“Coyotes” suben tarifas y hay más vigilancia, pero ilegales siguen cruzando la frontera de EE.UU

0
1097

La política migratoria del presidente Donald Trump ha hecho subir las tarifas de los “coyotes” por cruzar a Estados Unidos y además ahora las rutas son más largas y el periplo se ha vuelto más peligroso debido a la extrema vigilancia, según señalan los inmigrantes indocumentados.

Debido a que la vigilancia se han extremado y al anuncio de la contratación de más de 5.000 agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), las tarifas de los “coyotes”, como se conoce a los traficantes de personas en la frontera, han aumentado.

“Si antes había seis policías de migración cuidando todo el cordón de la línea divisoria, ahora hay 22 divididos en diferentes horarios”, dice a periodistas Altagracia Tamayo Madueño, fundadora del albergue para inmigrantes Cobina, ubicado en Mexicali (México).

Como consecuencia del aumento de la vigilancia, las tarifas de los “coyotes” han aumentado de manera “exorbitada”, pero aún así la gente sigue cruzando, subraya.

“Definitivamente los ‘polleros’ (traficantes) se han visto más beneficiados con estos cambios, porque ahora aumentaron sus tarifas de 5.000 dólares a 12.000 dólares, el más baratero te va a cobrar 8.000 dólares”, afirma Tamayo.

El mexicano Santos Olea, que en los últimos cuatro meses ha intentando cruzar cuatro veces a los Estados Unidos, pero en todas ha fracasado y la última fue deportado y advertido de que si vuelve irá a la cárcel, corrobora lo que dice la fundadora del albergue.

Olea aseguró que los costos son muy elevados, las rutas son más largas y los cruces se han vuelto más peligrosos por la extrema vigilancia en la línea fronteriza.

Con la vista puesta en el enorme cerco de hierro que separa Mexicali (México) de Calexico (California), Olea relató que sus intentos por alcanzar el “sueño americano”, todos realizados por la sierra de Tecate (México), se han desvanecido.

Ahora deambula con una mochila desgastada, lo único que le queda, por la zona centro de la ciudad fronteriza mexicana, intentando recabar lo necesario para pagar su boleto de regreso a su casa en Acapulco (Guerrero).

“Con tanta vigilancia se ha vuelto más difícil (…), lo intentaría otra vez pero me da miedo que me arresten”, dijo.

Olea explica que los traficantes deben llevar ahora a los inmigrantes por rutas más largas y en horarios nocturnos.

“Ahora todo es más difícil, te piden miles de dólares, las caminatas son más largas y por sitios mas peligrosos, es una batalla cruzar”.
— Daniel Martínez, nacido en el Salvador

“Están alargando el tiempo, antes mirabas que los cruzaban a plena luz del día, ahora se cuidan más, usan vías alternas que habían dejado de usar porque se les calentaba el cuadro, ahora la vuelven a retomar, por ejemplo los que cruzaban inmigrantes por la sierra de Tecate, ahora le sacan la vuelta a la sierra”, explicó.

Pero aclaró que hay rutas que no se pueden cambiar, como las de Sonora, donde el cruce tiene que ser por el desierto de Altar, y donde por el calor los riesgos para los inmigrantes se incrementan.

En cambio en Tijuana, ciudad del estado de Baja California, que conforma la zona metropolitana transnacional más grande de México, ya que colinda con Tecate, Rosarito, en México, y con San Diego, en California, hay más opciones para realizar cambios de rutas, añadió.

Daniel Martínez, nacido en el Salvador y deportado hace tres meses desde Los Ángeles (California), comenta que debido a lo mucho que le piden los “coyotes” por el cruce no ha podido regresar a los Estados Unidos.

“Ahora todo es más difícil, te piden miles de dólares, las caminatas son más largas y por sitios mas peligrosos, es una batalla cruzar”, subraya Martínez.

Y explica que los centroamericanos tienen que huir de sus países por la pobreza, la violencia y el narcotráfico, pero ahora, sus opciones para lograr una mejor vida se han visto reducidas en las fronteras por la extrema vigilancia y la ambición de los “coyotes”.

Atrás quedaron los tiempos en que cientos de indocumentados cruzaban a plena luz del día por el cerco fronterizo, dice Antonia Vázquez, una residente de Calexico, quien vive hace 25 años al lado de la línea divisoria entre ambos países.

“Antes estabas en una piñata y de repente veías a la gente corriendo, por todos lados corrían en manadas, eso sí, siempre ha habido patrullas y vigilancia. Se metían hasta en los botes de la basura para esconderse, recuerdo que se murieron dos personas deshidratadas en tiempo de calor adentro de los botes”, narró.

Francisco Lizalde, con diez años viviendo en la frontera, comentó que los “coyotes” están por todos lados y cuentan con conexiones, por lo que los cruces no disminuyen: solo lo hacen con más cautela.

Mientras Juan García Elizalde, sentado en una banca ubicada a unos metros de la frontera, asegura que aunque pongan un gran muro y miles de agentes fronterizos, la gente seguirá cruzando.

“Los ilegales nunca se acaban, si este viejo Trump nos pone muros, no importa, nosotros ponemos escaleras y pasamos, el mexicano por donde quiera se brinca”, asegura con una sonrisa en los labios.

The San Diego Union-Tribune