Crece el enojo con la globalización y los países se cierran cada vez más

0
983

Por Dario Mizrahi

La globalización, ese extraordinario proceso de apertura e interconexión económica y cultural, alteró profundamente el mundo. Las sociedades ordenadas y estables de la segunda mitad del siglo XX pasaron a ser mucho más competitivas e impredecibles. Y como todas las grandes transformaciones, hubo ganadores y perdedores.

Este 2016 será recordado como el año en el que se terminó de consumar el viraje del optimismo hacia el pesimismo con la globalización. El triunfo del Brexit en Reino Unido, que le dio un duro golpe al proceso de integración europea, fue la expresión política más contundente de este proceso. Pero no es un caso aislado. Son muchos los países que, tras años de abrir sus economías y aumentar su interdependencia con el resto del planeta, están empezando a cerrarse.

La victoria de Donald Trump en Estados Unidos fue un nuevo paso en esa dirección. El presidente electo es un crítico de los efectos que tuvo la globalización en su país y prometió durante la campaña varias medidas proteccionistas. Una de las más relevantes la tomará el 20 de enero, cuando entre en funciones: el abandono del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por su sigla en inglés), un gran tratado de libre comercio firmado entre 12 países en febrero pasado.

“Creo que hay mucho descontento en los países avanzados como Estados Unidos. A lo largo de la última generación, la clase media experimentó un estancamiento en sus ingresos, mientras que el 1% más rico los triplicó. La insatisfacción se vino acumulando por un tiempo, pero la lenta recuperación de la crisis de 2008 la amplificó. Las campañas del Brexit en Reino Unido, y de Trump en Estados Unidos, fueron exitosas en canalizar el enojo en un movimiento político que culpa a la globalización”, explica Anton Korinek, experto en macroeconomía y finanzas internacionales de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos).

Costos y beneficios de la globalización

“Los estudios demuestran que el efecto neto de la apertura comercial y de la integración es muy positivo. No sólo para los países en desarrollo, sino también para los industriales. Pero es un proceso complejo que no tiene sólo beneficios. También tiene costos. Por ejemplo, en Estados Unidos ha habido un impacto muy importante sobre la industria. Los beneficios son difusos, como que los bienes sean más baratos, pero los perjudicados son grupos específicos”, dijo a Infobae el economista Claudio Loser, CEO de Centennial Latin America y ex director del FMI para el Hemisferio Occidental.

Las sociedades son hoy tan diversas que es imposible que una transformación impacte de la misma manera en todos los sectores. Esto ocurrió con la globalización, que ha mejorado la vida de muchos y empeorado la de otros.

“Los beneficios del comercio, así como de los grandes avances tecnológicos, no están equitativamente distribuidos, sobre todo en el corto plazo. Puede haber grupos muy importantes que resulten lastimados por algo que supone un progreso en el largo plazo. Esto es muy cierto en Estados Unidos, donde los logros educativos están mal repartidos, y los trabajadores deben luchar para competir en un mundo cada vez más integrado. Esto le abre la puerta a líderes populistas, que históricamente no han servido bien a sus países, pero seducen en períodos de bajo progreso económico”, afirmó Harold L. Cole, profesor de economía en la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos).

Los obreros industriales de los países centrales fueron los que más perdieron en las últimas décadas. Pero no sólo por la globalización. En el mismo período hubo otro proceso que los golpeó muy duramente: el avance de la tecnología aplicada al trabajo, que permite producir más que antes con menos operarios.

“Ha habido un cambio tecnológico muy importante —dijo Loser—. El primero ha sido que dejaron de existir las ventajas que se encontraban antes en la concentración geográfica, que llevaban a la aglomeración de industrias en un mismo lugar. Ahora se desconcentró todo porque la comunicación ha bajado mucho de precio, lo que permite producir en lugares donde la mano de obra es más barata. Además, con el proceso de robotización y de las tecnologías de la información, los costos de producción y la necesidad de contratar gente se han reducido mucho”.

Como la mayoría de estos cambios son irreversibles, el desafío es qué hacer con quienes salen perjudicados, con los que no resisten la competencia. Si se los deja librados a su suerte, las consecuencias pueden ser nefastas para toda la sociedad.

“El manejo que se ha hecho de aquellos que perdieron con la apertura económica ha sido poco feliz. No se ha ayudado suficientemente a quienes han padecido. Es muy dramático porque el que pierde el trabajo sufre y quizás tiene que buscar un empleo mucho menos remunerado. No hay un buen sistema de educación que permita la readaptación y la reabsorción de los desocupados”, apuntó el ex FMI.

Para Korinek el problema es bastante más grave. Desde su punto de vista, la globalización ha ido demasiado lejos. “Buena parte de la elite mundial acogió el proyecto globalizador como un mantra. Pero fue más como una creencia religiosa que algo basado en la evidencia científica. Se podría decir que hubo una exageración, y ahora estamos viendo una fuerte reacción”.

Proteccionismo, desempleo y desarrollo

Uno de los argumentos que esgrimen los defensores del proteccionismo es la defensa de puestos de trabajo en aquellos sectores de la economía que no podrían subsistir en una contexto de competencia abierta. Sin embargo, si se comparan estadísticas que miden el nivel de apertura económica y de desempleo de los países, no se encuentra ninguna evidencia que avale ese precepto.

El primero de los gráficos realizados, que toma el Índice de Mercados Abiertos que estima la Cámara de Comercio Internacional, muestra que se pueden encontrar bajos niveles de desocupación tanto en economías cerradas como en abiertas. Por ejemplo, Bangladesh tiene un apertura de sólo 1.9 sobre 7, y un desempleo de 4.9 por ciento. Islandia, con una apertura de 4.7, está casi igual, 4 por ciento. Pero el promedio general muestra que la tendencia es incluso opuesta a la que plantean los proteccionistas: el nivel medio de desocupación tiende a ser menor a medida que crece el nivel de apertura.

“Creo que la defensa del proteccionismo se basa en una interpretación errónea del rol del comercio internacional. No hay duda de que, por ejemplo, el comercio con China ha reducido el empleo manufacturero en Estados Unidos, en alrededor de un millón de puestos de trabajo según ciertos estudios. Pero también creó en el sector no manufacturero, al reducir el precio de muchos insumos. Se calcula que hubo una pequeña ganancia neta de empleos”, sostuvo Carlos A. Vegh, profesor de economía internacional en la Universidad Johns Hopkins.

Uno de los sesgos que suele tener el discurso proteccionista es creer que la única forma de llegar al desarrollo es a través de la industrialización. Por eso tienden a fijarse sólo en el efecto que tiene la apertura económica sobre el sector secundario, y no sobre la totalidad de la economía.

“Estados Unidos se ha integrado tremendamente a la economía internacional —dijo Loser—. La participación de las exportaciones en la actividad económica se ha duplicado en los últimos 30 años. Representaban el 8% del producto en los 70 y ahora están en 17, 18 por ciento. Las industrias aeronáutica y electrónica, y todo lo que son servicios avanzados, han generado mucho empleo. Aunque es verdad que requieren de alta capacitación”.

El segundo gráfico muestra que hay una relación aún más fuerte entre el grado de apertura de la economía y el Índice de Desarrollo Humano ajustado por desigualdad, que combina esperanza de vida, nivel educativo, poder económico y distribución del ingreso. Es difícil encontrar un mejor indicador de bienestar que éste, que es estimado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Y el cruce de los estadísticos evidencia que, con la única excepción de Francia, todos los países que tienen un IDH de al menos 0.8 sobre 1, tienen una apertura de 4.0 o más. Es de decir que, en promedio, una mayor apertura está asociada a un mayor bienestar general.

No obstante, hay economistas que defienden el proteccionismo, al menos en ciertas dosis. “Hay algunos ejemplos en los que puede ayudar a evitar que se pierdan empleos en el corto plazo —dijo Korinek—. Incluso hay casos en los que permite estimular el crecimiento en una industria nueva, como cuando China estableció barreras al ingreso de gigantes de internet y permitió el desarrollo de exitosas compañías locales. De todos modos, esos ejemplos son sutiles y requieren de mucha sintonía fina. Creo que si vemos un incremento del proteccionismo en los próximos años será torpe e impondrá costos económicos sin producir los beneficios prometidos”.

Patricia Rodríguez López, investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, también cree que es necesario un poco de proteccionismo. Es muy crítica de los efectos que tuvo la apertura en México, y cree que será beneficioso que se caiga el TPP. “A nosotros nos ha afectado en términos de empleo, porque tuvimos que competir con una inundación de productos asiáticos. Eso hizo que tuviéramos que bajar nuestra estructura de costos y ahora los salarios en México son más bajos que en China. Tenemos empleo, pero de pésima calidad. Y el 70% es informal”, dijo.

¿Hacia un mundo más cerrado?

“Claramente eso tendría efectos negativos —dijo Vegh—, en particular en el mediano y largo plazo, donde hay una clara correlación positiva entre comercio y crecimiento mundial. Menos comercio afectaría eventualmente el crecimiento. Los escenarios posibles son muy variados, dependiendo de si países como China decidieran tomar represalias y entrar en una batalla comercial. Trump ya anunció que va a retirar a Estados Unidos del TPP y ése es un shock negativo para todos los países que lo habían negociado”.

Sin embargo, la interdependencia que hay en la economía global es tan grande que no será tan fácil volver atrás. Sobre todo para los países más desarrollados, que son los que más conectados están. Por eso, no son pocos los economistas que dudan del impacto que puedan tener muchas de las medidas anunciadas.

“Una reducción del comercio por parte de los países económicamente más importantes sería muy negativa. Pero me parece que los líderes de esos países lo comprenden muy bien, así que no creo que vaya a ocurrir. En este punto, mi predicción es que sólo habrá una modesta reducción de la apertura. Trump parece estar dando marcha atrás con muchas de sus promesas de campaña, y soy optimista en que esto sea así en el caso del comercio”, concluyó Cole.