la ciudad, tras una ausencia de seis largos años de campaña, regreso a Epiro (274 a.C.) junto a sus consumidos ejércitos y a sus casi agotados fondos. Atrás dejaba Roma, una potencia en constante crecimiento que pronto se enfrentaría a Cartago por la hegemonía del Mediterráneo.

“Perdió seis años en estas expediciones, en las que, si en los intereses salió menoscabado, el valor lo conservó invencible en medio de las derrotas (…). Lo que adquiría con sus hazañas lo perdía por nuevas esperanzas, y no sabía salvar lo presente, según convenía, pues codiciaba lo ausente y lo venidero”-Plutarco, sobre Pirro

No había pasado mucho tiempo organizando las vicisitudes de su propio reino cuando volvió a recibir una llamada de auxilio, esta vez de Argos (Esparta), que se encontraba sumida en una sangrienta guerra civil. Pirro, que jamás dudó en responder a las llamadas del destino, se mostró favorable a la intervención.

Esta sería la última campaña del rey, pues cuenta la leyenda que adentrándose con reducidas fuerzas en la ciudad de Argos, sufrió una emboscada tal, que el contingente encabezado por Pirro se vio forzado al combate callejero. Será en las calles de la ciudad espartana donde, en mitad del fragor del combate, recibirá una lanzada espartana en el pecho. Como la fiera que herida multiplica su ferocidad, Pirro siguió combatiendo en pie al enemigo, tal y como había hecho toda su vida, pero la suerte, una vez más no habría de sonreírle. Una de las madres espartanas, contemplando desde el tejado a su joven hijo batirse contra el fiero rey, lanzó a este una teja con tanto acierto que golpeó en la nuca de éste, derribándolo al suelo, dejándolo indefenso ante las armas de los espartanos que ahora le rodeaban.

En cualquier caso, verdad o no, se dice que Pirro murió en combate, como no podía ser de otra manera, pues éste era un rey que se había criado entre soldados, un soldado que soñaba con emular a los grandes héroes, un héroe que con sus hazañas consiguió moldear a su favor la dura materia prima de la que se compone la Historia.

Escipión- Aníbal, para ti, ¿Quién es el mejor general de todos los tiempos?
Aníbal- “Alejandro Magno, Pirro y yo”

Autor: Manuel Ruiz Isac para revistadehistoria.es