México tiene, al fin, a su primer fiscal general. El Senado eligió este viernes para el cargo a Alejandro Gertz Manero, quien hasta hoy era el encargado de despacho de la Procuraduría General de la República (PGR).
Morena, el partido en el Gobierno, junto al Partido Revolucionario Institucional (PRI) consiguieron la mayoría calificada necesaria para llenar un puesto vacante desde octubre de 2017.
Gertz Manero es un abogado de larga trayectoria con una interlocución política privilegiada. La duda que planea sobre él, quien ya fue parte de un Gabinete presidencial, es si será independiente quien dice tener una amistad política con el presidente.
En cinco décadas de trayectoria profesional, el nieto de Cornelius Gertz, un hábil empresario alemán y cónsul honorario del imperio austrohúngaro, lo ha sido prácticamente todo. Se graduó en 1963 de la Escuela Libre de Derecho, famosa por su minuciosidad, rigurosidad y prestigio, con una tesis en derecho mercantil.
Abogado, piloto, productor de teatro, biógrafo, columnista, entrevistado elusivo, catedrático, rector, pionero de la lucha contra el narcotráfico, diputado federal, fiscal. Tiene tres hijas, pero su estado civil es su secreto mejor guardado.
Sus detractores dicen que un hombre que conoce el escalafón de arriba abajo de la burocracia quizá no es la mejor apuesta para transformar el principal ministerio público de México. Su rutina empieza a las cuatro de la mañana, hace ejercicios a diario, siempre se ha mantenido en su peso, pero sabe que su edad pesa. Si concluye su mandato, lo hará con 88 años. Empezó como un agente ministerial, pero supo esperar su momento. Un hombre que nunca salió de su personaje y que esperó tras bambalinas el momento adecuado para colocarse bajo los reflectores como el primer fiscal del país.