“Ahora mismo estamos decidiendo, casi sin querer, qué caminos evolutivos permanecerán abiertos y cuáles quedarán cerrados para siempre. Ninguna otra criatura había hecho esto jamás, y será, por desgracia, nuestro legado más perdurable”. Elizabeth Kolbert definía así el papel que estamos desempeñando los humanos en “La sexta extinción”, el libro que le valió el premio Pulitzer el año pasado. El título es bastante expresivo: en los casik 4.000 millones de años de historia de la vida en la Tierra, se han dado cinco mega extinciones, momentos en los que buena parte de los seres vivos eran arrastrados de golpe a la desaparición por diversos cataclismos. Y ahora, según todos los datos recopilados por la ciencia, la civilización humana está provocando una nueva extinción masiva: somos como el meteorito que borró del planeta a los dinosaurios.
Y las criaturas de los océanos no se van a librar. Estamos provocando la agonía de numerosas especies marinas y, como decía Kolbert, eligiendo los seres acuáticos que al desaparecer dejarán de evolucionar en el futuro. A este ritmo, los grandes animales que poblarán los mares dentro de millones de años no serán descendientes de nuestras ballenas, tiburones y atunes porque los estamos matando para siempre. Y del mismo modo que la desaparición de los dinosaurios dejó un vació que tardó eras en llenarse por los mamíferos, no sabemos qué será de la vida en los océanos tras arrasarlos.
“Ahora mismo estamos decidiendo, casi sin querer, qué caminos evolutivos permanecerán abiertos y cuáles quedarán cerrados para siempre. Ninguna otra criatura había hecho esto jamás, y será, por desgracia, nuestro legado más perdurable”. Elizabeth Kolbert definía así el papel que estamos desempeñando los humanos en La sexta extinción, el libro que le valió el premio Pulitzer el año pasado. El título es bastante expresivo: en los casik 4.000 millones de años de historia de la vida en la Tierra, se han dado cinco mega extinciones, momentos en los que buena parte de los seres vivos eran arrastrados de golpe a la desaparición por diversos cataclismos. Y ahora, según todos los datos recopilados por la ciencia, la civilización humana está provocando una nueva extinción masiva: somos como el meteorito que borró del planeta a los dinosaurios.
“La eliminación selectiva de los animales más grandes en los océanos modernos, sin precedentes en la historia de la vida animal, puede alterar los ecosistemas durante millones de años”, concluye un estudio que presenta hoy (miércoles 14 de sep de 2016) la revista Sciencie. Liderado por investigadores de Stanford, el trabajo muestra cómo esta sexta extinción se está cebando con los seres acuáticos de mayor tamaño. Un patrón “sin precedentes” en el registro de las grandes extinciones y que con mucha seguridad se debe a la pesca : hoy por hoy, cuanto más grande es el animal marino, más probable es que se extinga.
Según explica a Materia el principal autor de este estudio, Jonathan Payne, el nivel de perturbación ecológica causada por una gran extinción depende del porcentaje de especies que se extinguen y de la selección de grupos de especies que se eliminan. “En el caso de los océanos modernos, la amenaza preferente por los de mayor tamaño podría resultar en un evento de extinción con un gran impacto ecológico debido a que los animales grandes tienden a desempeñar un papel importante en el ciclo de nutrientes y en las interacciones de la red alimentaria”, asegura Payne, refiriéndose a que el daño afectaría en cascada a todos los ecosistemas marinos.
Los escenarios pesimistas predicen la extinción del 24% al 40% de los géneros de vertebrados y moluscos marinos; el cálculo más trágico es comparable a la extinción masiva del final del Cretácico, cuando desaparecieron los dinosaurios, según explican en Science.
El trabajo de este investigador de Stanford y de su grupo consistió en analizar el patrón de desaparición de 2.500 especies en los últimos millones de años. Hasta ahora, el tamaño de los animales marinos no había sido un factor determinante en anteriores cataclismos, pero en nuestros días se da una correlación notable. Para los investigadores, es evidente que se debe a la forma de consumir ecosistemas propias del ser humano . Ocurrió con la extinción de los mamuts y sucede ahora con la pesca: cada vez que entramos en un ecosistema primero acabamos con las piezas mayores y a medida que escasean vamos agotando el resto de recursos de menor entidad.
Los investigadores advierten de que la eliminación de estos animales en la parte superior de la cadena alimenticia podría perturbar el resto de la ecología de los océanos de manera significativa para potencialmente millones de años venideros. “Sin un cambio dramático en el rumbo actual de la gestión de los mares, nuestro análisis sugiere que los océanos sufrirán una extinción masiva de suficiente intensidad y selectividad ecológica como para incluirse entre las grandes extinciones”, asegura el estudio.
Este paleobiólogo defiende que la visión positiva de su hallazgo es que las especies amenazadas aún pueden salvarse de la extinción con políticas de gestión eficaces y, a largo plazo, abordando los impactos del calentamiento climático y la acidificación de los océanos. “Podemos evitar ese camino; con una gestión adecuada, sería posible salvar a muchas de estas especies de la extinción”, reclama Payne. (El Pais.es)