¿Qué fue el caso Dreyfus?

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Por Julián Schvindlerman

Julián Schvindlerman

Alfred Dreyfus nació en Alsacia (zona de Francia bajo ocupación alemana) en 1859 en el seno de una familia judía. Ingresó a la École Polytechnique, una academia militar de la que se graduó en 1880. Habiendo obtenido el rango de capitán, contrajo matrimonio con Lucie Hadamard, una joven pianista de una acaudalada familia judía, y ambos se asentaron en un departamento en una zona residencial parisina. Dreyfus hizo una destacada carrera llegando a graduarse en el noveno lugar de su clase de 81 oficiales y fue premiado con la designación en el Estado Mayor General del ejército francés en 1892. Su éxito profesional como judío, en el ámbito militar de una nación católica y nacionalista, era visto como una prueba de la integración de los judíos a la sociedad europea en general. Pero lo que debió haber sido un símbolo de la adaptación se terminó convirtiendo en una seña de los obstáculos todavía existentes para la plena afiliación de los judíos europeos de fines del siglo XIX.

En septiembre de 1894, el servicio de contraespionaje francés interceptó una misiva con secretos de estado enviada al agregado militar alemán en París. El mayor Hubert Henry falsificó pruebas para involucrar en el caso al único judío miembro del Estado Mayor General. En octubre, el capitán Dreyfus fue arrestado y acusado de espiar para Alemania. El 1 de noviembre, el periódico antisemita La Libre Parole informó acerca del arresto con el titular “Traición”. El juicio comenzó a puertas cerradas el 19 de diciembre y tres días más tarde Dreyfus fue hallado culpable. Condenado a cadena perpetua, fue enviado a la notoria colonia penal la Isla del Diablo en la Guayana francesa, donde pasó a ser el único prisionero entonces.

Antes, en la ceremonia pública de degradación, un suboficial arrancaría las insignias y los botones del uniforme del acusado, le quitaría la espada y la quebraría contra su rodilla. Mientras cruzaba el patio, Dreyfus insistía en su inocencia: “Mi único crimen es haber nacido judío”. Afuera, una multitud enfurecida gritaba: “¡Muerte a Dreyfus! ¡Muerte a los judíos!”.

Un año y medio después, el coronel Marie-Georges Picquart, jefe de los servicios de inteligencia, halló evidencia inculpadora que indicaba al verdadero espía, el comandante Ferdinand Esterhazy. Hubo exigencias de un nuevo juicio, que fueron rechazadas, aunque Esterhazy fue investigado y sobreseído y Picquart apartado del caso y encarcelado (años más tarde será rehabilitado y llegará a ser Ministro de Guerra). A fines de 1896, el joven escritor judío Bernard Lazare publicó un ensayo titulado Un erreur judiciaire: la vérité sur l´affaire Dreyfus en el que denunciaba: “Fue arrestado porque era judío, y condenado porque era judío, y porque era judío no se elevaron a favor de su persona las voces de la justicia y la verdad”.

Estimulados por Lazare, muchos jóvenes judíos asumieron como propia la causa, entre ellos Marcel Proust, que lograron interesar en el tema a personalidades no judías. Entre estas últimas se hallaba el escritor más popular de Francia, Emile Zola, quién escribiría el artículo que alteraría el rumbo del caso. Publicado el 13 de enero de 1898 bajo el título “¡J´Accuse…!” en el recientemente fundado L´Aurore editado por George Clemenceau, la columna causó un revuelo mayorL´Aurore tenía una distribución de 300.000 ejemplares que debía batirse con la misma cantidad de ejemplares que editaba la prensa antisemita, más las publicaciones populares tales como Le Petit Journal (1.100.000), Le Petit Parisien (750.000) y Le Journal (500.000), que -al menos al principio del caso- adoptaron una postura favorable al orden establecido.

Zola fue enjuiciado bajo cargos de difamación y debió huir a Inglaterra. Cuatro días después de la publicación, estallaron disturbios antisemitas en Nantes y se propagaron a Nancy, Rennes, Burdeos, Tournon, Montpellier, Marsella, Lyon, Tolouse, Angers, El Havre, Orleáns y otras ciudades llegando hasta Argel. La sociedad francesa se partió en dos bandos. Hubo treinta y dos duelos entre dreyfusards y anti-dreyfusards. En la Cámara de Diputados hubo una riña a puñetazos. En 1899, el precursor del cine Georges Mélies rodó 11 films breves sobre el caso Dreyfus que en cada una de sus exhibiciones terminó la audiencia a los golpes. En este contexto se acuño el término “intelectuales” que refería a los dreyfusards; hoy en día consideraríamos intelectuales al escritor Paul Valéry y al pintor Edgar Degas, pero en aquel entonces ambos eran anti-dreyfusards.

En agosto de 1898, el mayor Henry admitió haber falsificado pruebas contra Dreyfus y se suicidó en vísperas del arresto. Una corte de apelaciones llamó a un nuevo juicio que ocurrió a mediados de 1899 luego de que Dreyfus fuese traído desde Sudamérica, enfermo de malaria. La reputación del ejército estaba en juego y los militares estaban más decididos que nunca a sostener su posición. La junta de oficiales que presidía el jurado votó a favor de una nueva condena contra el capitán judío, pero la injusticia a estas alturas era tan evidente que el presidente de la república Émile Loubet ofreció el perdón a Dreyfus, quien, presionado por el entorno, lo aceptó. Ese mismo año fue liberado de la prisión y finalmente, en julio de 1906, cuatro años después de la muerte de Zola, la alta corte de apelaciones (una corte civil) anuló la segunda condena y su inocencia quedó reivindicada.

Dreyfus fue reincorporado al ejército y promovido al cargo de mayor. Luchó en la Primera Guerra Mundial en el frente pero el ejército se rehusó a otorgarle algún reconocimiento por ello. En 1931, documentos alemanes demostraron de manera definitiva la culpabilidad de Esterhazy pero el ejército francés continuó renuente a admitir la verdad de su crimen. Aún en 1994, en ocasión del centenario del arresto del capitán Dreyfus, el ejército francés publicó un estudio en el que se presentaba como la víctima de una confabulación y lo más que pudo afirmar respecto de Alfred Dreyfus fue que “su inocencia es la tesis ahora más generalmente aceptada por los historiadores”. Este año se informó que el capitán Dreyfus sería ascendido al rango de General.

El capitán judío murió en la capital francesa en 1935. A cinco años de su fallecimiento, los nazis ingresaron a París precipitando la fuga de alrededor de un millón de parisinos, con decenas de miles de judíos entre ellos. Para entonces su esposa Lucie, de 71 años, huyó a Toulouse y de allí a Valence donde encontró refugio en un convento católico en el que pasó los años de la guerra oculta bajo otro nombre. Aun cuando su identidad verdadera fue desconocida por las monjas del convento, gracias a ellas una de las mujeres judías más famosas de Francia de la época sobrevivió al Holocausto. Lucie murió el 14 de diciembre de 1945. Una nieta de Dreyfus, Madeleine, de 22 años, permaneció en Toulouse donde se unió a la resistencia francesa y colaboró en organizar rutas de escape hacia España. Fue arrestada y enviada a Auschwitz en noviembre de 1943, lugar en el que murió tres meses más tarde.

Este 2019, la saga trágica de Alfred Dreyfus recobrará vida en la película de Polanski. Una controversia histórica dentro de otra controversia contemporánea. Aunque en rigor, y a pesar de los esfuerzos del director polaco en crear un paralelismo, ambas situaciones son histórica y moralmente incomparables.

El autor es escritor, analista político y profesor universitario.