El FMLN, un partido populista

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Por Ernesto Rivas Gallont

Después de ocho años en el gobierno, no nos equivocamos al asegurar que el FMLN es un partido populista, después de ver las múltiples manifestaciones públicas y escuchar discursos demagógicos, como vimos y escuchamos el pasado 1 de junio.

El populismo, desde que el FMLN llegó al poder, adquirió formas autoritarias y algunas de ellas, dictatoriales que tienen en común un marcado acento autoritario-paternalista.

El FMLN puso en juego una estrategia política de desarrollismo nacional, junto a un remodelamiento de estructuras de poder. Por lo tanto dispuso que las masas debieran permanecer bajo el control estratégico el cual sería el encargado de idear y conducir la gobernanza.

El populismo del FMLN, ha hecho una combinación sui generis de sistemas de movilización y control de las masas asalariadas urbanas con el aparato estatal y las utiliza para sus fines perversos, como las vemos, con frecuencia, demostrarse contra la Sala de lo Constitucional.

Para ello, el hoy embajador Sigfrido Reyes, se graduó en Viet Nam en movilización de masas.

En una democracia representativa, debería haber una separación clara entre el Estado, el partido del gobierno y las bases populares, que no ha sido el caso aquí en El Salvador. Aquí vemos lo contrario, el partido de gobierno controla el Estado y también controla las bases populares creando una combinación singular entre el Estado, el partido gubernamental.

Bajo el gobierno populista del FMLN, el aparato estatal adquiere nuevas dimensiones con el propósito de usurpar la fuerza productiva, como agente económico, identificando como enemigo a los sectores tradicionalmente agentes de producción.

El populismo pretende ser reformista, apoyando la doctrina de la “paz social” y “el buen vivir” entre las clases sociales. En tiempos de crisis, sin embargo, el populismo revela su contenido revolucionario.

En épocas de crisis, las organizaciones, técnicas, liderazgos e ideologías populistas se revelan incapaces de transformarse en el sentido de la revolución.

Una vez en el gobierno, el FMLN buscó generar relaciones de dependencia y lealtad más hacia la persona que hacia las instituciones. Los populistas prefieren el respeto y la admiración por el líder más que por la posición que el líder ocupa, la que es invadida por dirigentes del partido que resultan en co-gobernantes. No es la presidencia la que genera el respeto y la lealtad, sino la dirigencia del partido.

Históricamente, los vehículos de representación popular y de mediación entre los gobiernos y la gente han sido los partidos políticos. Son ellos los que sirven de filtro entre la sociedad y los gobiernos. Ese es el principio que ha prevalecido en el gobierno populista del FMLN.

Las consecuencias de la estrategia populista del FMLN son tan evidentes como nefastas: clientelismo, corrupción, poco crecimiento económico, mafias en las más altas esferas de gobierno y muchas otras hartamente conocidas.

La corriente bolivariana que manda en Latinoamérica y de donde el FMLN nutre la base de su populismo, no pertenece a la tradición de izquierda, es pura demagogia política y, como tal, perjudicial.

El partido de gobierno, ha promovido deliberadamente un gran engaño, que es el de prometer bienestar para todos con ideas y proyectos políticos cuyo resultado no puede ser otro que la destrucción de las posibilidades de progreso y las libertad de los ciudadanos.