Me considero Católico Apostólico y Romano, y esa considero mi fé. Me sorprende que se utilice el concepto para buscar la santidad del beato Arnulfo Romero, de quien se ha motivado el concepto para promover su elevación a los altares del catolicismo. Se ha sostenido en el proceso de canonización que el motivo o causa de su asesinato fue por odio a la fé católica. En mi visión personal eso es un argumento erróneo ya que para muchos, la causa fue la intervención del Arzobispo en la política partidarista nacional. Siempre ha creído y sostenido que la religión no debe mezclarse con la política, ya que tal unión trae distorsiones en ambos espectros. Históricamente, el poder religioso pretende controlar el poder político, y la historia recoge múltiples casos en que religiosos han detentado el poder político, con sus efectos, en muchos casos positivamente, pero en otros, lamentablemente con efectos poco edificantes. El cardenal Richelieu, en Francia, al arzobispo Makarios en Chipre, nuestro prócer, José Matías Delgado, quien aparece en nuestra historia de la independencia de Centroamérica, como personaje importante de tales sucesos políticos, y más aún en la historia salvadoreña, en la cual se le señala en un conflicto de poder por la primacía católica nacional. No sabemos hasta donde, pero si tenemos certeza de que muchas decisiones de alto nivel dentro del catolicismo, se toman en Roma, como consecuencia de que las máximas autoridades eclesiales se encuentran en la jefatura total del catolicismo: La ciudad del Vaticano, residencia oficial del papado, enclavada en la ciudad eterna: Roma. Cuando me enteré de que uno de los respaldos a la santificación del ahora beato Oscar Arnulfo Romero había sido por odio a la fé, no dejó de sorprenderme ya que dentro de la convulsa lucha civil por el poder político de nuestra nación, nunca se puso sobre la mesa de la pacificación, (mucho menos durante el conflicto armado) el tema de la fé católica. Es más, los participantes de la guerra se declaraban ateos (por lo menos algunos dirigentes) y no ha sido hasta el momento que valoran como apoyo político importante al sector de la iglesia que representa votos. Ahora ya no son ateos. De ahí que no nos cause sorpresa que nuestro recién nombrado cardenal, apele al concepto de considerar la lucha del gobierno contra la instalación de un régimen comunista totalitario, como la lucha por odio a la fé. Hasta donde ha penetrado el odio a la libertad, el fanatismo que permite pronunciar esas palabras al “príncipe de la Iglesia” salvadoreño, en su ceguera política. De todas maneras y sea como sea, los verdaderos católicos, no podemos tener mas odio que al pecado, y pedir que el amor de Dios convierta a todos sus hijos en partícipes de las bondades del reino y les permita ver la realidad y alcancen el perdón divino. Acá incluímos a quienes hasta ahora han sido incapaces de perdonar las ofensas de la guerra pasada, e impiden el avance hacia delante de nuestro país.
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