El 2 de noviembre de 1776 un grupo de avanzada al mando de Gaspar de Portelá, llegó a la cima de una colina y vio ante sí una gran extensión de agua. La expedición española de Gaspar de Portalá Rovira acababa de descubrir la bahía de San Francisco.
En un primer momento los exploradores lo identificaron con la bahía de Cermeño pero el puerto que al que acababan de llegar iba a ser mucho más trascendente para los intereses de la Corona que lo que la bahía de Monterrey jamás podría llegado a ser. La abundancia de agua potable, leña y lastre, el clima frío y saludable, la escasez de molestas nieblas, y la afabilidad de los indios que encontraron, hacían de él un lugar perfecto para un asentamiento.
El 17 de septiembre de 1776 se establecía el Presidio. Días después el padre Francisco Palou consagraría la Misión a San Francisco de Asís. El “Gran Puerto de San Francisco” como pasaría a conocerse la escondida bahía, fue definitivamente asentado sobre el mapa para orgullo de la Corona española aunque las amenazas extranjeras continuarían truncando la calma del Pacífico. El ansiado puerto se convirtió en la escala necesaria entre el Norte y a las Filipinas.
El Padre Juan Crespí, cronista de la expedición, anotó la existencia de unos “árboles muy altos de color rojo” que recordaban a los cedros. “Estos árboles son muy numerosos en la región”, proseguía Crespí. Como nunca se habían observado especímenes de esa especie, fueron bautizados escuetamente como “palos colorados”, equivalente a “troncos rojos”, denominación que luego dio origen el inglés “redwood”. Esta escueta anotación es la primera prueba documental del avistamiento por parte de europeos de secuoyas, o más concretamente de secuoya roja o de costa (Sequoia sempervirens). ). La primera descripción científica del árbol la haría en 1791 el botánico checo Tadeas Haenke, científico a bordo de la Expedición Malaspina.
La expedición de Gaspar de Portolá estableció un campamento al pie de una inmensa secuoya que fue bautizada con el nombre de “el Palo Alto”, denominación que con posterioridad dio nombre a la ciudad de Palo Alto que perdura en nuestros días, y lugar donde se encuentra el llamado Silicon Valley.
Posteriormente, la llegada de bastimentos a San Diego animó a Portolá a emprender la búsqueda de Monterrey, esta vez por mar y por tierra. El resultado fue afortunado, tomándose posesión del puerto de Monterrey el 3 de junio de 1770, donde siguiendo órdenes reales fundó un presidio y una misión con el nombre de San Carlos Borromeo
Por sus servicios, el rey le otorgó el grado de Teniente Coronel en atención a sus servicios. Poco después, Carlos III lo nombró gobernador de Puebla de los Ángeles (actual Los Angeles) con 4.000 pesos de sueldo. Además, el monarca lo ascendió a Coronel de Dragones por real cédula del 28 marzo de 1777. La hoja de servicio señala que: “desempeña lo que se le manda y tiene valor y conducta”.
Autor: Ignacio del Pozo Gutiérrez para revistadehistoria.es
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