Son simplemente tres palabras pero su contenido equivale a la mejor de las políticas de seguridad que país alguno pueda darse.
Los españoles que se reunieron en el paseo turístico de la Rambla, Barcelona, para decir !no tengo miedo! a los terroristas musulmanes que buscan someter al mundo, precisamente con el miedo, el pasado sábado, dieron una verdadera demostración de que a veces, más que una política represiva desconcertante como la que tenemos en El Salvador, lo que se requiere es demostrar que la ciudadanía tiene carácter frente al atropello inhumano y que no le teme a los terroristas.
La valiente decisión de la Sala de lo Constitucional cuando declaró que toda estructura criminal que atente contra la ciudadanía en El Salvador es una organización terrorista y que como tal sus integrantes, sus colaboradores, sus apologistas y sus financistas deben ser juzgados; fue considerada por un momento como el principio del fin de las pandillas; sin embargo, el miedo que se ha apoderado de la sociedad y de las instituciones no ha dejado que esa resolución rinda los frutos que se esperaban.
Las pandillas siguen creciendo; ya no son las maras de hace veinte años, ahora son verdaderos grupos armados que se enfrentan a los policías y soldados del ejército. Asesinan fríamente como lo hacían hace 25 años los comandos urbanos y los escuadrones de la muerte durante el conflicto; todo mundo les tiene miedo, lo saben y se aprovechan.
No es cierto que la Fiscalía, la policía o el ejército esté ganando la batalla, los estarán diezmando materialmente, pero de eso a estar ganando la batalla hay mucha distancia. El solo hecho de que se hable de medidas especiales “para ayudar a los policías” nos dice que hay miedo y que las políticas de seguridad están fallando. El dinero que piden para combatir a las pandillas es necesario, pero hacen falta otras cosas, hace falta “inteligencia” pero sobre todo hace falta perder el miedo para combatirlos sea cual sea la trinchera en que los ciudadanos nos encontremos.
Así como la Fiscalía ha hecho con el ex fiscal Luis Martínez, con Saca, con el fallecido ex presidente Francisco Flores y con otros tantos, de requerirlos por un delito de fácil procedimiento para después, ya con un auto de detención y con un plazo de instrucción definido, buscar hasta lo imposible para mantenerlos en prisión, así hacerlo con los pandilleros; con la declaración de la Sala basta y sobra. La cosa es no tener miedo.
El calificativo de la Sala abarca todo tipo de estructuras violentas que cometan “atentados sistemáticos a la vida, seguridad e integridad personal de la población”. A ello se añadiría los actos contra autoridades civiles, militares, policiales, penitenciarías, propiedades, extorsiones, amenazas, y otros delitos que obliguen al ciudadano al abandono de hogar, paros forzosos de transporte público, y otras acciones planificadas. A la fecha 20 policías y varios elementos militares han sido asesinados por las pandillas. Según la Sala, son “terroristas” los jefes de pandillas, quienes la integran, sus colaboradores, los apologistas y los financistas.
En días pasados, el pueblo salvadoreño se ha visto sacudido por el recrudecimiento de los ataques de las pandillas a los policías y a sus familiares a tal grado que ya se está hablando de imponer un estado de emergencia nacional.
Los grupos civiles que se han organizado últimamente; tienen discurso pero, a no ser por uno o dos de sus dirigentes que inspiran confianza, carecen de actividad que lo demuestre. Si estas organizaciones son honestas en sus propósitos, deben mostrar a los ciudadanos cómo se pierde el miedo, no solo a los pandilleros sino a todas las estructuras de la nación vinculadas a la lucha contra el crimen organizado y la violencia.
Tenemos que aprender a decir !No tengo miedo” y a demostrarlo públicamente. La secretaria que tiene que sacar de su portamonedas “la cora” para que la dejen salir o entrar de su casa, el vendedor al que no dejan entrar en zonas bajo su control, el policía que tiene que entrar temeroso al lugar donde reside, el periodista que teme escribir porque puede sufrir un atentado u otra clase de agresión, todos en el estricto sentido de la palabra, debemos aprender del ejemplo de los españoles que tumultuariamente se reunieron en la Rambla diciendo !no tengo miedo!
Conjugando el verbo “no tener miedo” en presente y en primera persona y declararlo en voz alta, haremos nuestra parte en esta lucha sangrienta que nos quieren imponer las pandillas. Nuestros padres, nuestras esposas, nuestros maestros, nuestros hijos y nuestros amigos se sentirán orgullosos de nosotros cuando nos escuchen decir: !No tengo miedo”