Por Mauricio Eduardo Colorado.-
El tema de la homosexualidad y su impacto en la sociedad ha cambiado drásticamente en los últimos cincuenta años. De una práctica oculta y censurada por la sociedad, ha pasado a ser una actividad reconocida y en muchos lugares respetada como comunidad que exige derechos y reconocimiento de un estatus social, y en algunos países con reconocimiento legal.
Indudablemente las costumbres de las sociedades humanas se transforman – para bien o para mal- y ello afecta y determina conductas que a las generaciones pasadas escandalizan y asombran por el avance y resultados que se producen como cosa natural, sin que a criterio de muchos, sea una práctica antinatural.
La Biblia, ese libro sagrado del mundo occidental, que se respeta como la verdad última a seguir, menciona en diversas lecturas, que la homo sexualidad es una práctica pecaminosa y equivocada de la sexualidad humana. Sin embargo, en los modernos tiempos, el fenómeno homosexual se ha extendido por innumerables países, que pretenden regular tal práctica como una conquista de los sectores de avanzada en la cultura de los pueblos. Recientemente se reunieron importantes líderes políticos en una ciudad europea, donde acudieron con sus respectivas esposas. Y entonces ocurrió lo que finalmente se debía de producir:
La foto de las esposas de los dignatarios, apareció con la presencia de la pareja de uno de los ministros, con la modalidad que en lugar de una mujer, apareció un hombre. Ignoro si la humanidad o algunos sectores de ella se sorprenden por el giro que ha tomado la humanidad en este tema, pero lo que aparentemente es una mentalidad abierta a lo moderno, no deja de ser para muchos una aberrante conducta que de moderna puede tener mucho, pero de moralidad carece en su totalidad.
Aparejado a tan delicado tema, se han colocado en el tapete de la controversia otros temas de conceptualizad sexual como el aborto, que no deja de ser un asesinato, y el matrimonio entre personas del mismo sexo, que conceptualmente no existe, ya que unir dos personas del mismo seño para vivir como parejas, puede llamarse de mil maneras, pero jamás será un matrimonio.
Indudablemente que estas manifestaciones de sexualidad, no dejan de ser erráticas, y los integrantes de tales asociaciones merecen respeto como personas que son; pero de eso a que se tomen estatus en la sociedad como agrupaciones “normales” hay un trecho enorme que no será fácil de superar.
Históricamente la humanidad ha tenido experiencias desastrosas sobre este tema, como el relato de la Biblia sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra, destruidas por la descomposición social desbordada en el homosexualismo.
Aunque ahora ser homosexual, puede ser una moda, o como el “matrimonio” entre personas del mismo sexo, puede lograr la aceptación social, lo cierto es que tales experiencias van contra la naturaleza, y un resto de la humanidad las tolera, pero no las aprueba sin reservas, lo cual desdice de tales prácticas de modernidad artificial.
Cierto es que muchos millonarios del orbe exhiben sin vergüenza su calidad de homosexual, pero ello no produce respeto, más que su calidad de millonarios.
En nuestro país, el fenómeno homosexual avanza a paso lento, basado en las libertades que concede la Constitución, pero de eso a que sea aceptado como una cosa normal o un derecho respetable, hay un trecho enorme que tardará generaciones en ser considerado como derecho natural. A nuestro país se le puede llamar atrasado culturalmente por el rechazo social a los conceptos de la sexualidad moderna, pero ello es preferible a aceptar una modernidad degenerativa, que a la larga producirá el colapso social, y abrirá la puerta para la destrucción del estado como tal.