El Gobierno británico hizo finalmente las paces con su historia indultando, a título póstumo, a muchos de sus grandes hombres que padecieron persecución por ser homosexuales.
Fue el año pasado, mediante la promulgación de la llamada “Ley Alan Turing”, una enmienda a la Ley de Vigilancia y Policía que supuso el perdón póstumo a los homosexuales ya fallecidos y un perdón automático a los vivos que hubieran sido condenados por ello, suprimiendo estos antecedentes de sus expedientes.
Fueron 50.000 homosexuales, entre ellos uno de los grandes escritores de la la literatura inglesa, Óscar Wilde, condenado a 2 años de trabajos forzados en 1895 por cometer delitos de “indecencia grave”, el término legal que se utilizaba para describir la sodomía.
Dicha reforma llevó el nombre de Alan Turing, padre de la moderna informática y el hombre que “crackeó” el código Enigma, que utilizaban los nazis para comunicarse durante la Segunda Guerra Mundial y cuya contribución fue decisiva para la victoria. Turing fue condenado en 1952 por un delito de “indecencia grave”.
Se suicidó en 1954 con cianuro.
EL CASO OSCAR WILDE
Fama, nobleza, sexo, diálogos ingeniosos, respuestas chispeantes, intriga política, literatura, giros sorprendentes y cuestiones importantes sobre arte y moralidad, se dieron cita entre los muros del edificio – coronado por la estatua de bronce de la Dama de la Justicia,- ante las pelucas de crin de caballo y las togas de seda.
No es pues extraño que estos procesos continúen fascinando más de cien años después de la muerte de uno de los mejores autores y dramaturgos del mundo, autor de obras como El retrato de Dorian Gray, El abanico de Lady Windermere, Salomé, La importancia de llamarse Ernesto, y en un registro mucho más oscuro, De profundis y La Balada de la cárcel de Reading.
¿Por qué un literato famoso acabó realizando trabajos forzados en la cárcel?
Porque la homosexualidad estuvo penada en Gran Bretaña hasta que la ley de delitos sexuales (Sexual Offences Act 1967) despenalizó las prácticas consentidas entre mayores de edad y en privado, aunque manteniendo prohibiciones respecto a la sodomía y la indecencia hasta que el 1 de mayo de 2004 entró en vigor la Sexual Offence Act 2003 en la que se eliminaban todas las especificaciones relativas a la homosexualidad de la ley de 1967.
Se anulaba la especificación de estricta privacidad, dejándose de establecer diferencias de orientación sexual de los participantes en cualquier práctica.
Los hechos que llevaron a Oscar Wilde al Old Bailey, los juzgados londinenses, comenzaron cuatro años antes de los juicios, en el verano de 1891, cuando el escritor, que entonces tenía 38 años, conoció a un prometedor poeta de 22 llamado lord Alfred Douglas (“Bosie”). Los dos se hicieron íntimos. Douglas se complació en el interés que Wilde, una figura literaria importante del momento, mostraba por él. El joven le llamaba “el amigo más caballeroso del mundo”.
Wilde por su parte vio en Douglas no sólo un intelecto vivaz, sino un joven hermoso, un verdadero Adonis, como se aprecia en las fotografías de la época.
Wilde no ocultó su interés. Douglas dijo posteriormente que “él continuamente me estaba pidiendo que almorzáramos y me enviaba cartas, notas y telegramas”. También colmó a Douglas de regalos y le escribió un soneto. Fueron juntos de viaje, se encontraron en casas de amigos, y su relación se convirtió en un secreto a voces.
WILDE MANTENÍA UN MATRIMONIO DE CONVENIENCIA
En ese momento, Wilde llevaba siete años casado con Constance Lloyd, hija de un consejero de la Reina Victoria, un matrimonio de conveniencia –sobre todo económica- que tenía dos hijos.
Wilde, como tantos otros, se veía obligado a simular una vida satisfactoriamente “normal” para poder alcanzar sus verdaderas expectativas sexuales.
Douglas se declaraba entusiasta admirador de la novela de Wilde, El retrato de Dorian Gray.
Era un joven delgado, apuesto e impetuoso con una relación muy difícil con su padre. Tuvo relaciones homosexuales con varios compañeros en Oxford, lo que le llevó a sufrir chantaje en la primavera de 1892.
Era especialmente irresponsable con respecto al dinero, a menudo insistiendo en que Wilde gastara grandes cantidades en su persona.
El padre de Lord Alfred, el octavo marqués de Queensberry (1844-1900), estaba furioso por la relación entre su hijo y Wilde, al que trató de desacreditar en varias ocasiones, una de ellas durante el estreno de La importancia de llamarse Ernesto.
John Sholto Douglas era un noble escocés arrogante, malhumorado, excéntrico y tal vez incluso mentalmente desequilibrado, muy conocido por desarrollar y promover las reglas para el boxeo amateur, conocidas como las “reglas de Queensberry”.
SE DESENCADENA LA TORMENTA SOBRE WILDE
Los hechos se desencadenaron cuando el 18 de febrero de 1895, el marqués dejó una tarjeta en el Club Albemarle, dirigida “a Oscar Wilde que presume de sodomita”.
La actividad homosexual era ilegal en Inglaterra, un tema tabú del que no se hablaba abiertamente pues podía acarrear penas de cárcel.
A pesar de los consejos de sus amigos, familia y abogados de ignorar la ofensiva nota, Oscar Wilde se empeñó en demandar al padre de su amigo por difamación e injurias, aun sabiendo que una declaración escrita no se considera libelo si lo que en ella se contenía era cierto.
El juicio de Queensberry comenzó en el Tribunal Penal Central de Old Bailey el 3 de abril de 1895.
Wilde, ataviado con un abrigo a la última moda, con una flor en el ojal, charlaba distendidamente con su abogado mientras el marqués, vestido de cazador, permanecía de pie frente a él. Las ingeniosas respuestas de Wilde no evitaron que su abogado, sir Edward Clarke, le aconsejara retirarse.
El letrado esperaba según reveló más tarde, que su defendido escapara del país. Wilde tuvo varias horas para huir pero se quedó a pesar de los consejos de sus amigos.
La argumentación de Queensberry obligó a las autoridades a reconocer la culpa implícita de Wilde, que perdió la demanda contra lord Alfred Douglas.
UN SEGUNDO JUICIO FALLIDO
El segundo juicio, este por lo penal contra Wilde por “indecencia grave”, y con tribunal del jurado, comenzó el 26 de abril del mismo año.
Clarke representó de nuevo a Wilde, esta vez sin recibir honorario alguno.
La parte más dramática del juicio incluyó un poema escrito por Douglas y titulado “Dos amores”. El cuarto día de prueba, Wilde subió al estrado.
Su arrogancia durante el primer juicio había desaparecido. Respondió a las preguntas en voz baja, negando todas las acusaciones de comportamiento indecente.
El momento más memorable del juicio fue la respuesta de Wilde a una pregunta sobre el significado de una frase del poema de Lord Alfred Douglas. El fiscal Charles Gill preguntó: “¿Qué es ‘el amor que no se atreve a pronunciar su nombre’?”.
La respuesta de Wilde fue de tal elocuencia que provocó un fuerte aplauso y algunos abucheos.
El autor aludió a Miguel Ángel y Shakespeare, entre otros, como hombres mayores que tenían “afecto profundo y espiritual” por hombres más jóvenes en “la más noble forma de afecto”.
“El amor que no se atreve a pronunciar su nombre en este siglo es un gran afecto, el de un anciano por un hombre más joven, como existió entre David y Jonatán, como Platón hizo la base misma de su filosofía, y tal como se encuentra en los sonetos de Miguel Ángel y Shakespeare. Es ese afecto profundo y espiritual que es tan puro como perfecto (…) Es hermoso, está bien, es la forma más noble de afecto. No hay nada antinatural al respecto. Es intelectual, y existe repetidamente entre un anciano y un hombre más joven, cuando el anciano tiene intelecto, y el joven tiene toda la alegría de la vida ante él”, dijo Wilde.
El discurso probablemente influyó en la incapacidad del jurado para acordar un veredicto unánime y terminó en lo que en inglés se denomina como un “hung jury”, jurado colgado. Había que volver a repetir el juicio con otro jurado diferente.
TERCER JUICIO: LA CONDENA
El tercer juicio se inició el 22 de mayo.
Una vez más, sus amigos le rogaron que huyera del país, pero él escribió a Lord Alfred Douglas que “no quería que le llamaran cobarde o desertor “.
La acusación se benefició del fallido juicio anterior y ganó este proceso.
Wilde fue declarado culpable de comportamiento indecente con los hombres, por cometer actos de “indecencia grave y sodomía”, un cargo menor pero por el cual recibió la pena máxima en virtud de la Ley de Enmienda a la Ley Penal: dos años de trabajos forzados, que cumplió entre 1895 a 1897.
Durante este último año escribió De Profundis (publicado póstumamente en 1905), una larga carta que describe su viaje espiritual a través de sus juicios, en un oscuro contrapunto a su anterior filosofía del placer.
Salió de la cárcel derrotado y en bancarrota, pero no amargado. Le dijo a un amigo que “había ganado mucho” en prisión y que estaba “avergonzado de haber llevado una vida indigna de un artista”. En su larga carta a Douglas desde la prisión, De Profundis, Wilde dice: “Me convertí en un derrochador de mi genio y desperdiciar una juventud eterna me produjo una alegría curiosa”.
Y añadió: “Todos los juicios son juicios a la propia la vida, al igual que todas las sentencias son sentencias de muerte y tres veces he sido juzgado. La primera vez dejé el banquillo arrestado, la segunda vez me llevaron detenido y la tercera vez fui a la cárcel durante dos años.
“La sociedad, tal como la hemos instituido, no tiene sitio para mí, no tiene nada que ofrecer; pero la Naturaleza, cuya dulce lluvia cae sobre justos e injustos por igual, socavará grietas en las rocas donde pueda esconderme y valles secretos en cuyo silencio pueda llorar tranquilo. Ella se rodeará de estrellas para que yo pueda caminar en la oscuridad sin tropezar y enviará vientos para barrer mis huellas y que nadie pueda seguir mi dolor: Me limpiará con sus inmensas aguas y con hierbas amargas me curará”.
La condena de Wilde -que buscaba ser ejemplar- tuvo una gran repercusión y generó un recrudecimiento de la intolerancia sexual y de la persecución a los homosexuales en toda Europa.
Estos juicios, traducidos a varios idiomas, se consideran paradigmáticos en el surgimiento de la prensa amarilla en relación a los procesos judiciales (medios nacionales e internacionales siguieron minuto a minuto lo que ocurría en Old Bailey) y uno de los antecedentes más dramáticos en la historia del movimiento gay.
Tras su liberación Oscar Wilde partió de inmediato hacia el extranjero, para nunca regresar a Inglaterra o a Irlanda, su tierra natal -entonces formaba parte del Reino Unido-.
Durante esos años escribió su último trabajo, La balada de la cárcel de Reading (1898), un largo poema sobre la dura realidad de la vida en prisión. Murió en la indigencia el 30 de noviembre de 1900 en París, a la edad de 46 años.