El Santísima Trinidad fue el más grande navío de línea español, con sus cuatro puentes y 140 cañones era el barco más poderoso de su tiempo y por su gigantesca envergadura recibió el apodo de “El Escorial de los mares”.
Santísima Trinidad Fue diseñado por el constructor Mateo Mullan, traído de Inglaterra por el marino e ilustrado alicantino Jorge Juan y Santacilia. Las dimensiones del barco eran tan colosales, que no se pudo construir en los astilleros
de La Carraca en Cádiz, por lo que su construcción se desarrolló en los Santísima Trinidad, el Escorial de los mares astilleros de La Habana, con las mejores maderas de caoba de la provincia de Camagüey, botándose en octubre de 1767 con un coste de
40.000 ducados. Tras la primeras pruebas se observaron algunos defectos, que se corrigieron en los astilleros de Ferrol y Cádiz, tras los que el barco se convirtió en el único navío del mundo con cuatro puentes, con una
eslora de 220 pies, una quilla de 188 pies y un arqueo de 4902 toneladas, con más de 1000 tripulantes.
Como parte de la participación española en la Guerra de la Independencia norteamericana de 1779, el Santísima Trinidad operó en el Canal de la Mancha contra los ingleses, ya como buque insignia, y en 1780 participó en la captura de un convoy inglés de nada menos que 55 buques. En 1782 participó en la batalla del cabo de Espartel y en la del cabo de San Vicente (donde quedó desarbolado y casi cae en manos enemigas).
Pero el Santísima Trinidad se recuerda sobre todo por su participación en la Batalla de Trafalgar. A las órdenes del jefe de Escuadra Baltasar Hidalgo de Cisneros, el 21 de octubre de 1805 causó graves daños al
famoso navío Victory, el buque insignia del Almirante Nelson. Santísima Trinidad Tres buques ingleses, el Leviathan, el Conqueror y el Neptune, rodearon al Santísima Trinidad, cañoneándolo desde todos los flancos durante horas y tras una durísima lucha, que le causó más de 200 muertos y 100 heridos, hubo de rendirse, hundiéndose más tarde por las malas condiciones en que había quedado.
Su pérdida simbolizó el ocaso del poderío marítimo español y algunasde sus piezas de artillería están instaladas en el Panteón de Marinos Ilustres de la Escuela de Suboficiales de la Armada en San Fernando de Cádiz.