El cambio climático, un sospechoso detrás de la caravana migrante

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2011

Cada noche desde que su esposo se marchó, Delmi Amparo Hernández caminaba hasta la casa de un vecino para buscarlo en las noticias. Él abandonó su comunidad de montaña aquí en la Honduras rural sin un teléfono porque nadie en su familia podía pagar uno. Su piso era de tierra, ellos sembraban su propia comida. Ver la cobertura de la caravana migrante que se dirigía hacia Estados Unidos era la única forma en que Hernández podría saber si su esposo seguía vivo. 

Lo que vio durante la transmisión era una imagen del infierno. Familias saltando de los puentes, siendo secuestradas en caminos polvorientos, esquivando los gases lacrimógenos lanzados por la policía en naciones más ricas. ¿Cómo podía ser esto? Ella seguía mirando, con la esperanza de encontrarlo, con la esperanza de no hacerlo.

Ella le había rogado a Germán Ramírez que no se fuera, pero su esposo de 30 años tenía sus razones. Los cultivos de maíz y frijol en el pueblo se habían malogrado por una sequía que ya duraba años. No había otro trabajo aparte que la agricultura. No había dinero para sistemas de irrigación. Sus cuatro hijos, de 3 a 13 años, tenían poco que comer.

Ramírez le dijo a su esposa que él no tenía otra opción que irse con la “caravana” de miles de personas que se había formado en Honduras y que se dirigiría hacia el norte. Esta era su oportunidad, dijo él ese día, según recordó ella. Él podría irse con el grupo, hallar un trabajo y enviar dinero de vuelta.

Delmi Amparo Hernández con sus cuatro hijos.

Era esto o arriesgarse a morir de hambre.

La trágica historia de esta pareja, así como otras que escuché en un reciente viaje de cuatro días al oeste de Honduras, hace más confusas dos narrativas que se cuentan sobre la caravana migrante.

Escuchar al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decir que “integrantes de pandillas y algunas personas muy malas” de Centroamérica están intentando asaltar Estados Unidos desde su frontera sur. “Esta es una invasión de nuestro país y nuestro ejército los está esperando”, escribió el presidente en Twitter. Mientras tanto, los reportes de noticias en Estados Unidos, se han enfocado principalmente en los altos niveles de delitos violentos en Honduras y El Salvador que han llevado a las familias a buscar asilo como refugiados en Estados Unidos.

Un factor se pasa por alto: el cambio climático.

El “corredor seco” de Centroamérica, que incluye partes de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, ha sido afectado por una sequía inusual durante los últimos cinco años. Los cultivos se están perdiendo. El hambre está al acecho. Más de dos millones de personas en la región se encuentran en riesgo de padecer una hambruna, de acuerdo con un reporte de agosto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

“En circunstancias normales, sin ningún cambio en los patrones de lluvia, las personas ya están batallando”, dijo  Edwin Castellanos, decano de investigación en la Universidad del Valle de Guatemala y una autoridad global sobre cambio climático en Centroamérica. “En algunas de estas áreas secas, hemos visto casos de niños que se están muriendo de hambre. Así que es así de extremo”.

Esta sequía ha sido más larga y más intensa de las ocurridas antes en el corredor seco, dijo Castellanos. La falta de las importantes lluvias de primavera también es algo nuevo, dijo, y está causando muchos problemas a los campesinos cuyos cultivos dependen de esa agua.

Cultivos de subsistencia, como el maíz y el frijol, se están muriendo. Nuestro equipo vio frijoles del tamaño de pastillas para el aliento. Y mazorcas de maíz marchitas y parcialmente ennegrecidas cabían en la palma de tu mano.

Los cultivos de maíz han sido menores que lo habitual, lo que lleva a una crisis alimentaria.

Kevin McAleenan, comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, dijo en un discurso el viernes que la sequía y la pérdida de cultivos en Honduras y Guatemala “se traduce directamente en quienes están llegando a nuestra frontera”.

Los estudios no han relacionado de forma concluyente esta particular sequía con el cambio climático, pero modelos de computadora muestran que sequías como la que se registra ahora se están volviendo más comunes a medida que el mundo se calienta.

Miles de personas han arriesgado sus vidas para escapar de estas circunstancias.

Y datos no publicados previamente muestran que las personas empezaron a abandonar ciertas áreas de Honduras por la pérdida de cultivos, incluso cuando las tasas de homicidios estaban cayendo.

Miren Copán, la región de Honduras que Germán Ramírez abandonó en octubre.

En el periodo fiscal de 2012, cerca del inicio de la sequía, solo unos 20 integrantes de familias de Copán fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos cuando intentaban cruzar la frontera desde México, de acuerdo con un análisis de registros compartidos con CNN por Stephanie Leutert, directora de la Mexico Security Initiative, de la Universidad de Texas en Austin. Luego golpeó la sequía, sus efectos acumulativos aumentaron con el paso de los años. En 2017, unos 1.450 integrantes de familias de Copán fueron detenidos por las autoridades estadounidenses en la frontera, muestran los datos. En el periodo fiscal 2018, con datos hasta septiembre, el número de inmigrantes detenidos fue de más de 2.500.

Esas cifras están “absolutamente” subestimadas, dijo Leutert. “Olvidan a las personas que dejaron Copán y se fueron a las grandes ciudades, olvidan a las personas que dejaron Copán y fueron a otro lugar en la región, olvidan a las personas que intentaron ir a Estados Unidos y no lo lograron… y olvidan a las personas que fueron a Estados Unidos y pudieron cruzar sin ser detectadas”.

La cifra es una “base” que prueba que algo grande está ocurriendo, dijo.

La decisión de cualquier persona de abandonar su patria es compleja. Para algunos, la violencia tiene que ver. Como también puede ser la pobreza extrema. En Centroamérica, usualmente es una combinación de cosas.

Pero existe otra verdad: esta región se está volviendo menos hospitalaria para los campesinos a medida que las naciones más industrializadas queman grandes cantidades de combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas. Un reporte de diciembre muestra que el mundo está en camino de crear 37.100 millones de toneladas métricas de contaminación por dióxido de carbono en 2018, un récord más. Esta contaminación atrapa el calor del planeta y lo calienta, lo que empeora los fenómenos cíclicos, como las sequías, las inundaciones y ciertas tormentas.

Estados Unidos, que es el destino de muchos migrantes que huyen de Honduras, asume una gran responsabilidad por el calentamiento global. En conjunto, la nación ha hecho más para provocar el cambio climático desde la Revolución Industrial que cualquier otra. Actualmente, el presidente Trump respalda el incremento de la producción del carbón y se ha comprometido a abandonar el Acuerdo de París, enfocado en limitar el calentamiento global, a un máximo de 2 grados Celsius. Un “manual” del acuerdo se debate esta semana en la conferencia COP24 en Katowice, Polonia, con Estados Unidos al margen.

De forma notable, Trump también ha hecho de la inmigración uno de sus temas principales, reuniendo a sus simpatizantes en torno a la idea de evitar que personas de América Latina, como Germán Ramírez, crucen ilegalmente a Estados Unidos. Entre los republicanos hay un amplio respaldo a reprimir la inmigración ilegal en Estados Unidos. Un cuarto de los votantes en las elecciones intermedias dijeron que la inmigración era su principal preocupación, y 75% de esos votantes eran republicanos, de acuerdo con una encuesta de salida en noviembre. “Construyan el muro” se ha vuelto una consigna popular en los eventos políticos de Trump.

Las autoridades federales han recibido a los posibles inmigrantes en la frontera cerca de San Diego con gases lacrimógenos. Funcionarios dicen que el lanzamiento de gases lacrimógenos ocurrió después de que los inmigrantes lanzaran rocas a las autoridades.

Sin embargo, existe una ironía implícita.

La nación que se ha vuelto el destino de muchos inmigrantes – un faro de oportunidades y esperanza – está contribuyendo a las condiciones que obligan a algunas personas a abandonar sus hogares.