THP.- El doctor, premiado por su contribución a la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano, acusa a los Gobiernos de no hacer nada por la prevención.
Harald zur Hausen recibió en 2008 el Premio Nobel de Medicina por haber contribuido al desarrollo de una vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), causante de muchos casos de cáncer de cuello de útero. Es lógico que al doctor, de visita en España de la mano de La Sexta, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y Fundación Axa, no le guste lo más mínimo el discurso del movimiento antivacunas. Endurece el gesto cuando se le pregunta por ello y busca las palabras más contundentes:
“Las personas que deciden no vacunar a sus hijos no les ponen en peligro sólo a ellos, sino también a los de sus vecinos”, esgrime. Lo hacen, a su juicio, por un miedo irracional: “El principal temor de los antivacunas son los efectos secundarios, pero en todos los casos estos han sido estudiados y existen datos disponibles que demuestran que todas las vacunas son todo lo seguras que pueden ser”.
“En Alemania se produjeron el año pasado 2.000 muertes por paperas”, añade el científico, antes de explicar el motivo por el que el dato es importante: “Son muertes totalmente evitables. Y tienen que ver con un problema de mentalidad que es importante atajar cuanto antes: el que lleva a muchos a sobrevalorar el riesgo de las vacunas y, al mismo tiempo, a subestimar el riesgo de no vacunarse”.
Prevenir es siempre mejor que curar. Especialmente cuando hablamos de los jóvenes de hoy y de las generaciones del futuro
EL EJEMPLO DE “SU” VACUNA
El balance es claro: escapar de la vacunación cuesta vidas y las vacunas han salvado muchas. Harald zur Hausen lo explica recurriendo a la perspectiva histórica, y a la importancia de lo que se hace ahora para el futuro: “Tenemos que ser conscientes de que las vacunas que se les administraron a nuestros abuelos y a nuestros padres en el pasado han jugado un papel clave en la mejora del nivel de salud global de nuestros tiempos”. Es decir, que no hemos de vacunarnos sólo por nosotros, sino también por los que vendrán.
El presente, viene a decir el Nobel, a menudo no basta, y pone como ejemplo el Virus del Papiloma Humano: “Es la enfermedad de transmisión sexual más frecuente, pero la gente tiende a menospreciar el riesgo, y por lo tanto a declinar la vacunación, porque sus efectos pueden aparecer hasta veinte años después”. Esa no le parece una actitud responsable al doctor, quien está al tanto de la polémica suscitada en España por la vacuna del VPH: “A la gente española preocupada por los efectos secundarios les daré un dato: sólo una de cada 100.000 vacunas causa problemas”.
El doctor zur Hausen sostiene además que la vacuna puede “prevenir hasta un 12% de los cánceres”, pero reconoce que la efectividad del tratamiento preventivo está limitada por las circunstancias: “Los problemas son que no tenemos aún suficiente población vacunada y que la vacuna debe administrarse antes de la primera relación sexual, porque después ya no es eficaz. En este sentido, hay un factor de riesgo adicional representado por las relaciones de hombres homosexuales y bisexuales”.
El enfoque del doctor es ambicioso y plantea doblar la apuesta: “Soy un firme defensor de vacunar no sólo a las niñas, sino también a los niños. Ellos, los niños, los hombres, son los portadores del virus y, vacunándolos, no sólo los protegemos a ellos sino también a sus parejas”. De nuevo, la perspectiva de futuro.
POR ENCIMA DE TODO, PREVENIR
“Prevenir es siempre mejor que curar. Especialmente cuando hablamos de los jóvenes de hoy y de las generaciones del futuro”. Sobre esa idea descansa todo el discurso del Premio Nobel de Medicina, que enumera las “muchas posibilidades” que tenemos a nuestra disposición como sociedad para mejorar en este campo en la lucha contra el cáncer y otras enfermedades: vacunas sí, pero también la eliminación de hábitos nocivos, la mejora de las herramientas de detección y diagnóstico, la exploración de vías para atajar infecciones que pueden acabar dando lugar a tumores: “La persistencia de infecciones y parásitos puede dar lugar a cáncer, y estamos consiguiendo terapias que acaban con ella. Es un paso importante, por ejemplo en relación al VIH”.
En cuanto a los hábitos, a zur Hausen le preocupa especialmente el ámbito alimentario: “La obesidad es uno de los grandes factores de riesgo en la aparición de cáncer y otras enfermedades y no hace más que aumentar en personas de todas las edades. Es importante atajarlo cuanto antes”. En esto, es partidario incluso de dejar la valoración de impacto para más adelante y poner las campañas cuanto antes en marcha: “A largo plazo, no sabemos si lo que hagamos va a ser efectivo, pero en general hay que hacer más, muchas más campañas contra la obesidad y el alcoholismo. Las que se han hecho contra el tabaco parecen haber sido eficaces”.
Los gobiernos no hacen lo que deben en cuanto a prevención. El cálculo político les impide ver que no sólo es efectiva en sí misma, sino que también es lo más barato.
La otra gran diana debe ser el diagnóstico: “Tipos de cáncer tan habituales como el de mama, el de próstata o el de piel, así como otros menos frecuentes y de peor pronóstico, pueden reducir sensiblemente su incidencia si llevamos a cabo mejores pruebas de detección”. El doctor aventura una cifra para esa reducción, “hasta un 70 o un 80%” y una profecía relacionada con ella: “No creo que vayamos a presenciar la erradicación del cáncer, pero sí creo que lograremos reducir drásticamente su incidencia y su mortalidad”.
Para ello, es preciso el compromiso de los Gobiernos y las instituciones públicas. Hoy, a su juicio, no existe tal cosa: “En prevención, la situación es deplorable. En mi país, ni los estudiantes de Medicina ni los postdoctorales reciben formación sobre prevención: ignoran que sea beneficiosa para lo que están estudiando y algunos incluso creen que puede ser nociva. Los Gobiernos no hacen nada”. Tampoco apoyan como deberían la investigación. “Lo que hagamos ahora lo estaremos haciendo por los ciudadanos del futuro. Pero el cálculo político les hace inconscientes de que la prevención no sólo es efectiva en sí misma, sino también lo más barato”.