Emmanuel conoció a Brigitte cuando ella era su profesora. Le dijo, entonces, que se casaría con ella, aunque debió esperar. Son muy unidos y ella es muy influyente sobre él. Como Primera Dama, quiere dedicarse a la educación y la cultura en los barrios periféricos.
Asume sin complejos los 24 años de edad que la separan de su ex alumno y esposo. Guapa, con ese toque de glamur francés, Brigitte Macron es el gran amor y el mayor apoyo del próximo presidente de Francia.
De 64 años, esta rubia de ojos azules ha estado siempre junto a su esposo desde que éste dejó el año pasado el cargo de ministro de Economía para lanzar su movimiento ¡En marcha!, con la mirada puesta en el Elíseo.
Emmanuel y Brigitte Macron parecen una pareja unida, cariñosa y cómplice. La imagen de un amor que venció toda adversidad e indiferente “al qué dirán” por su diferencia de edad.
“Emmanuel tiene que ser elegido este año sino ¡Imagínense mi cara en cinco años!”, afirmó con humor esta mujer a la que llaman “Bibi”.
Bronceada todo el año, adepta a los pantalones ajustados y a los zapatos de tacón de aguja, Brigitte se ha vuelto una habitual de las portadas de prensa del corazón, fotografiada caminando de la mano con su esposo por París o en bañador en las playas del sur de Francia.
Y no se cansa de contar su historia de amor improbable.
Nacida en Amiens, en el seno de una acaudalada familia pastelera, Brigitte Trogneux parecía prometida a otro destino. Cuando conoció a Emmanuel a principios de los años 1990, estaba casada y era madre de tres adolescentes.
Tenía entonces 39 años, era profesora de francés y dirigía un taller de teatro en un instituto de Amiens. Al conocer al futuro presidente, entonces un alumno de 15 años, se sintió “totalmente cautivada” por su inteligencia.
“Emmanuel venció mis resistencias”
Emmanuel desafió todos los tabúes y le declaró su amor. “Con 17 años, me declara: ‘hagas lo que hagas, ¡me casaré contigo!'”, cuenta. “Poco a poco venció todas mis resistencias”.
Pero los padres de Macron, médicos, trataron de sacarle la idea de la cabeza enviándolo a un prestigioso instituto de París. Él no se amilanó. “Tenía una obsesión, una idea fija: vivir la vida que había elegido con aquella a la que amaba. Y hacer todo lo necesario para conseguirlo”, explica el político centrista en su libro “Revolución”.
Finalmente, Brigitte Trogneux dejó a su marido banquero y se casó en 2007 con Macron, con quien se mudó a París.
Allí empezó a dar clases en un instituto privado, mientras él se desempeñaba como alto funcionario, banquero y, finalmente, entraba a formar parte del gobierno del presidente socialista François Hollande.
“Sin ella, no sería quien soy”
Durante la campaña, su entorno la describió como una mujer influyente, que relee los discursos del candidato y no se pierde ningún acto electoral.
Su esposa “no tiene ningún papel atribuido, no asiste a los comités políticos” pero “si él no la ve durante una hora, la llama”, confiesa François Patriat, de ¡En Marcha!.
Brigitte, “siempre presente y cada vez más. Sin ella, no sería quien soy”, dijo Macron, agarrando a su esposa de la mano ante los militantes entusiasmados la noche en que ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales.
Macron prometió crear un estatuto oficial de Primera Dama si llegaba al Elíseo y su esposa, abuela de siete nietos, ya tiene claro que quiere dedicarse a la educación y la cultura, especialmente en los barrios periféricos.
“Como profesora, conozco bien a los jóvenes. Mi combate será la educación”. “Si les abandonamos por el camino, habrá una explosión” social, dijo el año pasado en una entrevista a Paris Match.