El papa Francisco no faltó a la cita del 25 de diciembre. El pontífice pronunció su tradicional discurso de Navidad desde la logia central de la basílica de San Pedro, con un claro mensaje: “las diferencias no son un daño o un peligro, sino una riqueza”.
Esto lo transmitió de forma general urbi et orbi, “a la ciudad y al mundo”, pese a su visión cristiana de la vida, ya que “la salvación pasa a través del amor, la acogida y el respeto de nuestra pobre humanidad, que todos compartimos en una gran variedad de etnias, de lenguas, de culturas, pero todos hermanos en humanidad”.
Dicha bendición universal, que comparó con las relaciones familiares, la transmitió frente a miles de personas concentradas en la Plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, donde un 13 de marzo de 2013 Jorge Mario Bergoglio fue elegido como el papa número 266.
“Como para un artista que quiere hacer un mosaico: es mejor tener a disposición teselas de muchos colores, antes que de pocos”, expresó Francisco, haciendo hincapié en la “fraternidad entre personas de toda nación y cultura” y “entre personas de diversas religiones”.
Un deseo de reconciliación, desde Siria a Nicaragua
Estas palabras, más allá de un mensaje espiritual, fueron dirigidas sobre todo a varios países, con distintos climas políticos, pero problemas muy similares. Como Siria y Yemen, a los que deseó que vuelvan “a encontrar la fraternidad después de largos años de guerra”, teniendo en cuenta que el pueblo sirio merece “una solución política, para que pueda volver a vivir en paz en su patria” y la reciente tregua yemení “pueda aliviar finalmente a tantos niños y a las poblaciones, exhaustos por la guerra y el hambre”.
Por eso no faltó una referencia de reconciliación para Israel y Palestina, vecinos de larga disputa. A ellos rogó que “retomen el diálogo y emprendan un camino de paz que ponga fin a un conflicto que –desde hace más de 70 años– lacera la Tierra elegida por el Señor para mostrar su rostro de amor”.
Lamentablemente aludió a más naciones como Ucrania, “ansioso por reconquistar una paz duradera que tarda en llegar”, y a regiones como el continente africano o la península coreana, a la que deseó que siga “el camino de acercamiento puesto en marcha, y que se alcancen soluciones compartidas que aseguren a todos el desarrollo y el bienestar”.
No obstante, la petición más sentida del papa argentino se la hizo a su tierra americana: más armonía interna, tanto para Nicaragua como para Venezuela. A ambos les exigió prácticamente “concordia” entre todos los miembros de la sociedad, frente a “las divisiones y las discordias”.
Unas diferencias que han aumentado este 2018 debido a la migración. Sobre eso, el pontífice de 82 años transmitió que Dios quiere una menor polarización. “Que todos podamos recibir paz y consuelo por el nacimiento del Salvador y, sintiéndonos amados por el único Padre celestial, reencontrarnos y vivir como hermanos”, sentenció el papa Francisco.
Con información de Reuters y EFE