Fernando Poma advierte peligros que pueden llevar al Estado a un descalabro financiero

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En un interesante artículo de opinión publicado este día en un matutino impreso, el empresario Fernando Poma asegura, entre otras cosas, que para que haya crecimiento económico debe haber un  justo balance entre la recaudación y la generación de un ambiente seguro y atractivo para los inversionistas.

Poma dice en su artículo de análisis, que cuando se carece de crecimiento y además la recaudación fiscal no alcanza para cubrir los gastos del Estado, el Estado corre el riesgo de entrar en un círculo vicioso que lo puede llevar al descalabro financiero.

“No soy político, soy empresario. Con el paso del tiempo, continúo aprendiendo sobre las cosas que funcionan y las que no. Cada día voy entendiendo mejor que el buen manejo de una organización depende de tener una visión clara y compartida, así como un equipo de gente con creatividad, capacidad de ejecución y valores, con el fin de llegar a tener una cultura que promueve el éxito y la diferenciación. El éxito debe ser aplaudido y apreciado, y nunca resentido. La diferenciación se refiere a productos y servicios, pero también a gente. Debe haber movilidad interna donde los mejores ejecutivos sobresalen en un marco competitivo, con muchos integrantes buscando triunfar. Con los adecuados procesos, las mejores organizaciones van auto seleccionando y reteniendo a la mejor gente.

La organización más retadora es la administración de un gobierno. No obstante, aunque a mayor escala, hay muchas similitudes con otras organizaciones de gran tamaño y complejidad. Por ejemplo, un gobierno tiene un líder electo. También tiene ingresos, gastos, deuda, seguros e inversiones. Además, contrata gente y la divide en áreas funcionales. Un gobierno compite con otros para lograr ciertos beneficios, como por ejemplo, la inversión extranjera. Un gobierno puede llevar al país a la quiebra, si sus gastos corrientes y carga de financiera se van elevando a niveles considerablemente más altos que sus ingresos. Un gobierno también trabaja en promoción y mercadeo, como cualquier organización, solamente que en este caso, del país. Un gobierno es representante de y vela por los intereses de personas, los ciudadanos de la nación.

Como en una organización exitosa, un gobierno beneficia a su país desarrollando y comunicando una visión claramente definida. Esto, entre otras cosas, ayuda a promover la inversión y los beneficios que conlleva, como oportunidades de empleo y mayor recaudación fiscal. Esa inversión depende sobretodo de dos factores: rentabilidad y certeza. La visión de un país, reflejada en sus políticas y leyes, contribuye tanto a encontrar la rentabilidad requerida, como la predictibilidad y confianza para promover nuevos proyectos. En otras palabras, inversionistas requieren encontrar una oportunidad rentable y poder proyectar cómo estará su inversión y el ambiente en el que se encontrará en el largo plazo.

Como una organización responsable, un gobierno debe poder subsistir a largo plazo, pagando sus gastos y deuda con los ingresos que recauda. El modelo impositivo debe ser creado de tal manera que logre un balance entre una recaudación adecuada y la generación de un ambiente seguro y atractivo que fomente el crecimiento económico. Cuando se carece de este crecimiento y además la recaudación fiscal no alcanza para cubrir los gastos del Estado, entramos un círculo vicioso que puede llevar al descalabro financiero. En ese momento, el gobierno tiene principalmente tres opciones: subir impuestos, haciendo al país menos competitivo y estancando aún más su economía; incrementar la deuda pública; o entrar en un proceso real de austeridad.2 De estas tres opciones, la única que no agrava el problema es la última: un plan de reducción de gastos y de búsqueda de mayor eficiencia. Sorprendentemente, muchos gobiernos hacen precisamente lo contrario.

Es una peligrosa miopía creer que el crecimiento económico se genera, no a través de mayor competitividad, sino simplemente elevando el gasto corriente del país. Esto, más bien, agudiza el problema financiero y limita los excedentes de fondos necesarios para inversión en iniciativas productivas o en programas sociales.

El uso excesivo de deuda también es un arma peligrosa. Es curioso como muchas personas cuidan con ansias el efectivo que tienen en la billetera, pero le dan mínimo pensamiento al efectivo que tienen que pagar a través de un préstamo. Una obligación a pagar y el efectivo que tenemos en la actualidad, es similar (aunque la obligación a pagar puede ser más onerosa, ya que en la gran mayoría de casos, la tasa de interés es mayor que la tasa de inflación).

Hoy en día, cada ciudadano de El Salvador, a través de la deuda pública, debe aproximadamente US$ 2,500. Esto se traduce en un endeudamiento total de cerca de US$ 15.6 mil millones, representando un 62% de nuestro Producto Interno Bruto (PIB). Este nivel de deuda pudiera llevar al país a un estado de insolvencia si ocurre cualquiera de múltiples factores, incluyendo algo tan sencillo, como un aumento sostenido de tres o cuatro puntos en las tasas de interés en dólares.

Como país aspiremos a ser competitivos y comprendamos que la inversión no tiene fronteras, que realizarla en un país específico es relativamente similar a hacerlo en otro. Si realmente deseamos crecer y generar los beneficios que ello conlleva, debemos poder contestar preguntas como las siguientes: ¿Por qué va a venir alguien a invertir en este país versus hacerlo en otros de Centro y Sur América? ¿Qué nos diferencia de los demás de manera positiva? ¿Son nuestras leyes más competitivas? ¿Estamos creando un ambiente donde se encuentran oportunidades rentables? ¿Estamos promoviendo la confianza, la certeza y la predictibilidad requerida? ¿Ha establecido el gobierno un rumbo claro y definido para el país? ¿Lo ha comunicado adecuadamente a todos sus ciudadanos? ¿Estamos trabajando para “despartidizar” nuestras instituciones, fortalecer nuestro estado de derecho, y asegurar que se cumplan las leyes? ¿Tenemos la cultura adecuada: una cultura que promueve la rendición de cuentas, rechaza la corrupción y la falta de transparencia, y que exige que nuestros representantes en el gobierno tomen decisiones con integridad, capacidad y un verdadero compromiso de servir? ¿Contamos con los mecanismos que nos da la democracia para que personas que no cumplan adecuadamente sus funciones puedan ser reemplazadas por los ciudadanos a quienes representan? Y finalmente, ¿tenemos una cultura que celebra el éxito?

Todo esto requiere de verdadera voluntad política.

Notas de apoyo:

1 Confianza depende de muchos factores incluyendo el hecho de contar con un estado de derecho pleno. Entre otras cosas, las instituciones clave como el Tribunal Supremo Electoral, la Corte de Cuentas y la Corte Suprema de Justicia, no deberían ser dirigidas por miembros de partidos políticos y con fines partidarios, sino ser independientes y responder únicamente a los ciudadanos.

2 También puede progresivamente “formalizar” el sector informal.

3 La deuda no se puede reducir imprimiendo dólares, hecho afortunado viendo el pobre manejo de política monetaria en la mayoría de países de Latinoamérica y las alzas resultantes de inflación. El costo real de deuda pública lo asumen los ciudadanos y no hay fórmulas mágicas que lo reduzcan.”