Por Eduardo Vázquez Bécker.-Lo primero que debemos preguntarnos es si el mismo “error” hubiera ocurrido si el resultado preliminar de las elecciones del 4 de marzo hubiesen favorecido al FMLN y no a ARENA como en realidad ocurrió. Valdría llegar a fondo de las investigaciones, si es que se investiga, para determinar si en verdad se trató de un error “involuntario” o si en todo ese desparpajo que se produjo hubo mano peluda.
Debido a ese “error humano”, el cómputo de los resultados de los comicios del pasado domingo ubicó erróneamente al principio a varios diputados de ARENA, del FMLN y de otros partidos, fuera de la lista de parlamentarios electos. Tras corregida la falla el resultado cambió completamente y varios diputados que estaban quedando fuera lograron entrar a la lista de elegidos y otros, que celebraban al inicio su elección, salieron del listado de ganadores.
El presidente del Tribunal Supremo Electoral insiste en que él no estaba de acuerdo en que se contratara a Smartmatic y que por ello no acompañó con su firma la contratación.
Olivo había advertido de los problemas enfrentados en otros países por la compañía Smartmatic, pero aún así, sus cuatro colegas magistrados aprobaron la contratación de esta empresa, que ha procesado resultados electorales en muchos países del mundo, entre ellos Filipinas, donde también fue cuestionada por una falla similar a la ocurrida en El Salvador.
A pesar de haber salido al paso a cualquier sospecha, Olivo arroja tempranamente responsabilidades en los cuatro magistrados restantes del TSE; sin embargo, él supo lo que ocurría y se lo guardó muy bien, inclusive fue quien salió en defensa y justificación de la empresa que estuvo a punto de provocar situaciones insospechadas al mover el orden de aparecimiento de los diputados en sus planillas. Con su demostrada responsabilidad la empresa Smartmatic estuvo a punto de producir otro “bogotazo” en El Salvador.
El tribunal Supremo Electoral y particularmente su presidente Julio Olivo tendrá que explicar por qué no se aseguró de las empresas contratadas para intervenir e las elecciones del 4 de marzo, no tuvieran vinculación alguna con países con tendencias socialistas además de no tener ningún punto de inflección que pudiera contaminar la llamada elección más difícil del mundo con visos de fraude.
Aún es temprano para cantar victoria. Habrá de esperar a que el TSE certifique los resultados definitivos de las elecciones para saber lo que puede pasar en el país.
Por el momento solo sabemos que ARENA aparecía con 39 diputados en un complicado conteo de más de 72 horas y que de repente, con un puñado de papeletas, ahora aparece con dos diputados menos. Esos dos diputados pueden ser la diferencia entre haber recobrado el poder o de que se mantenga como hasta ahora.
Es un hecho real que todas las hipótesis creadas en torno a la distribución numérica de los diputados que conformarán la próxima Asamblea se le pueden venir abajo al partido ARENA. No es lo mismo que el FMLN pierda ocho diputados y que esa cuota de poder legislativo la obtenga el partido tricolor, a que se dispersen entre los partidos menores para los cuales un diputado más o un diputado menos, solo constituye en alguno de los casos, una posibilidad de supervivencia o una moneda para adquirir privilegios.
Julio Olivo debe explicar por qué no denunció oportunamente su desacuerdo en la contratación de Smartmatic sabiendo que sus antecedentes no eran transparentes. Debe explicar por qué no pidió a la Fiscalía General de la República que siguiera la pista de Smartmatic previo a la legalización del contrato, no fuera a resultar una sucursal de Oderbrecht.
La cosa no ha terminado aquí. Sean cuales sean los resultados finales que el Tribunal Supremo Electoral TSE, presente de los comicios para alcaldes y diputados, el pasado 4 de marzo, la sombra del fraude lo va a seguir a donde vaya. Nadie puede estar contento ni queda satisfecho, de haberse sacado un premio de cien mil dólares en la lotería y que la hora de cobrar le salgan conque siempre nó, que el premio era de diez mil pesos.