El Opus diseña la era pos-Escrivá

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Fernando Ocáriz, el papa Francisco y Javier Echevarría, en El Vaticano, en diciembre de 2013. / L’OSSERVATORE ROMANO

El Opus Dei se suma a la ola renovadora que impulsa dentro de la Iglesia el papa Francisco. Por primera vez en casi un siglo de existencia, la poderosa prelatura ha dejado abierta la puerta a la posibilidad de que su dirección sea ocupada por alguien que no haya trabajado codo con codo con Josemaría Escrivá de Balaguer, el fundador santificado, o que no haya nacido en España, donde están las raíces de una organización implantada en más de 60 países. Así se diseña la era pos-Escrivá en los tiempos de Jorge Mario Bergoglio.
En diciembre de 2014, el prelado Javier Echevarría, que a los 82 años es la máxima autoridad de la organización, nombró vicario auxiliar al hispanofrancés Fernando Ocáriz y vicario general al argentino Mariano Fazio. La decisión insinúa un orden sucesorio del que quedaría desplazado el influyente arzobispo peruano Juan Luis Cipriani y coloca a la prelatura ante un escenario inédito. En la dirección de la Obra, fundada en 1928, nunca habían convivido el prelado y un vicario auxiliar.

“Será un momento histórico”, describe un portavoz de la oficina de información del Opus, en cuya dirección se han sucedido hasta ahora tres españoles: el fundador; el beato Álvaro del Portillo, que fue su mano derecha durante 40 años; y Echevarría, que a su vez también fue colaborador de Balaguer durante más de 20. “Que llegue el momento en que el prelado no haya conocido ni trabajado con el fundador es algo natural y será una nueva muestra de la madurez de esta institución de la Iglesia”.

Los analistas han vivido el ascenso de Ocáriz (“un cargo es una carga”, matizan en el Opus) como un punto de inflexión en la trayectoria de la institución. También, como un guiño al Papa, que es jesuita, predica con verbo fresco, no siempre ha compartido las opiniones de Cipriani —excluido, por ahora, del núcleo ejecutivo—, y se tutea con su compatriota Fazio, el nuevo vicario general el Opus.

“Efectivamente, el Papa Francisco está impulsando una fuerte renovación en la Iglesia (…)”, dijo José María Gil Tamayo, secretario general de la Conferencia Episcopal. “No se trata de esperar a que vengan a la Iglesia sino de salir al encuentro de las personas y eso nos invita a renovar nuestra forma de trabajo pastoral”, siguió el portavoz, que añadió sobre el caso específico del Opus: “La renovación que se nos pide afecta a todos en la común misión evangelizadora en la que la especificidad de cada carisma de congregaciones, movimientos y asociaciones ha de ponerse al servicio de esa misión compartida bajo la guía de nuestros obispos. Solo estando unidos seremos creíbles, como apunta el Evangelio”.

La prelatura tiene unos 90.000 seguidores, distribuidos por más de 60 países. Fuertemente implantada en América Latina y Europa, y con presencia en África, da ahora sus primeros pasos en Kazajistán o Vietnam y está lista para iniciar su trabajo en Cuba cuando las circunstancias políticas lo permitan, según fuentes consultadas. En sus estructuras hay más mujeres que hombres, según la organización. La edad media de sus integrantes se ha elevado en el último decenio. En su mayoría son laicos de clase acomodada con capacidad para influir en los despachos más importantes; dedicados al principio de “santificar el trabajo”; y siempre rodeados de críticos, algunos, exmiembros de la organización, que opinan que esta promueve el conservadurismo, limita las lecturas de sus integrantes y ejerce el proselitismo.

En España, un centenar de colegios, la Universidad de Navarra y la escuela de negocios IESE tienen relación con la Obra, que les da, según un portavoz, guía espiritual. Esa radiografía resume la gran capacidad de influencia y movilización del Opus, que durante la beatificación de Del Portillo, celebrada en Madrid en 2014, reunió a más de 100.000 personas, entre ellas dos ministros del Gobierno y 40.000 jóvenes llegados de todos los rincones del planeta. Esas cifras reflejan su fuerza para influir en las instituciones y, en consecuencia, la importancia de los cambios en su cúpula.

“Con estas decisiones respecto a la cuarta generación de dirigentes, se escenifica que no hay miedo a los cambios, que pueden ser tutelados por alguien que no haya estado en contacto con el secretario general anterior”, opinó José Manuel Vidal, licenciado en Teología y en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y director de Religión Digital. “Hay un acercamiento claro al Papa, igual que han hecho los salesianos eligiendo rector mayor a un español [Ángel Fernández Artime] que, entre otras cosas, conoce bien a Francisco de su estancia en Buenos Aires”, añadió sobre el puesto de privilegio que ocupa desde diciembre el argentino Fazio.

“El núcleo español y de más edad quiere tener el control, pero llega un momento en el que no puede. Es ley de vida”, argumentó el sociólogo Alberto Moncada, autor de obras de tono crítico con la institución. “Fuera de España, el Opus es variopinto y plural, una organización internacional”.

Quizás no haya lugar fuera de España en el que el Opus tenga más fuerza que en América Latina. Allí, Juan Luis Cipriani, el primer cardenal que tuvo la organización, ha quedado desplazado, por el momento, de la posibilidad de alcanzar la prelatura. Cuando Jorge Bergoglio, hoy el papa Francisco, presidió la comisión de redacción del documento final de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (2007), Cipriani se mostró poco cercano a sus tesis, según fuentes consultadas, y Fazio las compartió plenamente.

Un portavoz del Opus negó que eso tenga que ver con que Echevarría no haya contado con Cipriani para sus nombramientos de diciembre y subrayó la “inmejorable” relación de la institución con el pontífice. Fuentes consultadas aseguraron que Bergoglio vería con buenos ojos que Cipriani estuviera en Roma. Monseñor Lombardi, portavoz del Vaticano, declinó hacer comentarios sobre el asunto.

Así, en silencio, el Opus continúa diseñando su futuro.