Por: Erick Behar Villegas y Alejandro Martínez*
Con la llegada de Maduro en el 2013, tensiones socioeconómicas han alcanzado dimensiones alarmantes.
Mientras Nicolás Maduro lanza diatribas, agita a su pueblo en sus arengas, se inventa nuevas palabras y boxea en la calle, la situación de Venezuela sigue en caída libre. Al mismo tiempo, la imagen de Chávez parece enaltecerse día a día. El mismo Maduro lo metaforizó cuando dijo que se le apareció “hecho pajarito cantando” y comparó su muerte con la desaparición del mismo Jesucristo. Esta idealización se ha visto acompañada de la pérdida de cohesión en el Chavismo. Según un reporte de prensa, el Chavismo perdió la mitad de su capital político entre las elecciones del 2012 y las del 2014.
En psicología, se habla de idealización patológica cuando se recuerda sólo el lado positivo de un difunto mientras se le compara idílicamente con otros. Según Mauricio R. Schoonewolff, psicoanalista de la Universidad Paris VIII, “el político aclamado refleja la figura del ‘Amo’ que suple la falta de identidad de su súbdito. El amo lo define diciendo: ‘tú eres X o Y’. Ocurre lo mismo en relaciones amorosas. Cuando nos enamoramos, las palabras del otro lo definen a uno y suplen una identidad ideada a la que queremos llegar”. La figura de Chávez parece entonces haber inducido a un enamoramiento colectivo que se fortalece en las calamidades vividas en la era de Maduro.
Las Calamidades en Venezuela
Los temas de desabastecimiento, represión, control de divisas, corrupción y criminalidad abundan en reportes que dibujan una Venezuela agrietada y políticamente letárgica. Mientras la participación en las elecciones gubernamentales fue del 55% en el 2010, bajó al 50,3% en el 2013, con la misma proporción en que bajaron los votos para el Chavismo en las elecciones presidenciales de 2012 (Chávez) y 2013 (Maduro).
Los venezolanos sufren día a día por calamidades estructurales que se intensifican en la realidad y no en el discurso político de Maduro. Productos como la leche, la carne y el papel higiénico sobrepasan el 80% de escasez mientras que la devaluación del Bolívar en el mercado paralelo tocó un nuevo récord, pues alcanzó los 423.39 Bs/$ (vale recordar que Venezuela tiene cuatro sistemas cambiarios). A la vez, los ciudadanos soportan niveles de inflación superiores al 70% (el gobierno no ha publicado cifras del 2015) y cumplen una especie de ‘pico y placa’, haciendo largas filas para sus compras controlados por un captahuellas.
Aparte del caos, los trancones y la inseguridad en las vías, otros fenómenos menos visibles también azotan al país. Los cupos de las universidades privadas ahora serán controlados por el gobierno, que ahora se encuentra en la difícil situación de recibir 96% menos divisas mientras subsidia petróleo a algunos países vecinos.
El aumento de las dificultades desde que Maduro llegó al poder se refleja en filas más largas, más golpes a la prensa, arrestos de ‘espectáculo’ como el de Leopoldo López, Daniel Ceballos, Antonio Ledezma, etc. Pero así este empeoramiento caracterice la era de Maduro, las fallas estructurales del sistema tienen su origen en las reformas chavistas y en la falta de inclusión de los regímenes que precedieron al Teniente Coronel Chávez.
La herencia de Chávez y las raíces del problema
Para entender la herencia del Chavismo, hay que regresar a la Venezuela de los 90. En 1998 se cumplieron 40 años de democracia de la cuarta república (como la bautizó el mismo Chávez). En ella, dos partidos políticos de derecha gobernaban con un enfoque en la industria y una marcada indiferencia hacia las reformas sociales. El pueblo venezolano puso entonces su fe en las manos del carismático líder que prometía inclusión de las mayorías en el gobierno y salmodiaba su origen humilde y rural.
En su primer día se propuso cambiar la Constitución y luego de hacerlo llamó a las elecciones parlamentarias. Con su victoria inició reformas controversiales. Por medio del debatido Decreto 1011, intentó eliminar la autonomía de las escuelas del país y permitir el nombramiento de supervisores itinerantes que actuarían como policías en planteles educativos. Luego firmó el polémico Decreto 1752 de Inamovilidad Laboral en el 2002, prohibiendo el despido de trabajadores y dando la opción de ‘reenganche y el pago de salarios caídos’. A partir del 2006, la inamovilidad se empezó a renovar anualmente y los empresarios pasaron a ser irónicamente estigmatizados como el enemigo del trabajo.
Sus reformas generaron descontento en múltiples ocasiones. El gran paro de Venezuela (2002-2003) representó un golpe para la economía al generar escasez de gasolina y una caída de más de 25% en el PIB. Paradójicamente, Venezuela empezó a importar combustible e institucionalizó el sistema cambiario estatal CADIVI, limitando el uso de las divisas a sus ciudadanos. Su objetivo era controlar la fuga de capitales, pero a fin de cuentas permitió el control masivo sobre el flujo de caja del sector privado. Se dice que la inestabilidad de esta época alarmó a Chávez, quien habría organizado a grupos, en ocasiones armados, para evitar un golpe de estado.
En el 2004, Chávez reformó el Consejo Nacional Electoral (CNE) y se enfrentó a un boicot de la oposición. El resultado lo benefició, pues permitió que su bancada, que había ganado por mayoría absoluta, le confiriera poderes especiales. Después de una aplastante victoria en las elecciones presidenciales del 2006 (62.8% del voto popular), Chávez decidió radicalizar su revolución socialista.
El 2007 vio la introducción de nuevas leyes laborales que permitieron tomar el control de empresas privadas. A esto se suman expropiaciones estratégicas como la de la Electricidad de Caracas y la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV), ambas con accionistas americanos y una plaza en la bolsa de valores. Las indemnizaciones de estas empresas fueron rápidas y proporcionales, pero a medida que continuaron las expropiaciones, el gobierno empezó a reducir los montos. Para el 2009 el gobierno había gastado 23.000 millones de dólares en expropiaciones, incluyendo la de Almacenes Éxito en el 2010. Se calcula que para el 2012, se habían expropiado más de 700 empresas y esto en ocasiones de manera coercitiva.
Estas reformas golpearon el motor productivo y frenaron la importación de maquinaria y materia prima. La Venezuela que otrora exportaba azúcar, carne y automóviles pasó a depender de su petróleo y del confort de ver la cotización en 100 USD por barril. Así PDVSA empezó a subsidiar al resto del país en una maraña de comisiones y favores políticos.
Hoy, Nicolás Maduro está al mando de un buque tanquero que se acerca a un iceberg. El petróleo a 60 USD no permite sostener el aparato estatal, las tensiones sociales y la pérdida del motor productivo a largo plazo. Si bien el empeoramiento en la gestión de Maduro ha oscurecido un rumbo esperanzador para los venezolanos, el origen del problema yace en las complejidades sociales que existían antes del Chavismo y en las reformas destructoras, anti meritocráticas y autocomplacientes que trajo Hugo Chávez. Para tomar un rumbo exitoso, el tanquero venezolano tendría que reformarse mentalmente, dejar de ver los empresarios como enemigos, invertir en productividad, generar diálogo y aterrizar la imagen del presidente Chávez, sin endemoniarlo ni endiosarlo con emociones.
*Erick Behar Villegas, candidato a doctorado Universidad LMU de Múnich
Alejandro Martínez, candidato a doctorado Universidad de Stanford
Para EL TIEMPO de Colombia