Cuando la mara nos alcance

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Por Mauricio Eduardo Colorado.-

El incontrolable accionar de las pandillas o maras, extendido a todo el país, tiene de cabeza a las autoridades, sin que hasta el momento se pueda ver un horizonte  de tranquilidad. Se dice que los planes para combatirlas han colapsado, ya que ni los planes de gobiernos pasados,” mano dura”, o “súper mano dura” han dado resultado, ni mucho menos celebrar treguas, o “mano blanda”.

Las pandillas están proliferando a todo nivel social, y la gente en algunos lugares ha tenido  que abandonar sus hogares o lugares de trabajo, bajo pena de pagar la mal llamada “renta” que no es más que una vil extorsión. El sistema es de lo más simple: o pagás una cantidad determinada, o te quitamos la vida.

Esto ha creado una verdadera crisis del terror, porque la inmensa mayoría de la población, no tiene capacidad de trasladarse a otro lugar  para residir donde no lo conozcan. Además, aunque cambiara de lugar de residencia, es más difícil cambiar de lugar de trabajo, especialmente en esta época  en la cual los empleos son escasos  y cambiar de colegio a los hijos, no deja de ser un serio dolor de cabeza. La situación del país se ha vuelto insostenible, y cada día se agrava más, por el avance estructural  de las pandillas que han visto en el entorno, una tierra abonada  para su accionar delictivo.

Cuando se dio la fracasada “tregua”, le tomaron  el pelo a un sacerdote católico, ante quien declararon que dejaban de operar en el mal, cuando lo que en realidad hicieron fue desaparecer a la gente, enterrando clandestinamente a las víctimas. Pero ellos sí obtuvieron beneficios con un mejor trato para ciertos cabecillas, que fueron trasladados la durísima cárcel de máxima seguridad en Zacatecoluca, y beneficiados además con pantallas plasma, visitas íntimas y otras inmerecidas  comodidades.

Conozco un caso de un campesino que ha dejado abandonada su casa en una finca, y ha tenido que trasladarse a la ciudad, a vivir en un cuartucho, a cambio de vivir en la naturaleza que vivía. En otro caso, corrieron al propietario de una finca, y con él, se esfumaron los trabajos de la finca y los trabajadores perdieron su fuente de ingresos. Me imagino que como esos son cientos o miles que han corrido la misma suerte.

La gran pregunta que muchos se hacen es ¿Qué haremos nosotros cuando a nuestra propia casa nos lleguen a tocar para pedirnos la renta? ¿Pagamos? ¿O morimos? Indudablemente esta situación tiene variadas causas de origen. Una de ellas podría ser la extrema vigencia que se dio al concepto de “derechos humanos”  a favor de los delincuentes, sin ninguna correspondencia con  sus víctimas. Se dio el caso de funcionarios del más alto nivel en el tema de derechos humanos quien afirmó que la procuraduría defendía a los delincuentes, y las víctimas  que se defendieran solas.

Ahora, la Policía Nacional  Civil, se encuentra acosada como nunca lo fue antes, y es atacada en sus puestos, por grupos de pandillas que están logrando amedrentar a más de alguno de sus agentes, y con seguridad a los familiares, -que como lo exige la naturaleza humana- busca protegerse. Sin embargo la respuesta del gobierno ha sido un impuesto que supuestamente se invertirá en seguridad, pero que nadie conoce como va a funcionar.

Lo último que se ha sabido es un proyecto de ley que pretende  perdonar a los criminales cuando declaren que se saldrán de las pandillas y se van a portar bien. El colmo es que  unas iglesias evangélicas les han dado las gracias por haber prometido reducir los asesinatos. ¿Sera acaso que tenemos que dar las gracias porque cumplen con su obligación de respetar la vida y propiedad de los demás. ? ¿Qué hará Usted amigo lector, cuando lleguen a tocar su puerta y le impongan una renta, amenazándole? ¿Pagará le renta impuesta, o entregará su vida?