Trump se estrena como el hombre más poderoso del mundo

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El Presidente en los EEUU, si bien ejerce menos poder relativo que algunos de sus colegas de otras latitudes, donde no rigen tanto los controles y los límites, por responsabilidad y alcance se encuentra al tope de la lista en cuanto a poder absoluto.

Coreanos, somalíes, húngaros, argentinos desde La Quiaca hasta Ushuaia, prácticamente no hay habitante del planeta al que no le interese o preocupe lo que hoy sucede en las escalinatas del Capitolio en Washington DC. En esa muy fría ceremonia, meteorológicamente hablando y sin hacer referencia alguna a la calidez emocional de sus protagonistas, asume el Presidente de los EEUU electo en los últimos comicios de Noviembre. Si eso fuera todo, ¿por qué entonces el mundo entero contiene la respiración y espera ansioso poder decodificar sus primeras palabras y analizar sus primeros pasos como ocupante del Salón Oval de la Casa Blanca?

Más allá de las particulares características del protagonista central de esta historia, Donald Trump, que con su exótica personalidad, su imprevisible temperamento, sumados a su casi bizarra campaña electoral, dinamitó desde los cimientos lo que hasta ahora se conocía como lo “políticamente correcto”, el cargo en sí representa mucho. Mucho poder.

Desde su ruptura con el rey inglés, las 13 colonias rebeldes originarias decidieron avanzar en un experimento casi único que 240 años después ha probado ser más que exitoso. En la Constitución, que ha prevalecido prácticamente inalterable y sin interrupciones durante todo ese lapso, se reemplazó al monarca vitalicio y hereditario “por la gracia de Dios”, por un Presidente electo por el pueblo, extremadamente poderoso, pero acotado en la duración de su mandato y con enormes contrabalances para evitar abusos y personalismos. Con su creciente protagonismo y por su poderío, que lo ha llevado a convertirse en la primera potencia, los EEUU presentan la dualidad de ser una democracia imperial, con mucha institucionalidad, soberanía popular y respeto de las libertades individuales en lo interno y con ciertas actitudes propias de un Imperio en lo externo.

El Presidente en los EEUU, si bien ejerce menos poder relativo que algunos de sus colegas de otras latitudes, donde no rigen tanto los controles y los límites, por responsabilidad y alcance se encuentra al tope de la lista en cuanto a poder absoluto. Dirige un país que concentra más de un cuarto de la riqueza de todo el mundo, con solo el 5% de la población. Emite billetes que se han transformado en el punto de referencia de la economía mundial y en la reserva de valor de países, empresas e individuos de todas partes. Gran paradoja que millones de seres humanos, atesorando dólares fuera de sus fronteras, terminen financiando el enorme y creciente déficit fiscal norteamericano, generado no solo en los excesos del gasto público interno del gigante sino también en la necesidad de sostener un poderío militar acorde con su rol de gendarme planetario. Argumento por el que muchos justifican la vigencia de estos privilegios monetarios.

Con sus casi 320 millones de habitantes, los EEUU ocupan el tercer lugar después de las superpobladas China e India. Además de ser el mayor mercado consumidor, con su tasa de natalidad de 14 nacimientos cada mil habitantes esta ubicado en un interesante lugar intermedio entre las muy jóvenes poblaciones del tercer mundo y las envejecidas sociedades desarrolladas. Una verdadera contradicción con las visiones negativas actuales, ya que gran parte de este dinamismo, vital para el futuro de los países y para la viabilidad de la ecuación entre pasivos y activos, se debe a la existencia de grandes minorías de inmigrantes, mucho más fértiles que los habitantes tradicionales.

Otra fortaleza del país que gobernará Trump es su dinamismo económico. Basado en una especie de darwinismo, muchas veces muy crudo e injusto, en donde la sociedad en su conjunto se preocupa más por los ganadores que por los perdedores. Método que, aunque doloroso en lo individual, ha probado ser muy eficiente en lo colectivo, lo que muchas veces les ha permitido estar más preparados que otras regiones desarrolladas, como Europa, para superar las crisis y justificar un desarrollo sostenible de largo plazo.

Un plano extremadamente impactante que nos permite dimensionar la primacía mundial de los EEUU, radica en el conocimiento, la innovación y la tecnología. El 50 % de los inventos más importantes de la humanidad listados por la Enciclopedia Británica fueron inspirados o creados por personas que desarrollaban sus tareas en el país que liderará el magnate neoyorquino. De las 10 universidades más prestigiosas de mundo, según el índice que elabora la revista USNews, 6 son norteamericanas y de los casi 900 Premios Nobel otorgados hasta hoy más de 350 corresponden a estadounidenses.

Pero tal vez la dimensión más apabullante, que justifica la importancia que el mundo entero le da al hombre que jura hoy frente al Capitolio, radica en el poderío de sus Fuerzas Armadas, del que será su Comandante Supremo. Hay que sumar los 14 presupuestos militares que le siguen para poder equilibrar el gasto que en esta materia se administra desde el Pentágono. Algunos especialistas sostienen que hay que retroceder a los tiempos del Imperio Romano para encontrar una disparidad de tal magnitud. Es precisamente en esta dimensión donde se fundan los mayores temores frente al comportamiento para muchos imprevisible del nuevo Presidente. En materia internacional, aunque mucho se haya avanzado con las Naciones Unidas, sigue rigiendo la ley del más fuerte. Lo que se agudiza en el caso norteamericano, a raíz de la presencia del arsenal nuclear. Desde su despacho en la Casa Blanca, o a través de los dispositivos móviles disponibles, el Presidente de los EEUU, si se lo propusiera, podría aniquilar varias veces a la raza humana . “Privilegio” solo compartido por el principal ocupante del Kremlin en Moscú.

Por todas estas fortalezas, la humanidad entera hoy estará en vilo mientras se desarrolle la ceremonia que transformará a Donald John Trump, exótico empresario neoyorquino, en el hombre más poderoso de la Tierra.