Al menos tres presos fueron decapitados este sábado durante un violento motín en una cárcel brasileña cercana a Natal (noreste) en el que han fallecido al menos diez personas, días después de que un centenar de reos fueran brutalmente asesinados en otras cárceles hacinadas del norte del país. El suceso se desató en la tarde en el centro penitenciario Alcaçuz, la mayor prisión del estado de Rio Grande do Norte, cuando los presos de uno de los pabellones invadieron otro donde estaban internados los miembros de un grupo criminal rival.
Las autoridades cercaron el exterior de la cárcel para evitar fugas, pero dijeron que debido a que los presos cortaron la luz y tienen poderoso armamento, los policías militares y agentes penitenciarios esperarán a que amanezca para entrar el domingo a los pabellones. “La orden fue dada: retomar el control de Alcaçuz y evitar rebeliones en otras unidades”, dijo al portal informativo G1 el secretario de justicia del estado, Wallber Virgolino.
Una columna de humo gris sobresalía esta tarde de la cárcel, que está a unos 25 km de Natal y está rodeada de dunas de arena por donde a menudo los presos han escapado cavando túneles. El centro tiene capacidad para 620 presos pero alberga a unos 1.100.
Guerra entre grupos criminales y hacinamiento
Este es el último episodio del brote de violencia desatado en cárceles brasileñas, que las autoridades atribuyen a una sangrienta guerra entre los dos principales grupos criminales del país -el Primer Comando de la Capital (PCC) de Sao Paulo y el Comando Vermelho de Rio de Janeiro- y sus aliados, por el control del narcotráfico en el país. Los principales diarios brasileños aseguran que la pelea en Alcaçuz fue entre el PCC y el Sindicato del Crimen, aliado al Comando Vermelho.
El martes, el gobierno brasileño desplegó 200 efectivos de la unidad especial de Fuerza Nacional en los estados norteños de Amazonas y Roraima tras la violencia desatada en sus cárceles. En Manaos, capital de Amazonas, 56 presos murieron en un motín desatado el pasado 1 de enero, en la segunda mayor matanza registrada en una cárcel brasileña. Cuatro días después, el horror se repitió en una cárcel de Boa Vista, capital de Roraima, donde murieron 33 presos.
La ONG Human Rights Watch urgió esta semana al gobierno brasileño a acabar con el hacinamiento de sus violentas cárceles, al calcular que hay una sobrepoblación de un 67%.