Cocaína, opio y morfina: cómo se usaron las drogas en las grandes guerras del siglo XX

0
2209

Jorge Marco*The Conversation” 7 diciembre 2019

jeringuilla y drogas

Yo, ¡el gran cobarde!, convertido en héroe gracias a una brutal borrachera de morfina”. Esta fue la reflexión del soldado republicano Juan Alonso cuando en mayo de 1937 sus superiores le ascendieron de teniente a capitán por el coraje ejemplar que demostró en el campo de batalla.

Gracias al éxito internacional de ciertas series de televisión, cuando hoy pensamos en drogas lo primero que nos viene a la cabeza son narcos como Pablo Escobar o El Chapo y sus sicarios, desplazando el icono más duradero relacionado con las drogas: las estrellas de rock.

Al mismo tiempo, en nuestro imaginario colectivo siguen latentes también otras poderosas y contradictorias imágenes: desde el bróker esnifando cocaína en un hotel de lujo al yonqui tirado en una calle con una jeringuilla colgando del brazo.

Cuando pensamos en la relación entre las drogas y la guerra, lo primero que nos viene a la mente es la ‘Guerra contra las Drogas’. Los más mayores quizás se remonten a las campañas de Richard Nixon, Ronald Reagan o George W. Bush. Los más jóvenes probablemente pensarán en la guerra desplegada por Vicente Fox contra los carteles mexicanos.

Usos terapéutico y bélico

Sin embargo, las drogas y la guerra tienen una larga y estrecha relación, especialmente debido a su consumo por parte de los combatientes.

El uso de drogas en contextos de guerra está vinculado a sus virtudes terapéuticas, pero en modo alguno su consumo se redujo a la práctica médica. Varios ejércitos prescribieron drogas a su personal militar para mejorar su rendimiento en el campo de batalla.

Al mismo tiempo, los propios combatientes también se administraron drogas por su cuenta, ya fuera sin el consentimiento de sus superiores o mientras éstos hacían la vista gorda.

Drogas estimulantes como el alcohol (en pequeñas cantidades), la cocaína y las anfetaminas podían resultar de gran ayuda para eliminar la necesidad de sueño, combatir la fatiga y reforzar el coraje. En contraste, depresores como el alcohol (en grandes cantidades), el opio, la morfina o la marihuana se han utilizado para reducir el estrés en el combate y mitigar los traumas causados por la guerra.

El punto de inflexión en la relación entre las drogas y la guerra se produjo en el siglo XX. Si bien durante la Guerra Civil Americana (1861-1865), la Guerra Austria-Prusiana (1866), la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) y la Guerra Hispano-Estadounidense (1898) se empleó de forma masiva y rutinaria el opio y, sobre todo, la morfina, su uso por parte de los ejércitos fue fundamentalmente terapéutico, para tratar de aliviar el dolor físico y moral de los soldados.

Drogas en las guerras mundiales

La situación cambió radicalmente en las dos guerras totales que acontecieron en la primera mitad del siglo XX. Nunca antes hubo un consumo tan masivo de drogas por parte de los soldados como durante la Primera Guerra Mundial, cuando el alcohol, la morfina y la cocaína adquirieron un enorme protagonismo.

Pero la gran novedad no fue solo las altas tasas de consumo, sino que su propósito iba más allá de las funciones terapéuticas. Además de las raciones diarias de alcohol, al menos los ejércitos británico, australiano, francés y alemán proveyeron a sus soldados de cocaína para aumentar su energía y espíritu en el combate.

Durante la Segunda Guerra Mundial se mantuvo la tendencia de consumo masivo de alcohol, morfina y cocaína, pero unas nuevas drogas tomaron la delantera: las anfetaminas y metanfetaminas.

De forma rutinaria los soldados alemanes, británicos, norteamericanos y japoneses recibieron del Ejército estas drogas para combatir el sueño, estimular su valor y reforzar su resistencia física.