Este es el discurso completo que Donald Trump dio tras prestar juramento como el presidente 45 de Estados Unidos.
“Presidente de la Corte Suprema de Justicia (John) Roberts, presidente (Jimmy) Carter, presidente (Bill) Clinton, presidente (George W.) Bush, presidente (Barack) Obama, compatriotas y gente del mundo: gracias.
Nosotros, ciudadanos de Estados Unidos, nos hemos unido ahora en un gran esfuerzo nacional para reconstruir a nuestro país y para restaurar su promesa para todo nuestro pueblo.
Juntos, definiremos el rumbo de Estados Unidos y del mundo en los años que vendrán. Enfrentaremos retos. Afrontaremos dificultades. Pero haremos el trabajo.
Cada cuatro años, nos reunimos en estos escalones para realizar una transferencia pacífica y ordenada del poder, y estamos agradecidos con el presidente Obama y con la primera dama Michelle Obama por su amable ayuda durante esta transición. Han sido magníficos.
La ceremonia de hoy, sin embargo, tiene un significado muy especial. Porque hoy no solamente estamos transfiriendo el poder de un gobierno a otro, o de un partido a otro, estamos transfiriendo el poder de Washington para devolvérselo a ustedes, ciudadanos estadounidenses.
Por mucho tiempo, un pequeño grupo en la capital de nuestra nación se ha beneficiado de las recompensas del gobierno, mientras la gente ha asumido el costo. Washington floreció, pero la gente no compartió esa riqueza. Los políticos prosperaron, pero se perdieron trabajos y las empresas cerraron. El establecimiento se protegió a sí mismo, pero no a los ciudadanos de nuestro país.
Las victorias de ellos no fueron sus victorias; los triunfos de ellos no fueron sus triunfos; y mientras ellos celebraron en la capital de nuestra nación, las familias con dificultades económicas tenían poco que celebrar en todo nuestro país.
Todo eso cambia aquí mismo y ahora mismo, porque este momento es su momento: les pertenece a ustedes. Les pertenece a todos los que se reunieron hoy aquí y a todos los que lo ven a lo largo de Estados Unidos.
Este es su día. Esta es su celebración.
Y este, Estados Unidos de América, es su país.
Lo que de verdad importa no es qué partido controla nuestro gobierno, sino que nuestro gobierno sea controlado por la gente.
El 20 de enero del 2017 será recordado como el día en que el pueblo volvió a controlar esta nación.
Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados. Todo el mundo los escucha ahora. Ustedes vinieron por decenas de millones de personas para ser parte de un movimiento histórico que el mundo nunca ha visto.
En el centro de ese movimiento hay una creencia fundamental: que una nación existe para servirles a sus ciudadanos.
Los estadounidenses quieren grandes escuelas para sus hijos, barrios seguros para sus familias y buenos trabajos para ellos mismos. Son las demandas justas y razonables de personas rectas.
Pero para muchos de nuestros ciudadanos existe una realidad diferente: madres e hijos atrapados en la pobreza en nuestros centros urbanos; empresas oxidadas y dispersas como lápidas en todo el territorio nacional; un sistema educativo lleno de dinero, pero que priva a nuestros bellos y jóvenes estudiantes del conocimiento, y el crimen, las pandillas y las drogas que han robado muchas vidas y le han arrebatado a nuestro país un enorme potencial.
Esta masacre estadounidense se detiene aquí mismo y ahora mismo.
Somos una nación y su dolor es nuestro dolor. Sus sueños son nuestros sueños y sus éxitos serán nuestros éxitos. Compartimos un corazón, un hogar y un destino glorioso.
El juramento que presté hoy es un juramento de obediencia a todos los estadounidenses.
Por muchas décadas hemos enriquecido a la industria extranjera a expensas de la industria estadounidense; subsidiado las armas de otros países, mientras permitíamos la reducción y el deterioro de nuestro ejército; defendimos las fronteras de otras naciones, mientras nos negamos a defender las nuestras, y gastamos billones de dólares en el exterior mientras la infraestructura de Estados Unidos se deterioró y cayó en mal estado.
Hicimos ricas a otras naciones mientras la riqueza, fortaleza y confianza de nuestro país desapareció del horizonte. Una a una, las empresas cerraron y dejaron nuestras costas, sin pensar en los millones y más millones de trabajadores estadounidenses que dejaron atrás.
La riqueza de nuestra clase media fue sacada de sus hogares y luego redistribuida a lo largo del mundo entero.
Pero ese es el pasado y ahora solo estamos mirando hacia el futuro. Estamos reunidos hoy aquí para expedir un nuevo decreto que debe ser escuchado en cada ciudad, en cada capital extranjera y en cada pasillo del poder. De hoy en adelante, una nueva visión gobernará nuestra tierra. Desde este momento, solo Estados Unidos será primero.
Cada decisión sobre comercio, impuestos, inmigración, relaciones exteriores, será tomada para beneficiar a los trabajadores estadounidenses y a las familias estadounidenses.
Debemos proteger nuestras fronteras de las devastaciones de otros países que hacen nuestros productos, roban a nuestras empresas y destruyen nuestros trabajos. La protección nos llevará a una gran prosperidad y fortaleza.
Lucharé por ustedes con cada respiración de mi cuerpo y nunca, nunca los dejaré caer.
Estados Unidos comenzará a ganar de nuevo, ganará como nunca antes lo ha hecho.
Recuperaremos nuestros trabajos. Recuperaremos nuestras fronteras. Recuperaremos nuestra riqueza. Y recuperaremos nuestros sueños.
Construiremos nuevas vías, y autopistas, y puentes, y aeropuertos, y túneles, y vías férreas a lo largo de nuestra maravillosa nación. Sacaremos a nuestra gente de la ayuda social y la regresaremos al trabajo, reconstruyendo nuestro país con manos estadounidenses y trabajadores estadounidenses.
Seguiremos dos reglas simples: compra estadounidense y contrata estadounidense.
Intentaremos ser amigos y mostrar buena voluntad con las naciones del mundo, pero lo haremos en el entendido de que todas las naciones tienen derecho a poner sus intereses primero.
No buscamos imponer nuestro estilo de vida a nadie, preferimos que brille como un ejemplo a seguir para todos.
Reforzaremos viejas alianzas y formaremos nuevas y uniremos al mundo civilizado contra el terrorismo radical islámico, que vamos a erradicar completamente de la faz de la tierra.
En la base de nuestras políticas seremos totalmente leales a los Estados Unidos de América, y a través de nuestra lealtad a nuestro país, redescubriremos nuestra lealtad con los demás.
Cuando abres tu corazón al patriotismo, no hay espacio para el prejuicio.
La Biblia nos dice: “Que bueno y agradable es cuando el pueblo de Dios vive unido”.
Debemos hablar abiertamente, debatir nuestros desacuerdos honestamente, pero perseguir siempre la solidaridad. Cuando Estados Unidos está unido, Estados Unidos es totalmente imparable.
No debe haber miedo, estamos protegidos, y siempre estaremos protegidos. Estaremos protegidos por los hombres y mujeres grandiosos de nuestro ejército y por las fuerzas policiales y, más importante aún, estamos protegidos por Dios.
Finalmente, debemos pensar en grande y soñar con algo mucho más grande.
En Estados Unidos entendemos que una nación solo vive mientras se esfuerce.
No aceptaremos a políticos que solo hablen y no actúen, que se quejen constantemente pero nunca hagan nada al respecto. El tiempo de los mensajes vacíos llegó a su fin. Ahora llega la hora de la acción.
No permitan que nadie les diga que no puede llevarse a cabo. Ningún reto puede contra el corazón, el esfuerzo y el espíritu de Estados Unidos. No fracasaremos. Nuestro país crecerá y será próspero de nuevo.
Nos encontramos ante el nacimiento de un nuevo milenio, listos para descifrar los misterios del espacio, para liberar a la Tierra de las miserias de las enfermedades y para aprovechar las energías, industrias y tecnologías del mañana.
Un nuevo orgullo nacional nos va a guiar, hará que levantemos la mirada y curará nuestras divisiones. Es tiempo de recordar esa vieja sabiduría que nuestros soldados jamás olvidarán: que no importa si somos negros, cafés o blancos, todavía tenemos la misma sangre roja de los patriotas, todavía todos disfrutamos de las mismas libertades gloriosas y todos saludamos la misma y grandiosa bandera estadounidense.
Y si un niño nace en la expansión urbana de Detroit o en las llanuras azotadas por el viento de Nebraska, mirará el mismo cielo nocturno, llenará su corazón con los mismos sueños y respirará gracias al mismo Creador todopoderoso.
Así que a todos los estadounidenses, en cada ciudad cerca o lejos, pequeña o grande, de montaña a montaña y de océano a océano, aquí están palabras:
Nunca más serán ignorados.
Su voz, sus esperanzas y sus sueños definirán nuestro destino estadounidense. Y su coraje y bondad y amor nos guiará por siempre en el camino.
Juntos, haremos que Estados Unidos vuelva a ser fuerte.
Haremos que Estados Unidos vuelva a ser próspero.
Haremos que Estados Unidos vuelva a ser orgulloso.
Haremos que Estados Unidos vuelva a ser seguro de nuevo.
Y sí, juntos haremos que Estados Unidos sea grande de nuevo.
Gracias, Dios los bendiga y Dios bendiga a Estados Unidos”.