Hablando de privilegios

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Dr. Eduardo Vázquez-Bécker Salgado*

Para algunos, hablar de privilegios es hablar de desigualdad social, esto es porque lo consideran que esos privilegios les dan ventajas a personas que pertenecen a otros grupos sociales. Particularmente considero los privilegios como ventajas exclusivas o especiales que se gozan por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia. Son beneficios que quiere dar un superior y que se ha ganado la persona que goza de estos, por tanto, tener beneficios debe ser un estímulo a superarse, y esto no genera desigualdad social, lo que la genera son superiores incapaces de evaluar y premiar un buen trabajo, esto es, superiores sin liderazgo, o la incapacidad de algunas personas de mejorar, de desarrollarse.

Etimológicamente, el término privilegio procede del latín “privilegium” que puede definirse como “una ley privada”, o sea no pública o general, sino relativa a un individuo o cuerpo social específico que se distingue de los demás. Tanto en el área privada como en la pública hay privilegios, y esto es más necesario cuando se ostenta el Poder, sea en una empresa o una institución pública, El Poder debe tener sus símbolos, y si se desean estos privilegios, es necesario que alcance el Poder.

En un sentido judicial o normativo, el privilegio puede ser un permiso especial otorgado por las autoridades. Los privilegiados, por lo tanto, gozan de mejores condiciones que los ciudadanos comunes y esto es lo que molesta, no que existan esas mejores condiciones, es que no son generales, y es que no deben de serlo, de lo contrario dejarían de ser privilegios y ya no estimularían a nadie para superarse, perderían su razón de ser.

Se ha llegado a afirmar que los privilegios son nefastos, negativos, pero existen muchos tipos de privilegios, cada uno con sus peculiaridades. Hay privilegios locales, aquellos que se conceden en un espacio determinado y que no existe fuera de las fronteras. Hay privilegios personales, es aquel que se otorga a un individuo en concreto y que no se transmite a sus sucesores. Existe también el privilegio remuneratorio, que se da como premio a alguien que ha llevado a cabo una acción que merece la pena ser reconocida, alabada y recompensada. También hay privilegios naturales a los cuales no se puede renunciar como el hecho de vivir, de ver, oír, respirar, hablar, caminar es un privilegio. Vivir honestamente lo es más. Para un hombre, serlo es un privilegio; para una mujer, serlo es un privilegio.

También son privilegios la razón, la inteligencia, la conciencia, el libre albedrío, tomar decisiones, pronosticar y anticiparse al futuro, el tener fe, creer en Dios, la belleza, la bondad, la salud, la amistad, el amar y ser amado, el poder soñar, el pensar y tener en qué pensar, tener ilusiones, ser feliz, viajar.

Hay privilegiados por la fortuna, hay quienes logran hacer fortunas; hay privilegios que se obtienen por mérito, por trabajo y esfuerzos propios, como la educación, la cultura, que es afán de superación, que es estímulo y que hace que el éxito sea sinónimo de privilegio. Los títulos académicos y universitarios son privilegios.

De la misma manera es un privilegio vivir en democracia, la libertad, la estabilidad en el trabajo, tener influencia, contar con servicios públicos que funcionen. Llegar a tiempo a una entrevista es privilegio de quienes poseen sirena y escolta, la seguridad personal es privilegio de quienes utilizan guardias especiales, hasta el que se nos reconozcan y respeten los derechos ya es un privilegio. Están los privilegios parlamentarios que son prerrogativas o derechos que otorgan al poder Legislativo para asegurar su independencia frente a otros poderes. Eso sí, también debemos entender que servir al bien público es un gran privilegio.

Hay privilegios que se conceden por gracia sin atención a los méritos del privilegiado y hay privilegios “odiosos”, que perjudican a terceros, y hay que pensar también que nada es para siempre y el privilegiado de hoy puede no serlo mañana, pero esta pérdida de privilegios no debe estar fundamentada en una nueva lucha de clases, la de los no políticos contra los políticos, donde los no políticos quieren todos los privilegios y quieren restárselos a los políticos, o a los que trabajan con los políticos. Olvidan que criticar al poderoso es un privilegio y que además nos convierte a los que criticamos también en políticos.

Finalmente ¿saben a quienes les debemos que no todos tengan el privilegio de tener una buena atención de salud? Se lo debemos a quienes se opusieron hace años a evaluar una propuesta de reforma de salud previsional por razones ideológicas, sin análisis ni discusión; probablemente evitaron lo que ellos consideraban un mal pero generaron uno mayor al impedir la posibilidad de mejores servicios a la población.

Hoy nos preguntamos la razón de por qué unos tienen privilegios con un seguro de salud privado, de por qué este no es un privilegio para todos, bien, preguntémosle a ellos, a los que impidieron la posibilidad de mejorar los servicios de salud que presta el Estado por mantener sus propios privilegios, si se hubiera aprovechado esa oportunidad en lugar de generar conflicto, nadie estaría en esta discusión.
*Médico Cirujano
Master en Seguridad y Desarrollo Nacional y Defensa Nacional.