El costo de ser médico en El Salvador

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Por Eduardo Vazquez-Becker S*

¡El primer día en la universidad!

Ya has pasado el vía crucis de la inscripción, y en algunas, el curso preuniversitario. ¡Ya eres estudiante de medicina!… del primer ciclo.

No hay gabachas, hay inglés e inglés técnico, biología, química y química orgánica, ética y bioética, filosofía, etc. Las vas aprobando una por una. De repente, las asignaturas cambian, ya es biología molecular y genética, biofísica, bioestadística, bioquímica, historia de la medicina, etc. y te das cuenta que comienzas a aprender cosas que pocos saben ya eres un estudiante de otro nivel, por supuesto te cuesta mucho, pero sigues adelante.

¡Comienza lo interesante! Surgen las anatomías, la neuroanatomía, las patologías, la fisiología, la introducción a la medicina y las técnicas quirúrgicas. Aprendes a tomar la presión arterial, a suturar (no es fácil, debes conocer de heridas, de cicatrización, de hilos y agujas, de asepsia y antisepsia).

¡Al fin, han pasado cuatro años, inicia tu visita a los hospitales! Llegas sintiéndote grande, con tu gabacha blanca manga corta, eres un externo, pero siempre habrá alguien que te recuerde que eres “el último pelo de la cola del gato”, todos son más importante y útiles que tu, pero insistes, comienzan las medicinas internas, las cirugías, las ginecologías y obstetricias, las pediátricas y la salud pública, éstas van acompañadas de las dermatologías, la psiquiatría, la medicina forense, etc. Estudias entre turno y turno, entre las difíciles historias clínicas que cualquiera te la rechaza porque tiene pocas páginas. Los turnos antes eran de 36 horas o más, ahora no pueden pasar de 12 horas, pero aun así ya estás cansado. Lo logras, académicamente ninguna otra profesión ha logrado tantos puntos académicos, pero aún falta.

Como externo has estado en la antesala del infierno, ahora entras el infierno en la tierra, el internado rotatorio, ya tienes tu sacola manga larga. Ya no hay castigo de sábados y domingos ni de lunes a lunes pero la carga de trabajo y la carga académica es abrumadora, no hay fiestas, no hay paseos, no hay cine, sólo trabajo y estudio… Y medio mundo te amenaza de reprobarte por todos lados, o te toman videos o fotos con sus teléfonos y publican barbaridad y media, pero nuevamente lo logras, apruebas las cinco rotaciones y pasas al año social. Hasta este momento no le debes nada a nadie solo a Dios, tu familia y tu esfuerzo, pero haces el año social porque debes “pagar a la sociedad” lo que no le debes, en realidad es la manera que tiene el Ministerio de Salud de tener mano de obra barata, poco más que esclavitud.

Ya durante el internado te han pagado una beca, pero esta es por todo el trabajo que haces, no es un regalo, has pagado la universidad, tus libros, tu transporte, tu comida y además, por el hospital donde realizas tu internado.

El año social es igual, te pagan una beca por hacer la atención primaria a las personas que viven en los lugares más recónditos del país, todo lo pagas, incluso la universidad y al Ministerio de Salud, pero al fin logras graduarte, ¡ya eres médico! Haces el Juramento Hipocrático, el que nadie conoce, pero del que todos hablan para esclavizar al médico.

Ya no eres estudiante de medicina, ya no eres parte de la “muchachada que labora sin cesar…”, Ahora eres un sirviente, peyorativamente hablando, eres un matasanos, eres el que se cree Dios, eres el soberbio. Han transcurrido ocho años de tu vida.

Algunos se quedan como médicos generales, y la gente que los consulta cree que se les debe atender gratuitamente, porque ese es tu juramento y esa es tu vocación.

Otros siguen adelante, alcanzan un residentado donde se especializarán, serán cirujanos, internistas, pediatras, ginecólogos, incluso más, pero sigues pagando, haciendo turnos, tu vida es el residentado.

De repente ¡ya eres especialista! Han pasado 12 años de tu vida y buscas emplearte en el sistema público de salud, para seguir aprendiendo, y adivina el salario que te ofrecen, en promedio anda por los $592. Piensas migrar, o piensas en el sector privado, piensas poner tu consultorio por lo que siempre necesitarás el apoyo de tu familia porque esto es caro, pero no sueltas tus horas en el sistema público, tu salario te ayuda, y por ese salario ya eres un “sirviente” de un sector de la sociedad que no conoce de esfuerzos, de estudios, y que te insulta y que te cree el más importante causante de la mala praxis.

Piensas, “cuando empecé no creí que esto era así”, y si dices algo que no le gustan Director del Hospital, al Ministro de Salud, al Director del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, un mal diputado o al Presidente, no sólo serás destituido sin seguirte el debido proceso, con un trino estás afuera y buscan quitarte la autorización de ejercer la medicina en el país. No entienden que los médicos, como seres humanos tienen el derecho de expresarse, es una forma de salud mental que tanto necesitan al estar rodeados de la enfermedad y de la muerte, al estar tan agotados y al estar tan mal pagados.

El problema no es el gremio médico, no existe una vocación o un juramento que nos obligue a no ganarnos la vida, siempre que sea de manera digna, honrada y justa, el problema es el mal sistema de salud pública, el problema son ciertos políticos que no dudan en crucificar a los médicos a petición del “populacho” que no entiende que los médicos, al igual que ellos, comen, deben pagar sus deudas, y tienen derecho a expresar sus malestares.

Después de tanto estudio y trabajo, a algo deben tener derecho los médicos.

*Doctor en Medicina, Cirujano con especialización en Laparoscopía, especialización en Células Madres; Diplomado en Seguridad Nacional, Diplomado en Desarrollo Nacional y Defensa Nacional.