Como tuvo que aprender Titono, la inmortalidad puede ser una maldición en vez de una bendición.
El mítico príncipe troyano era tan hermoso que dejó hechizada a Eos, la diosa de la aurora y, buscando tenerlo a su lado por siempre, ella le pidió a Zeus que le concediera la inmortalidad.
Sin embargo, Zeus interpretó literalmente su petición. Titono no murió, pero sí envejeció, perdiendo su encantó físico, sus facultades y el interés de Eos.
Finalmente, la diosa lo encerró en una habitación donde balbucea infinitamente.
Es solo una historia pero, como suele suceder, la verdad termina siendo más extraña que la ficción.
Hay especies que son técnicamente inmortales y, a diferencia de Titono, pueden ser eternamente jóvenes.
Hablamos de “inmortalidad biológica”, un término que a muchos biólogos les gustaría no usar.
“Inmortal realmente significa que uno no se muere, lo que es algo estúpido”, dice Thomas Bosch de la Universidad de Kiel, Alemania.
Aunque suene paradójico, los organismos biológicamente inmortales son, claramente, mortales.
Pueden morir a manos de un depredador, una enfermedad o un cambio catastrófico en el ambiente.
Pero, a diferencia de los humanos, raramente mueren por ponerse viejos.
Árboles milenarios
El pino longevo es un buen ejemplo. Algunos de estos árboles norteamericanos comenzaron a crecer hace 5.000 años, en tiempos de la fundación de la verdadera ciudad de Troya.
En cuanto a apariencia externa, el paso de los años se les nota.
“Están bastante aporreados”, dice Howard Thomas de la Universidad de Aberystwytn en el Reino Unido. “Son alcanzados por rayos, sepultados por nevadas, sus ramas se quiebran”.
Sin embargo, al mirarlos más de cerca revelan otra historia.
Un estudio publicado en 2001 comparó el polen y las semillas de pinos longevos de distintas edades y no encontró una diferencia significativa en sus índices de mutación.
Además, el tejido vascular funcionó igual de bien en los árboles más viejos. A nivel celular parecían tan jóvenes como cuando Troya fue fundada. Sus tejidos no parecen marchitarse.
Nadie sabe cómo el pino lo hace, pero Thomas piensa que probablemente se debe a una propiedad especial de los “meristemas” de los árboles.
Se trata de zonas de las raíces y los tallos que alojan poblaciones de células madres que generan nuevos crecimientos.
Aparentemente, esas células madres pueden mantenerse jóvenes y vigorosas por miles de años.
Soledad infinita
El molusco Ming quedó en los registros como el animal solitario más viejo que se haya descubierto.
La almeja oceánica tenía 507 añoscuando un grupo de biólogos la sacó de las aguas de las costas de Islandia en 2006.
Aunque la mataron, Ming podría haber sido inmortal biológicamente.
En muchas células de animales, las moléculas que contienen oxígeno reaccionan con las membranas, generando pequeñas moléculas que, a su vez, dañan otras partes de la célula.
Sin embargo, un estudio de 2012 encontró que las células de las almejas oceánicas tienen membranas que son inusualmente resistentes a ese tipo de daños.
Proteína FoxO
Otro caso de inmortalidad biológica es el de la hidra, un animal de cuerpo blando, emparentado con la medusa y que normalmente mide apenas 15mm.
Los animales pequeños no suelen vivir mucho, pero un biólogo mantuvo una hidra en el laboratorio por más de cuatro años.
Al final del experimento, lucía tan joven como en el primer día.
Hace unos años Bosh y sus colegas ofrecieron una explicación por su falta de envejecimiento celular.
En términos simples, se debe también a las células madre. La hidra posee un conjunto tan potente que, en caso de accidente, pueden hacer crecer de nuevo partes de su cuerpo.
Esta capacidad le valió su nombre, inspirado en la mitológica Hidra de Lerna que desarrollaba cabezas cuando era decapitada.
Los poderes regenerativos de la hidra real son cruciales durante su reproducción, que no suele ser sexual sino que ocurre al desarrollar diminutos clones de sí misma.
La hidra utiliza tres distintas poblaciones de células madres para replicar todos los diversos tejidos que la conforman.
Bosh y sus colegas encontraron que las tres comparten un proteína en común, FoxO, que sería clave contra el envejecimiento.
“Si desactivas el gen FoxO, haces que la hidra envejezca”, señala Bosh.
No está claro cómo impide que envejezca la hidra y, particularmente, sus células madre.
Sin embargo sabemos que en realidad podría ser un mecanismo universal antienvejecimiento presente en todo el reino animal.
Los humanos contienen algunas versiones y algunas variantes son más comunes en la gente que vive más de 100 años.
Medusa inmortal
Hay especies de medusas que también son biológicamente inmortales.
Cuando los espermatozoides y óvulos de la medusa se unen, forman una minúscula larva, que no crece simplemente hasta formar un individuo adulto, sino que se adhiere a una superficie dura y se convierte en una estructura blanda llamada pólipo.
La mayoría de las veces esos pólipos producen clones mínimos, como la hidra.
Sin embargo, en algunas especies los pólipos producen pequeñas medusas macho o hembra que nadan libremente, se convierten en adultos y producen espermatozoides y óvulos. Entonces, el ciclo comienza de nuevo.
La mayoría de las medusas pueden dar marcha atrás a su desarrollo en casi todas las diversas etapas de su complicado ciclo de vida, pero al convertirse en un adulto maduro sexualmente pierden la habilidad de darle marcha atrás al reloj.
La medusa inmortal desobedece ese rol fundamental. Incluso un adulto maduro sexualmente puede volver a ser un pólipo.
Es como si una mariposa de repente volviera a ser una oruga.
La langosta americana
La inmortalidad biológica puede ocurrir incluso en animales que se reproducen sexualmente.
La langosta americana es un ejemplo, pues mantiene una impresionante capacidad para regenerarse incluso en edad avanzada.
Eso quizás explique por qué algunos especímenes grandes tienen por lo menos 140 años.
Su longevidad puede estar conectada al comportamiento de su ADN.
Los cromosomas largos en las células de animales tienen unas terminaciones especiales sobre sus extremos llamadas telómeros, que ayudan a proteger el ADN.
Sin embargo, cuando la célula se divide y los cromosomas se reproducen, los telómeros se acortan un poco porque la división no llega a alcanzar la punta del cromosoma.
A telómeros más cortos, menor tiempo de vida. Sin embargo, las langostas americanas utilizan una enzima llamada telomerasa que los alarga.
Un estudio de 1998 reveló que se encuentra en todos sus órganos, donde presumiblemente ayuda a mantener a las células luciendo jóvenes durante más tiempo.
“Inmortalidad” humana
Los mamíferos también contienen telomerasas y en los humanos están activas en las células HeLa.
Se trata de las primeras células humanas “inmortales” en ser identificadas.
En este caso la inmortalidad tiene un significado negativo. El nombre HeLa se debe a que fueron tomadas -sin consentimiento- de Henrietta Lacks, quien falleció de cáncer cervical en 1951.
Las enzimas telomarasas parecer contribuir al crecimiento de tumores y su propagación, pero no son las únicas células inmortales que pueden encontrarse en el cuerpo humano.
Nuestras células de la “línea germinal”, que dan origen a los óvulos y espermatozoides, son también eternas.
En este punto, no debiera sorprendernos que ignoremos cómo se reajusta el reloj en nuestras células germinales.
Aun así, quizás haya aquí un consuelo para quienes le tengan miedo a su propia muerte.
Nosotros envejecemos como individuos pero, debido a las propiedades especiales de nuestras células germinales, nuestro linaje no envejece. En ese sentido, la humanidad es inmortal.