Por Mauricio Eduardo Colorado.- El evento electoral realizado el 4 de marzo pasado, dejó algunas sorpresas para la historia salvadoreña y latinoamericana, si acaso no queremos extendernos hacia el mundo total de la política.
Por primera vez, un régimen que después de desarrollar una guerra de “liberación” de un pueblo, se ha visto obligado a reconocer que el pueblo “liberado” rechaza la liberación y pretende regresar, voluntariamente, por medio de la expresión libre y soberana expresada en las urnas, a la “opresión” de las clases explotadoras.
Cuba y Fidel, son el ejemplo más explicativo, ya que desde el momento que bajo de la Sierra Maestra con el triunfo de su revolución, jamás permitió elecciones libres que permitieran escoger a sus gobernantes a los ciudadanos cubanos.
En su momento, Venezuela, con la modalidad de que el dictador Chávez llego al poder por medio de las urnas, una vez afianzado, abandono toda posibilidad de expresión de voluntad por medio de elecciones.
Cuando por fin se decidió a permitir elegir una asamblea libremente escogido, sufrió un revés, que ha tenido que superar con el invento de una Asamblea Constituyente, y con elecciones presidenciales anticipadas en las que el concierto internacional de naciones, no tiene ni siquiera un milímetro de credibilidad, porque a la legua se nota la ilegalidad de la treta electoral propuesta.
En nuestro país, por más esfuerzos que ha hecho el partido oficial y el gobierno que sostiene, ha dado un verdadero portazo en la cara al estamento oficial, que los ha dejado con una confusión histórica descomunal.
Muchos seguidores del gobierno Socialista siglo XXI, se han expresado en el sentido de que se dejen los espacios a nuevas generaciones, pero la dirigencia tradicional, se ha adelantado a manifestar que tal posibilidad esta vedada. Incluso, se han escuchado frases insultantes con expresiones insultantes y vulgares, como cuando se recurren a tales recursos por quienes carecen de argumentos razonables para sostener sus posiciones.
El traído y gastado perifraseo que volverán a tomar las armas, ha perdido fuerza y credibilidad, porque quienes lo argumentan, han sido debilitados por el simple transcurso del tiempo, que les impide cumplir físicamente con semejantes pretensiones.
Últimamente ha renacido un desfasado militante de los tiempos de la guerra que, negándose a aceptar el paso implacable de la historia, propone la lucha de calle, para oponerse a la voluntad popular expresada en las urnas.
Con su propuesta, expresa y manifiesta su temor, casi elevado a pánico, de que las fuerzas democráticas organizadas y apoyadas por la mayoría de la población, se expresen en forma simple, clara y mayoritaria, contra una elección de una Sala Constitucional de corte marxista tal como lo esperaban, para consolidar el poder absoluto de los tres órganos del estado.
Ahora, que han perdido la Asamblea Legislativa, y en consecuencia, están en desventaja para imponer una Sala de corte amanuense, su mente solamente recurre al pasado, ofreciendo una lucha de calle, obsoleta, y desde luego desestabilizadora. Cuando entenderán que los salvadoreños desean progresar, y no retroceder.
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