Pandilleros salvadoreños cambian armas por Biblias

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Un interesante reportaje de la cadena CNN publicado este día, pone de relieve los peligros de que la violencia pandilleril en El Salvador, aumente en vez de reducirse como lo planea el presidente Bukele, en caso de concretarse la amenaza del mandatario estadounidense Donald Trump de suspender, dentro de 18 meses el Estatus de Protección Temporal, TPS, del que gozan unas 200.mil personas.

El reportaje de CNN podría servir de orientación al gobierno que está empeñado en encontrar nuevas formas de combatir la criminalidad prescindiendo de las formas preventivas con las que han fracasado los tres gobiernos anteriores. La Dirección de DL.

San Salvador, El Salvador (CNN) — No en muchas misas las homilías son sobre Pablo Escobar y Al Capone.

Pero en una iglesia en El Salvador, el mensaje de pecado y redención se adapta a un tipo diferente de feligreses: miembros reformados de las notorias pandillas del país centroamericano.

“¿Viniste armado?”, pregunta Will, quien recientemente terminó un periodo de 10 años por robo en una prisión de El Salvador. Le muestra una biblia a otros 15 antiguos miembros de pandillas que han llegado al servicio de la Iglesia, y le sonríen por su broma.

Algunos tienen cada centímetro de sus caras tatuadas. Un hombre tiene un gran tatuaje con las palabras “F**k Love” en su cuello.

La mayoría de los días, Will, de 41 años, lleva un suéter o una camisa de magas largas para esconder sus brazos tatuados y un “18” inscrito en la base de su cuello. Will le pidió a CNN no publicar su apellido para proteger su identidad. Todos los hombres son ex miembros de la pandilla Barrio 18 que, junto con la MS-13, empezaron en Los Ángeles pero ahora son las responsables de gran parte de la violencia en El Salvador.

En 2016 hubo 5.278 asesinatos en El Salvador, o más de 14 muertes violentas cada día del año, según información del Departamento de Estado de Estados Unidos. El gobierno de El Salvador clasifica a los miembros de las pandillas como terroristas. La población de El Salvador es de un poco más de 6 millones de personas.

“He visto a hombres que eran máquinas de destrucción volverse buenos hombres”, dice Monseñor Nelson Moz, quien dirige el programa de superación de pandillas en la iglesia Bautista Misionera Eben-Ezer San Salvador. “Cuando los veo, pienso con cada uno, ¿Cuántas vidas más hay para salvar en las calles?”

Muy pronto habrá muchas más vidas para salvar. El gobierno del presidente Donald Trump anunció la semana pasada que en 18 meses revocará el Estatus de Protección Temporal l(TPS) para más de 200 (mil) salvadoreños que viven en Estados Unidos, haciéndolos elegibles para la deportación.

“Traer 200.000 personas de vuelta luego de tantos años, solo va a crear más pobreza, más violencia y más crimen”, dice Will, quien habla inglés más fluido que español luego de vivir en California por cerca de 20 años. Él llegó a Estados Unidos cuando tenía 10 años.

La epidemia de pandillas en El Salvador nació fuera de la guerra civil de 12 años en ese país, que llevó a miles de personas a huir hacia Estados Unidos. Muchos terminaron viviendo en sectores pobres de Los Ángeles y ser volvieron presas o nuevos reclutas de las pandillas callejeras de la ciudad.

En la década de 1990, Estados Unidos empezó a deportar a pandilleros centroamericanos a sus países de origen, y esos países no estaban preparados para lidiar con la nueva raza de criminales duros que eran arrojados a sus calles.

Entre ellos estaba Will, cuya sonrisa y barba perfectamente cortada esconden sus años de lidiar con cocaína, cristal y marihuana.

“Llegaron a mi residencia y me deportaron”, dice Will. En ese momento pensé “esto no puede pasar, yo crecí aquí”

“De vuelta a casa en prisión, solía vender drogas”, dice Will refiriéndose a las prisiones de Estados Unidos. “Ese era mi ingreso. Pero aquí en El Salvador, la economía era totalmente diferente. Las personas prefieren comer antes que usar drogas”.

Durante su sexto año en prisión, Will se enfermó de tuberculosis. Mientras él tosía sangre, un grupo de expandilleros vinieron a orar por él.

Ya en los huesos y seguro de que iba a morir, los miembros reformados de la pandilla le preguntaron si quería aceptar a Jesucristo en su vida. Will dijo sí. Se recuperó y se unió al grupo de la iglesia de la prisión.

Cuatro años después cuando salió de la prisión, Will quedó sorprendido cuando se dio cuenta de que la iglesia local había enviado a alguien a recogerlo.

“Me estaban esperando”, dice él. “Nunca había tenido a nadie esperándome antes”.

Will llegó a la Iglesia Bautista Misionera Eben-Ezer y empezó un programa para enseñarles a otros ex miembros de pandillas cómo hornear pan. Un buen día ellos podrían ganar 5 dólares, apenas lo suficiente para vivir.

El programa de rehabilitación de pandilleros de la iglesia ha atraído la atención de la policía, y no en un buen sentido.

La policía irrumpió en la panadería en octubre y capturó a algunos de los exmiembros de las pandillas para ver si eran buscados por algún delito. Eventualmente fueron liberados, según Monseñor Moz.

El día que CNN hizo unas grabaciones en la Iglesia, policía fuertemente armada trató de entrar, pero luego se fueron abruptamente.

“La policía me dice que no me debo molestar trabajando con exmiembros de las pandillas”, dice Moz. “Que ellos [la policía] se encargan de ellos [los expandilleros]”.

Will está yendo a tratamientos para remover sus tatuajes. Una vez identifican que perteneciste a una pandilla en El Salvador, estás marcado de por vida, dice él.

“Ellos no creen en segundas oportunidades”, agrega. “Ellos creen que una vez fuiste miembro de una pandilla, estás maldito”.

Will dice que sueña con tener algún día un servicio en la iglesia en la que miembros de Barrio 18 y su rival, la MS-13, puedan asistir al tiempo.

Pero para el futuro inmediato, dice él, es aún muy peligroso en El Salvador reunir incluso a ex miembros de las dos pandillas en el mismo lugar.

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