Donde falla la Democracia, nace el Populismo. El caso de El Salvador

Por Luis Vazquez-Beckers

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La Argentina tiene, a mi opinión, el dudoso orgullo de ser la cuna del Populismo moderno.

Juan Domingo Perón en la Argentina dio inicio a los gobiernos de carácter nacional-populista a mediados del siglo XX
y puso las bases de un nuevo modelo político. Perón inició como un militar político de corte Nacional Socialista (Nazi) de ultraderecha y luego, dió paso a una oferta económico y social de izquierdas, basado en una mayor redistribución de la riqueza para sus «descamisados», los sindicalistas y los pobres.

Perón fue reelegido presidente tres veces, lo que nunca se ha repetido y aún así dejó a su muerte (1974) a su segunda esposa, María Estela Martínez de Perón (Isabelita) en la silla presidencial de la Casa Rosada.

También la Argentina fue cuna del cantautor Enrique Santos Discépolo, que en una de sus más famosas canciones, Cambalache, en la que el autor describía la pobreza moral que había alcanzado el mundo en sus tiempo, mencionaba que lo mismo era el «quinientos seis y en el dos mil también«, haciendo intemporal la corrupción y el pobre tino de los políticos y sus seguidores.

 “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao… Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que si es cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón”, decía la letra no sin razón.

A finales del siglo XX vuelve el otro gran populista del sur del continente americano, Hugo Chávez, en Venezuela. Nacido en las filas militares de derechas del Ejército Venezolano, pero que al tener la oportunidad fue creador de un neopopulismo de izquierdas, nacionalista y antiimperialista. Luego, convirtió su proyecto el único, sin importar las ideologías, para terminar en una izquierda recalcitrante y abusiva, despues Maduro, Evo Morales, etc.

Luego vino Europa y el resto de América y hoy, al cerrar el primer cuarto del siglo XXI, con Kamala Harris y Donal Trump en los Estados Unidos de Norteamérica.

A la mayor parte de las personas, en especial si su nivel cultural y educativo es bajo, les cuesta trabajo entender que es el Populismo y por qué el populismo, en sus diversas formas, ha emergido como una fuerza política significativa en el mundo.

Desde Europa hasta América Latina, los movimientos populistas se mantienen entre la derecha y la izquierda y están desafiando y alterando el orden global.

En Europa, el populismo de derecha ha ganado terreno de manera notable. Líderes como Viktor Orbán en Hungría, Giorgia Meloni en Italia, Marine Le Pen en Francia y recientemente el triunfo de la AfD de Björn Höcke en Turingia y la BSW de Sahra Wagenknecht en Alemania, han capitalizado el descontento popular, promoviendo políticas nacionalistas y antiinmigrantes. Los cuatro han sabido explotar el miedo al cambio cultural y la inseguridad económica, posicionándose como defensores de la identidad nacional y la soberanía. Sus políticas proteccionistas y retórica xenófoba han fomentado tensiones sociales y conflictos internos, mientras que su rechazo a la cooperación multilateral ha debilitado instituciones como la Unión Europea.

En América Latina, el populismo ha resurgido con fuerza. Figuras como los presidentes Andrés Manuel López Obrador en México (ya de salida) y Gustavo Petro en Colombia, que pintan de izquierdas, han centrado sus esfuerzos en la redistribución de la riqueza y la justicia social. Critican la influencia de potencias extranjeras y promueven la nacionalización de industrias estratégicas. Sus políticas buscan reducir la desigualdad, pero a menudo generan inestabilidad económica y desconfianza entre los inversionistas. Además, su retórica antiimperialista puede tensar las relaciones bilaterales.

Mientras el populismo autoritario de derecha define al enemigo de forma personalizada, el populismo de izquierda, por lo general, lo define en términos socioeconómicos.

En El Salvador, el populismo autoritario del régimen de Nayib Bukele rompe paradigmas. es un híbrido. Bukele surgió de entre las víceras de la izquierda de la exguerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), de donde se hizo expulsar, para cometer un «fraude de ley» (conducta aparentemente lícita para trasgredir una ley), moviéndose a un partido de ultraderecha, la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) con quienes logra la toma del poder.

La naturaleza anti-establishment del populismo ha sido asociada con el autoritarismo y Bukele si sabe como se utiliza y manipula el resentimiento del pueblo con los gobiernos del pasado y sus pecados, veniales y desarrollados en el poder.

El Populismo de Nayib Bukele no tiene un perfil ideologico definido, la ocurrencia de hoy es el nuevo proyecto y puede ser sustituido por la ocurrencia de mañana.

Tanto el populismo de derecha, como el de izquierda, como el híbrido comparten ciertas características. Utilizan la política de identidad para movilizar a sus bases, que se dejan llevar como una argolla nasal a un bovino. También, para consolidar su poder, socavan las instituciones democráticas, restringiendo la libertad de prensa y debilitando la independencia judicial. Esto erosiona los principios democráticos fundamentales y fomenta la polarización social.

En términos económicos, los populistas de derecha favorecen políticas proteccionistas que pueden desencadenar guerras comerciales y perturbar las cadenas de suministro globales. Los de izquierda suelen implementar programas sociales extensivos y nacionalizaciones que pueden aumentar la deuda pública y generar inflación. Ambos enfoques presentan riesgos significativos para la estabilidad económica y la cooperación internacional. El populista híbrido se dedica a gastar «todo el dinero del mundo» y dedica toda su maquinaria a obtener dineros de la fuente que sea, sabiendo maliciosamente que el país jamás podrá honrar ese endeudamiento.

Una pequeña obra se traduce a un millonario endeudamiento y la propaganda de estado se encarga de sepultar a todo el que discuta la relación beneficio-gasto. El secretismo en las finanzas públicas, por ley, mantienen al pueblo en la oscuridad y la deuda sigue creciendo y creciendo y creciendo.

Nayib Bukele podría encerrarse en un sólo postulado de Nicolás Maquiavelo, en su obra El Príncipe «el fin justifica los medios».

El populismo plantea una amenaza real para las democracias ya que erosiona los derechos de las minorías, fomenta el autoritarismo, provoca inestabilidad económica y polarización entre seguidores y oposición.

Desde hace décadas, muchos advirtieron que para preservar la estabilidad y los valores democráticos era esencial que las democracias liberales fortalecieran sus instituciones, mejoraran los niveles económicos de sus mayorías y fomentaran la cohesión social. Parece ser que ninguna hizo caso porque el populismo avanza hasta en los países escandinavos.

En conclusión, las democracias fallaron y el populismo en sus diversas formas llegó para quedarse un buen rato.