11 de julio de 1972. Cuando Bobby Fischer “arrebató” a Boris Spassky, el título mundial de ajedrez

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Los soviéticos mantenían la hegemonía desde poco después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, cuando Mijail Botvínnik tomó el relevo del moscovita nacionalizado francés Alexander Alekhine . En plena Guerra Fría, Estados Unidos desafió la supremacía de la URSS sobre el tablero de ajedrez con un genio nacido en Chicago que había arrasado en el torneo de candidatos. Se llamaba Robert James (Bobby) Fischer e hizo historia hace medio siglo al derrotar a Boris Spassky, despojándolo de la corona que había logrado tres años antes en Moscú tras vencer a su compatriota Tigrán Petrosián.

A las cinco de la tarde del martes 11 de julio de 1972 -tal día como hoy- comenzó en la sala Laugardal de Reikiavik (Islandia) el mítico duelo entre Fischer y Spassky por el título mundial de ajedrez. El 1 de septiembre, después de la disputa de 21 partidas, el jugador estadounidense se proclamó vencedor del bautizado como ‘match del siglo’. Habían tenido que transcurrir 80 años para que un norteamericano inscribiera su nombre en la lista de los campeones del mundo de este deporte.

Ese memorable enfrentamiento representó mucho más que la final de un torneo de ajedrez. Tenía lugar una década después de la crisis de los misiles de Cuba y simbolizaba la confrontación de las dos grandes potencias en plena Guerra Fría, iniciada en 1947 y que se prolongaría hasta la llegada de Gorbachov a la presidencia de la Unión Soviética a principios de los 90. El jaque mate definitivo en aquella cita significaba mucho más que la jugada más deseada por todo ajedrecista, suponía humillar al gran enemigo.

Cuando Spassky y Fischer activaron el reloj de competición en Reikiavik, EEUU no se había rendido aún en Vietnam y The Washington Post llevaba tres semanas publicando detalles sobre el Watergate, el escándalo que obligó a dimitir al presidente Richard Nixon en agosto de 1974. El líder máximo de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) era Leonid Bréznev, al frente de la secretaría general del comité central del Partido Comunista desde abril de 1966.

Ése era el contexto geopolítico en el verano del 72, marcado por otro acontecimiento deportivo de dimensión internacional: los Juegos Olímpicos de Múnich, recordados por los siete oros logrados por el nadador estadounidense Mark Spitz y la masacre cometida por el grupo terrorista Septiembre Negro sobre la delegación israelí (murieron 11 atletas entre las 17 personas asesinadas) seis días antes de que tuviera lugar la ceremonia de clausura.

La hegemonía de la escuela soviética

Boris Spassky llegaba a la cita islandesa luciendo la corona conquistada en 1969, lo que le permitió convertirse en el décimo campeón del mundo desde que Wilhelm Steinitz estrenó el palmarés oficial en 1886. Desde 1948, todos los títulos los habían logrado jugadores soviéticos: Mijail Botvínnik (1948-1957 y 1961-1963), Vasili Smyslov (1957-1958), Mijaíl Tal (1960-1961), Tigrán Petrosián (1963-1969) y Spassky. La hegemonía de la gran potencia del Este era incontestable.

Por su parte, Fischer aspiraba precisamente a suceder a Steinitz (1886-1894) -nacido en Praga durante el Imperio austríaco pero quien defendió el pabellón de EEUU desde 1889 a 1897- como el segundo jugador estadounidense en la historia de los mundiales en alzarse con el título. El ajedrecista de dicha nacionalidad que más cerca había quedado fue Frank Marshall en 1907, cuando fue barrido por el gran campeón prusiano Emanuel Lasker.

«A los 15 años era gran maestro, a los dieciséis era campeón de los Estados Unidos, con 28 años soy el jugador de ajedrez más fuerte del mundo y a los 29 seré oficialmente campeón mundial», escribió Fischer en un artículo publicado en agosto de 1971 en la revista yugoslava Start, donde confesaba abiertamente que su deseo era batir el récord que Lasker mantuvo durante 27 años (desde 1894 hasta que el cubano José Raúl Capablanca lo destronó en 1921). Esas declaraciones se recogen en el libro El match del siglo (Ediciones Martínez Roca), del gran maestro checo Ludek Pachman.