Frente al terrorismo antijudío

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Tribuna del Clarín. Marcelo Birmajer

La brutal ola de ataques de terroristas palestinos contra judíos israelíes en Israel no está motivada por la búsqueda de independencia palestina, sino por el deseo nazi de asesinar judíos y de aniquilar la democracia en Medio Oriente. Esta ideología insensata, cuya alianza con el nazismo inaugurara el Mufti de Jerusalem, Muhamad Amin al Husayni, en los años 40 del siglo pasado, tiene hoy su correlato en diversos grupos y Estados de Medio Oriente y África: Hamas en Gaza, Hezbollah en Líbano, Isis en Irak y Siria, Boko Haram en Nigeria, la República Islámica de Irán en el Golfo Pérsico.

El hecho de que estos mismos grupos en ocasiones se enfrenten violentamente entre sí no contradice su idéntica naturaleza ideológica: la opresión de la mujer, el exterminio de los homosexuales, la eliminación de la libertad de expresión y de circulación. Entre sus objetivos más destacados se encuentra la obliteración del pueblo judío, como conjunto humano y filosofía de vida.

También dentro del movimiento comunista, en su momento de auge a mediados del siglo XX, existieron enfrentamientos violentos entre distintos líderes, sin alterar su adhesión incondicional a la prohibición de elecciones libres o la conculcación de la propiedad de los individuos a favor de una camarilla estatal.

La matanza de judíos es un credo compartido por todas estas agrupaciones fundamentalistas, y ejercida por individuos empáticos con sus premisas.

En los últimos quince días, comenzando por el asesinato de un matrimonio judío en Cisjordania- delante de sus hijos, en ese caso con armas de fuego, las agresiones a cuchillo contra transeúntes israelíes superan largamente la veintena. Sólo el pasado martes 13 de octubre se sumaron cuatro ataques en Jerusalem, a cuchillo, que sumaron dos muertos.

Paradójicamente, la actual metodología “zombie” de ataque indiscriminado con cuchillos, destornilladores, embestidas automovilísticas y piedrazos mortales, pone mucho más en jaque a la democracia que las anteriores oleadas terroristas, como la de los suicidas con explosivos en los colectivos de Jerusalem y Tel Aviv de hace una década, por ejemplo, que sin embargo asesinaban muchas más personas por evento.

Aquellas masacres respondían a un comando central, ya fuera Hamas o Jihad Islámica, con líderes que asumían las acciones, y podían ser combatidos. La profusión de criminales sin ton ni son, sin directivas aparentes, es un ataque muchos más peligroso contra la libertad.

La división en dos Estados para dos pueblos, el existente Israel y un nuevo estado árabe palestino, sigue siendo tan urgente como en 1948, y tan rechazada por la dirigencia palestina como lo hizo el Mufti de Jerusalem antes y después de la partición de Palestina en 1947.

Todos aquellos que aún confiamos en la división de dos Estados para dos pueblos haríamos bien en alertar cuanto antes que estas masacres cometidas por terroristas palestinos contra judíos israelíes no son un modo de lucha o resistencia sino, por el contrario, el peor intento de apagar la frágil luz de la paz.