De Bagdad a Casablanca, pasando por El Cairo, incluso los tejados de las barriadas más pobres del mundo árabe son un mar de antenas parabólicas. A partir de mediados de los años 90, cuando se fundó la cadena qatarí Al-Jazeera, la parabólica no ha sido sólo una fuente de entretenimiento, sino una amplia ventana al mundo de la información más allá de la estrecha y censurada visión de los canales gubernamentales de Medio Oriente.
En lengua árabe y con un enfoque diferente de los canales occidentales, Al-Jazeera se convirtió en toda una revolución mediática y un engorroso dolor de cabeza para los regímenes dictatoriales de la región. Agotada su paciencia, dos décadas después, varios países, con Arabia Saudita a la cabeza, decidieron pasar a la acción, al romper relaciones diplomáticas con Qatar y aplicarle un bloqueo económico.
Después de dos semanas de crisis, ayer varios medios filtraron una lista de 13 demandas que serían el precio que fijan Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Bahrein, entre otros, pagar para resolver el conflicto. Entre ellas, figura en un lugar prominente la clausura de Al-Jazeera, la ruptura de las relaciones diplomáticas con Irán y el cierre de una base militar turca en Qatar.
“Durante muchos años, Al-Jazeera ha sido una piedra en el zapato de los países del Golfo y de Egipto”, escribió Sultan Saud al-Qassemi, el influyente comentarista emiratí. Ya en 2002, Riad retiró su embajador en Doha como protesta por la cobertura de la controvertida cadena sobre su plan de paz para Medio Oriente. Las relaciones se restablecieron en 2008, pero la herida nunca llegó a cicatrizar.
“Al-Jazeera fue una aparición fulgurante en el panorama mediático árabe, ya que ofrecía diversos puntos de vista, incluido el de la oposición de cada país, silenciado en los medios oficiales”, explicó Rachid Khechana, decano de la prensa independiente en Túnez. Controlada por la familia real, la cadena constituía la punta de lanza de un ambicioso plan para convertir el pequeño emirato, hasta entonces ausente en la primera división de las relaciones internacionales, en un actor regional influyente.
Gracias a los recursos minerales del país y a su espectacular éxito, Al-Jazeera se convirtió en un vasto conglomerado con más de una decena de canales temáticos, incluido BEI, especializado en deportes, y uno de noticias 24 horas en inglés.
El momento cumbre de la cadena llegó en 2011, con la “primavera árabe”. Al ser el único medio con una extendida red de corresponsables sobre el terreno y buenos contactos con los grupos opositores, se convirtió en el medio de referencia. “Durante la revolución, todos estábamos pegados a la cadena”, recuerda Younis Nanis, un activista libio.
En aquellos meses convulsionados, la presencia del canal de noticias qatarí en los cafés de todo el mundo árabe sólo era brevemente interrumpida por los partidos de fútbol más trascendentes. La política árabe se estructuraba alrededor del eje revolución-dictadura, y la emisora qatarí estaba en el mismo bando que la mayoría de los ciudadanos.
Sin embargo, a medida que la “primavera árabe” descendía hacia un infierno de conflictos sectarios, golpes de Estado y guerras, el prestigio de Al-Jazeera entre la ciudadanía se deterioró. “La cadena tomó partido. Se fue volviendo cada vez más sesgada en favor de los partidos islamistas, como los Hermanos Musulmanes en Egipto. Por ello, muchos profesionales optaron por abandonarla”, señaló Khechana.
Línea editorial
En un momento de creciente polarización entre los movimientos islamistas y los poderes tradicionales, la línea editorial del canal de noticias, sobre todo el de lengua árabe, se ajustó estrictamente a los intereses de la política exterior de Qatar, que apostó por la victoria de los movimientos opositores para maximizar su influencia regional. El choque de trenes con las regímenes establecidos, como Arabia Saudita y el ejército egipcio, estaba servido. Luego del golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes en Egipto, sus oficinas fueron clausuradas y algunos de sus periodistas, encarcelados.