Los beneficiarios de la amnistía migratoria podrían tener problemas para pagar sus hipotecas si el programa termina y pierden su capacidad de trabajar legalmente
“Era muy importante para mí”, dijo Corzo, de 27 años, quien nunca ha salido de Estados Unidos desde que llegó de Perú a los 9 años.
Ahora, uno de sus más grandes temores es perder su hogar si el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) finaliza de manera permanente. Si eso sucede, Corzo podría perder no solo la primera casa que compró como dreamer, sino una segunda que posee, a la cual llama su “casa de ensueño”, y otras seis propiedades de alquiler que también posee y administra.
El DACA ha permitido que casi 689,000 dreamers o soñadores, que fueron traídos a Estados Unidos cuando eran niños, asistan abiertamente a la escuela y obtengan permisos de trabajo y licencias de conducir. El programa permitió a muchos de ellos salir de la economía informal, solicitar hipotecas y comprar casas, la máxima del sueño americano.
“Sin un trabajo, no podré pagar mi hipoteca y mi casa entraría en ejecución hipotecaria”, dijo Corzo, cuyo estado de DACA vence en 2019.
El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció en septiembre que terminaría el programa DACA, pero dejó la responsabilidad al Congreso de aprobar una legislación alternativa antes de que el programa de la era Obama expire el 5 de marzo. Hasta el momento, los legisladores y el gobierno de Trump no han podido avanzar en ello.
No está exactamente claro cuántos beneficiarios de DACA poseen viviendas. Una encuesta de más de 3,000 personas del programa DACA en 46 estados mostró que el 15% de ellos, de entre 25 años o más, eran dueños de una vivienda. Esa investigación fue realizada conjuntamente en agosto pasado por la Universidad de California, San Diego, y organizaciones asociadas, incluyendo el National Immigration Law Center and the Center for American Progress.
Austin, estima que, según su experiencia, el 95% de los propietarios de DACA tienen hipotecas.
Cuando Corzo obtuvo el estatus DACA, solicitó un préstamo hipotecario de 160,000 dólares. “En ese momento, trabajaba como desarrollador de software con General Motors en Austin y rentaba. Me tomó un año construir un historial crediticio primero”, dijo.
Tras ser aprobado para el préstamo, compró su primera casa —de cuatro habitaciones con fachada de ladrillo rojo— en noviembre de 2014. Tres años más tarde, Corzo adquirió una segunda casa y alquila la primera.
Corzo cree que los dreamers que poseen viviendas están impulsando la economía. “Le pagamos al prestamista, al inspector de viviendas al contratista y al personal de mantenimiento”, dijo.
Alex Nowrasteh, analista de políticas de inmigración del Cato Institute, concuerda.
“Si el gobierno presionará a los dreamers a salir del mercado inmobiliario, del mercado de los alquileres y, finalmente, a salir del país, podría haber una disminución sustancial en los precios de la vivienda donde habitan particularmente en grandes cantidades”, dijo.
Para calificar para el DACA, “los dreamers deben tener como mínimo un título de escuela media superior, pero muchos también tienen estudios universitarios”, dijo Randy Capps, director de investigación de programas estadounidenses en el Migration Policy Institute.
Juan Méndez, de 28 años, también quería ser propietario pero tenía temor de tramitar una hipoteca debido a su estatus de DACA.
“Pensé que si el DACA se anulaba en cualquier momento, estaría en una situación muy mala con el préstamo”, dijo Mendez, especialista en salud y bienestar en Walmart. Su estatus DACA expira a principios del próximo año.
En cambio, decidió comprar un terreno en Springdale, Arkansas, donde vive y trabaja, a un amigo que le prestó el dinero.
“Mi amigo sabía mi estatus, pero también vio mi determinación y me dio la oportunidad de lograr mi sueño americano”, dijo.
“El proyecto ha sido un trabajo de amor y restricciones contables”, dijo.
“Establecimos un presupuesto y los dos somos contablemente conservadores”, dijo. “No ha sido barato ni fácil”. Para ahorrar dinero, Méndez y su esposa colocaron el piso e instalaron los gabinetes, ventanas y puertas ellos mismos. Han invertido 26,000 dólares hasta ahora.
“Todavía estamos trabajando en el exterior mientras vivimos en ella”, dijo.
Si pierde permanentemente la protección del DACA y con ello la capacidad de trabajar, Méndez dijo que tendrá problemas para pagar el préstamo de su amigo, además de que podría no tener suficiente dinero para pagar los impuestos sobre la propiedad o los servicios públicos