Roberto García Moritán (Infobae) La vertiginosa diplomacia blanda de China, que la transformó en el principal socio comercial de América Latina y en actor central de numerosas obras relevantes de infraestructura, empieza a ser una cuestión delicada para la amplia mayoría de los países de la región. Por lo pronto, en el desafío político prioritario que aqueja a América del Sur, que es la grave crisis en Venezuela, el apoyo chino al régimen venezolano en una escala financiera fuera de proporciones es una señal perturbadora. El resultado del reciente viaje de Nicolás Maduro a Beijing así lo testifica al haber logrado un respaldo esencial ante una situación casi terminal.
Aunque por el momento la presencia de China en América Latina podría ser calificada de benigna, la injerencia de Beijing en Venezuela como la intención de ignorar la acción del Grupo de Lima respecto de Caracas pasa a ser motivo de preocupación. Es desilusionante que China desatienda esa prioridad diplomática hemisférica como que el tema de la democracia y los derechos humanos en la región esté, para todos los países, fuera de la agenda diplomática con China. Lo mismo ocurre con el tratamiento de los desafíos que genera toda relación asimétrica y que, en el caso de China, está adquiriendo una preeminencia desequilibrante en un marco global de creciente complicación y riesgos de confrontación.
Sin perjuicio de las grandes oportunidades que ofrece un amplio y legítimo relacionamiento comercial con Beijing para una América Latina más próspera, podría ser un desliz diplomático estratégico abandonar la defensa de valores universales frente a la seducción económica que plantea China con un abanico de vinculaciones intergubernamentales, acuerdos de comercio y mega-obras de infraestructura. La duda es si ese exceso de pragmatismo, relegando objetivos consagrados en los instrumentos constitutivos de la Organización de Estados Americanos (OEA) y en la Carta Democrática Interamericana, es bueno para los intereses geopolíticos de América Latina.
El ex presidente del Uruguay, José Mujica, así lo advirtió en una conferencia del Banco de Desarrollo de América latina y Sciences Po en París, en la que pidió la colaboración de la Unión Europea para contrarrestar la creciente influencia de China en América Latina debido a la amenaza de representar un nuevo tipo de dependencia regional en la nueva distribución de poder en el hemisferio.
El cuadro de atención se extiende también al campo de la seguridad y las vinculaciones tecnológicas ad hoc. Si bien no habría elementos que abiertamente demuestren que China esté anticipando, en el corto plazo, la posibilidad de enfrentar un conflicto militar, no sería de extrañar que los estrategas chinos consideren que los vínculos militares, tecnológicos y científicos con América Latina le bridan beneficios geográficos potenciales, incluso de realizar operaciones de perturbación, en un hipotético escenario de confrontación.