Por Mauricio Eduardo Colorado.-
Pese a que las autoridades salvadoreñas parece que han comprendido que la realidad de las pandillas o maras han trastocado la forma de vivir de los salvadoreños, el tema ha llamado la atención del presidente de la nación más poderosa del mundo, Mr. Donald Trump.
Este personaje, que con todo y sus extravagancias ganó las elecciones en los Estados Unidos, ha tomado atención en un problema serio que se refleja principalmente en la comunidad de Long Island, estado de Nueva York, en donde la pandilla ha sobresalido por su accionar delictivo, que desborda la “normalidad” de los niveles de delincuencia de la gran nación americana.
Se dice que la pandilla que el presidente promete acabar, inició su accionar, como defensa y respuesta a otras pandillas que atacaban a salvadoreños que inmigraban en aquel país, en busca de mejores oportunidades de vida.
La cuestión desbordó los causes de tolerancia de los inmigrantes salvadoreños, y éstos se organizaron –allá en los E U- en lo que hoy es la mara salvatrucha, o MS 13, con malvado éxito, al grado que la organización traspasó las fronteras, y estableció “sucursales” en nuestro propio país, y después, en otros países europeos, como Italia, Francia y España.
Lo cierto es que la pandilla ha logrado llamar la atención del millonario gobernante, quien en otro arranque de sorpresivas propuestas, ha tomado acción contra la ya famosa familia del crimen, poniendo el nombre de El Salvador, en los titulares mundiales de los bajos mundos.
Desconocemos cuáles serán los métodos que usará el gobernante para combatir este mal, pero estamos casi seguros de que uno de los procesos a seguir será la deportación de integrantes de la ilícita agrupación.
De ahí que a quienes permanecemos en el territorio, -autoridades y población- mostremos gran preocupación por lo que pueda suceder en el corto plazo en nuestro país, donde autoridades y simpatizantes de los “derechos humanos” han hecho un modus vivendi de la defensa de quienes viven de los réditos que producen la organización de ciudadanos para vivir del temor de sus víctimas para no sucumbir ente la realidad del día a día.
En esta situación, ya se probó que pactar con las pandillas no fue una solución, porque el resultado fue un timo para las autoridades que creyeron en una palabra otorgada por quienes jamás tuvieron el deseo de cumplir con la promesa empeñada, disfrazando su verdadera intención. Por otro lado, no reconoce válido una actitud de exterminio, porque la pretensión del “ojo por ojo” ya no es legítima en los pueblos civilizados, y se considera una barbarie desarrollarla en los tiempos modernos. Entonces tendremos que esperar a ver cuál es la solución que propone el gobernante del norte, y sus resultados prácticos con la sociedad estadounidense, para seguir esa huella que nos lleve a la ansiada solución.
Por ahora los salvadoreños solamente tienen el recurso de la “legítima defensa”, que tiene enormes desventajas ante quienes con su experiencia delictiva resultan opositores invencibles, por sus víctimas, que carecen de los medios y el entrenamiento necesario para desarrollar una defensa positiva de sus bienes y vida.
El presidente Trump, tiene un nuevo reto en su cuestionada administración, que demuestra una vez más, que el éxito en los negocios particulares, es muy diferente cuando se trata de administrar la cosa pública.