Duelo de arqueros para frenar a Kane y Ronaldo

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La Copa de Europa, la Champions, es lo que es por partidos como el que disputaron Madrid y Tottenham, donde no ganó ninguno pero lo hizo el fútbol, por la fidelidad de los equipos a muchas de las cosas que lo definen: la intensidad, la ambición y el sentido de equipo expresado, especialmente, por un dignísimo Tottenham en un lugar como el Bernabéu. Lo hicieron, en lo personal, sus porteros, Keylor Navas y Hugo Lloris, decisivos frente al dios del remate, Cristiano, y un mortal que remata como los dioses, Harry Kane.

El británico, sin embargo, no sería nunca un galáctico. Es nada más que un delantero pero nada menos que un delantero. Hace todo lo que se espera de los de su especie. Es agresivo, vive en movimiento y carga el remate desde cualquier parte. En ese instante, pensar puede ser contraproducente. Butragueño confiesa que cuando se detenía en ese mismo lugar y el Bernabéu contenía la respiración, dejaba su mente en blanco para que actuara su cuerpo. Lo que sucedía entonces queda para los coleccionistas de momentos, que es la única forma de acercarse a la felicidad. Kane no es de ese estilo, pero también deja que sea su cuerpo quien decida.

En unos minutos equilibró el choque en emociones, las esperadas y las temidas, porque a los remates de Cristiano, uno de ellos al palo, replicó con un testarazo durísimo que no acabó en gol por las oraciones de Keylor. El delantero encontró portero; el Madrid se apercibió de que tenía ante sí un rival de verdad. El Tottenham no está en la business class de la Champions quizás, pero está mejor hecho que muchos de los equipos que ocupan sus asientos. Sabe siempre a qué quiere jugar y dónde quiere hacerlo. Si algo puede decirse de Mauricio Pochettino es que no engaña. Es claro.